7’4%. La inflación en España en este mes de febrero, su tasa más alta en 33 años. Dos euros el litro de gasolina y el de gasóleo. El precio de la luz, 545 euros el megavatio hora. 12,5 millones de personas en riesgo de pobreza o exclusión social. 30’6% de paro juvenil (el más alto de la OCDE). 3.273 millones de euros, lo que se prevé recaudar de más tras la subida de impuestos en vigor este mes de enero (sociedades, planes de pensiones, IRPF y matriculación).
Y ahora, 20.319 millones de euros para el II Plan Estratégico de Igualdad Efectiva de Hombres y Mujeres.
“Que coman brioche”. El anuncio de Irene Montero, nuestra María Antonieta particular.
Nunca una frase espuria o mal atribuida a alguien ha estado más en la cabeza y en la pluma de opinadores y comentaristas. Y, hasta sin saberlo, de la gente corriente. Y probablemente nunca se ha ajustado tanto a la realidad española, con la excepción, quizás, del momento en que se inició la crisis de 2008, cuando la frivolidad, la cursilería y la negación nos llevaron de cabeza a la quiebra. También gobernaba el PSOE.
20.319 millones de euros anunciados en esa jornada en que la pelea por el trono morado entre adanistas y vieja guardia ha convertido el Día Internacional de la Mujer en una fiesta privada para pijas a la que las que pagamos no estamos invitadas y además nos da igual.
Y eso es así porque, entre otras cosas, nos ocurre como con las manifestaciones del 1 de mayo. En ambos casos tenemos la sensación (mujeres y trabajadores) de que una elite extractiva y desocupada por la gracia de Dios se arroga por un día nuestra representación sin que se la hayamos dado.
Ayer había colas en algunos supermercados. El falso anuncio de una huelga de transportistas para los días 13 y 14 (con la posibilidad de alargarla indefinidamente) hizo que cundiese el pánico y que el efecto papel higiénico preconfinamiento se repitiese de nuevo.
Más allá del miedo inducido por ese bulo, la posibilidad de que el sector del transporte inicie una huelga como consecuencia de esos dos euros de coste del litro del gasóleo, de los cuales (como ocurre con la gasolina) la mitad son impuestos, no le ha parecido a nadie descabellada.
De hecho, la pregunta es cómo es posible que la gente no salga a manifestarse cada vez que pone gasolina, paga el recibo de la luz o le echa un vistazo a su nómina.
Con el déficit más alto de la Eurozona, el Ejecutivo del PSOE y Unidas Podemos insiste en pasarnos las facturas de su tarjeta Centurión sin mirarlas siquiera y con la certeza de que pagaremos sin rechistar.
La excusa, ayer la pandemia, es hoy Vladímir Putin. Los fondos europeos como la herencia de esa tía que no se acaba de morir y que pagará todas nuestras deudas. Y el panorama cada vez más sombrío, salvo para ellos.
“Sangre, sudor y lágrimas”. “Bajad la calefacción”. Pedir esfuerzos de guerra queda muy bonito en la tribuna, pero exige, además de empatía, ejemplaridad y la disposición a hacer al menos algunos de los sacrificios que se pide a los ciudadanos.
Esos 20.319 millones de euros de Irene Montero representan el despilfarro despreocupado de este Gobierno. Pero no es el único. Los Presupuestos Generales están plagados de ellos.
También simbolizan la falta de respeto hacia las mujeres objeto de ese plan estratégico. Como si nosotras no pagásemos impuestos ni las facturas de la luz o el gas. Como si estuviésemos excluidas de las cifras de pobreza y de paro, no nos afectase el precio de la cesta de la compra o no pusiésemos gasolina en nuestros coches. Incluso para Irene Montero no debería ser tan difícil entenderlo.
Que nos pregunte. Le diríamos sin dudarlo que dedicase ese dinero a hacernos todo eso más soportable. Hasta puede que bastase con detener la voracidad recaudatoria de este Gobierno para que nos diésemos cuenta de que le importamos.
En cuanto a la violencia contra la mujer, el presupuesto de su Ministerio es de 525 millones de euros. Quizá, entre gasto y gasto innecesario y sin control, pueda distraer algo de esa cantidad para protegernos.