Estaba yo a punto de nacer cuando el 28 de junio de 1969 una redada policial en el bar gay Stonewall Inn de Nueva York terminó con un levantamiento icónico. En lugar de bajar la cabeza, alguien gritó e instigó a los demás a reaccionar. Fueron tres noches que cambiaron la historia.
Hasta entonces, manifestar una inclinación sexual diferente a la heterosexual estaba condenada por los credos, las ideologías, las leyes y la sociedad. Algo que hoy huele a pasado, aunque algunos sectores de la población siguen sin aceptarlo esgrimiendo un argumentario alejado de cualquier razonamiento científico y hasta humano.
En este mes se suceden varias celebraciones por aquel ¡basta! en el Nueva York de finales de los 60. Muchas publicaciones y plataformas informativas sacan a la luz rankings diversos con personalidades abiertamente LGTB que tienen influencia en la sociedad.
Sin embargo, la presencia de quienes andamos por laboratorios, observatorios y centros de investigaciones varios seguimos en la transparencia habitual de nuestra estirpe. Es por eso por lo que hoy quiero dedicar esta columna a dar a conocer la diversidad en la ciencia. Te advierto que quizá te sorprendan algunos nombres.
Quizá el más conocido de todos los LGTB científicos es Alan Turing (1912–1954). Este genio británico fue el creador de lo que llamamos la máquina de Turing, la base de todos los ordenadores. Él dirigió el equipo que descifró el código nazi Enigma durante la Segunda Guerra Mundial, una hazaña que quizá te suene de la película The Imitation Game.
Turing intentó ser abiertamente homosexual con sus amigos del King's College de Cambridge y buscó relaciones con hombres más allá de ese círculo de seguridad. En 1952 fue arrestado por "indecencia", es decir, por ser homosexual y tener relaciones con un hombre. Se declaró culpable y fue castrado químicamente.
Dos años más tarde, supuestamente, se suicidó comiéndose una manzana con cianuro, algo que aún se mantiene en tela de juicio.
Si retrocedemos en el tiempo, quizá te llame la atención que en este listado aparezca Leonardo da Vinci (1452-1519). El hombre arquetípico del Renacimiento, según una biografía reciente, vivió su vida como una persona abiertamente gay.
Avanzando unos años nos aparece Francis Bacon (1561–1626), esencialmente recordado como el padre del método científico. Se ha pensado que hoy tendríamos una comprensión más sombría del universo sin su brillantez. Es conocido que un joven particularmente apuesto, sir Tobie Matthew, se convirtió en el amigo y confidente más cercano de Bacon, y en la inspiración para uno de los ensayos más famosos de Bacon: De la amistad.
Ya en el siglo XVII, un nombre reluce con fuerza: Isaac Newton (1643–1727). Muchos lo consideran como el verdadero padre de la ciencia. Sin entrar en la disputa sobre si la manzana le cayó en la cabeza o no, Newton desarrolló la teoría de la gravedad, las leyes del movimiento e inventó el cálculo diferencial.
Es cierto que nunca declaró públicamente su orientación sexual, imposible hacerlo en la sociedad en la que vivía. Mas nunca se casó, y aunque sí es conocida una dilatada convivencia con un hombre en sus tiempos de Cambridge, no hay evidencias palmarias de haber experimentado relaciones románticas. Como poco, el gran físico matemático era asexual, una tendencia que también se incluye dentro de la diversidad LGTB.
Llegados al siglo XIX nos encontramos con Florence Nightingale (1820–1910). Ella es conocida como la pionera de la enfermería, pero también lo fue en las estadísticas. Debido a su destreza para los números hizo contribuciones importantes a la visualización de datos. "No he amado más que a una sola persona con pasión en mi vida, y esa fue ella" son palabras de su puño y letra.
El nombre de Alan Hart (1890–1962) no suele aparecer en libros de texto de ciencia. Sin embargo, me parece pertinente mencionarlo. Este investigador y experto en salud pública formado en Yale se convirtió en una figura destacada en la lucha contra la tuberculosis en los tiempos en que esta enfermedad hacía estragos.
Hart fue una de las primeras personas transgénero de mujer a hombre en los Estados Unidos en someterse a una histerectomía. Hart se casó dos veces, escribió numerosas novelas y se desempeñó como director de hospitalización y rehabilitación en la Comisión de Tuberculosis de Connecticut.
Siguiendo en Estados Unidos, Sara Josephine Baker (1873–1945), la primera ciudadana de los Estados Unidos en recibir un doctorado en salud pública, es conocida por sus estudios de mortalidad infantil y por haber sido abiertamente gay.
Cruzando el océano nos encontramos con John Maynard Keynes (1883-1946), un destacado economista británico cuyas teorías sobre macroeconomía influyeron profundamente en las políticas de los gobiernos occidentales en el siglo XX.
¿Recuerdas la economía keynesiana? Si bien era un homosexual abierto en su juventud, Keynes también salió con mujeres y se casó con una bailarina rusa. Quizá hoy se sentiría cómodo como bisexual.
En Alemania, Magnus Hirschfeld (1868-1935) fue un sexólogo que sentó las bases para la comprensión contemporánea de la sexualidad humana. En 1897, Hirschfeld estableció el Comité Científico Humanitario, una organización que desafió los prejuicios homofóbicos, promovió la investigación sobre el sexo y la sexualidad y presionó por la despenalización de la homosexualidad.
Otro ejemplo digno de ser mencionado es Rachel Carson (1907–1964), famosísima por su libro Primavera silenciosa, en el que investigó a fondo y describió el daño que los humanos causan al medioambiente y a nosotros mismos al usar pesticidas indiscriminadamente. Algunas cartas entre ella y su amiga Dorothy Freeman señalan sin dudas la existencia de una relación lésbica.
En el campo de la geofísica es muy conocido Allan Cox, (1926-1987), un estadounidense que desarrolló la forma de medir los cambios en la alineación magnética de la Tierra. Sus aportaciones fueron cruciales para establecer la teoría de la tectónica de placas. Este investigador tuvo una larga relación con uno de sus colegas, el también geofísico Clyde Wahrhaftig.
Ya en la segunda mitad del siglo XX tenemos a Sally Ride (1951–2012), la primera mujer estadounidense en viajar al espacio. Más tarde se convirtió en directora del Instituto Espacial de California en la Universidad de California, San Diego. Sally tuvo una relación amorosa con Tam O'Shaughnessy durante 27 años, según afirmó su hermana Bear.
Si nos movemos a las neurociencias encontramos a Ben Barres (1954–2017), investigador que destacó en la descripción de las células gliales. Al nacer fue clasificado como mujer, pero pasó a ser hombre en 1997. Usó su posición en la Universidad de Stanford no sólo para hacer investigación en neurociencia, sino también para abogar por la igualdad de género.
En la actualidad hay varias personalidades LGTB que brillan en el mundo científico: los genios de la informática Lynn Conway, Sophie Wilson, Audrey Tang y Jon Hall, el micólogo Richard Summerbell, los matemáticos Robert D. MacPherson y Mark Goresky y la astrofísica Nergis Mavalvala entre muchos otros.
¿Y qué ocurre en España?
El caso más famoso en la ciencia española es el de Pío del Río Hortega. Conocido sobre todo por su descubrimiento de la microglía, llamada también células de Hortega, fue propuesto en varias ocasiones para el Premio Nobel. Por ideología tuvo que exiliarse y siempre estuvo acompañado de su pareja, Nicolás Gómez del Moral. Es importante que se conozca su historia ya que se ha intentado borrar en varias ocasiones.
Hoy por hoy muchas son las caras visibles de la ciencia en nuestro país que también son LGTB. Algo que te quiero recalcar es que no es conocido ningún caso de promoción en las ciencias por el hecho de ser diferente. Quizá todo lo contrario, en general hemos tenido más trabas que bendiciones.
Haciendo un repaso rápido, se me ocurre mencionar a la matemática Marina Logares, la ingeniera Carmela González, el astrofísico David Barrado, el inmunólogo Alfredo Corell, el genetista Toni Andreu y los biólogos Susana Rodríguez Navarro y Esteban Ballestar, pero la lista es abultada si hablamos de personas que nos dedicamos a arrebatar secretos a la naturaleza con éxito, aunque nuestra inclinación sexual sea infrecuente. ¿Qué más da?
Sería hermoso y justo que viéramos a muchos de ellos en los rankings que aparecerán el 28 de junio. ¿Utopía? Yo he hecho mi parte. ¿Qué tal tú?