Todos los titulares de los periódicos se afanan en destacar la grandeur o pompa y boato del reciente acto de toma de posesión del presidente de la Junta de Andalucía, y su discurso proclamando un "andalucismo orgulloso".
¿Qué otra cosa es el andalucismo sino un nacionalismo? ¿Y qué es el nacionalismo? Pues según la RAE: "1. Sentimiento fervoroso de pertenencia a una nación y de identificación con su realidad y con su historia". Esto es, Andalucía como nacionalidad histórica y no como comunidad autónoma.
Y peor me lo pone la definición alternativa del diccionario: "2. Ideología de un pueblo que, afirmando su naturaleza de nación, aspira a constituirse como Estado". O sea, lo que propone implícitamente el PNV para el País Vasco y explícitamente ERC para Cataluña –me refiero a los partidos que gobiernan–: la independencia de España.
¿A qué se refiere Juanma Moreno cuando apelando al andalucismo le añade el apellido de "orgulloso"? Quizás trate de camuflar o edulcorar el nacionalismo andaluz, o acaso pretende diferenciarse del andalucismo de izquierdas –hegemónico hasta la fecha– como en su día hizo Ciudadanos con aquello del "feminismo liberal".
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Es un "Te compro enterito el contenido, pero le cambio el nombre al conteniente no vaya a ser que se den cuenta de que nos hemos sometido culturalmente para rascar votos de la izquierda" de manual.
Imaginen al Presidente de la Junta de Extremadura, por ejemplo, en su toma de posesión, afirmando que "El mundo sería un poquito mejor si fuera un poquito más extremeño" o al de Aragón hablando de un "aragonesismo renovado y alejado de los tópicos".
O, voy más allá, a la líder de Ciudadanos en Cataluña citando a Lluis Llach en su discurso de investidura: Si estirem tots ella caurà. /I molt de temps no pot durar. /Segur que tomba, tomba, tomba; /ben corcada deu ser ja, y llevándole flores a la estatua de Rafael Casanova cada 11 de septiembre.
Y esto ya les costará más imaginarlo: Unión del Pueblo Navarro gobernando en solitario su Comunidad Foral y organizando tributos cada Aberri Eguna a Sabino Arana.
Pues todo eso y más lo ha firmado, a escala andaluza, el Presidente de la Junta de Andalucía: sí, del Partido Popular. Juanma Moreno Bonilla, cuyas políticas las escribe como los árabes: desde la derecha para la izquierda.
El ‘Califa’ ha cambiado su lista de Spotify de ‘Indie Español’ –Sidonie, Vetusta Morla, Lori Meyers e Izal– por la de ‘Poderío Andalú’, compuesta por toda la discografía de Califato ¾ y algunos temas del Carlos Cano más guerrillero: ‘El Salustiano’, ‘La Morralla’, ‘La blanca y verde’ y ‘El día de San Román’.
"Honramos la memoria de una figura esencial que promovió el espíritu andaluz como nadie. Hoy se cumplen 136 años del nacimiento del Padre de la Patria Andaluza, Blas Infante. Reivindico con orgullo el andalucismo moderno para seguir avanzando juntos por #Andalucía". Esto dijo Moreno el pasado 5 de julio sobre Blas Infante.
Elvira Roca Barea, en Fracasología, apunta: "Menos conocido que el racismo de Arana y el catalanista es el que funda el andalucismo de Blas Infante. […] El carajal de Infante con la raza es fenomenal. […] Pronto pasan moros y judíos a convertirse en la esencia del pueblo andaluz, victimas del catolicismo castellano, 'invasores'".
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"Para B.I. los andaluces no tienen conciencia nacional porque España les ha borrado del recuerdo su auténtica identidad colectiva, hasta el punto que el andaluz ha llegado a creer que es un europeo como cualquier otro", remata Barea citando a Infante, al que el Presidente de la Junta venera.
Entiendo que no hace falta decir entre Moreno Bonilla y Roca Barea quién tiene más conocimientos y ascendencia en materia histórica.
Normal, que los periodistas de izquierdas –ese pleonasmo– de la corte andaluza saliven escribiendo crónicas de la investidura del ‘Califa’ Moreno –así bautizado por Feijóo, quien se ha tirado 13 años templando gaitas con el nacionalismo gallego–: que si "poderío", que si "éxito" y que si "belleza de las verdades sencillas".
Pero lo más alucinante lo escribió Jesús Jurado, politólogo malagueño vinculado a Podemos, quien opina sin un gramo de ironía: "Quien se declare andalucista hará mal en criticar que tal despliegue 'digno de un jefe de Estado' se aplique a la presidencia de la Junta. Si alguna dignidad lo merece, es ésta".
"He leído también que fue 'un exceso barroco'", continúa el autor de La generación del mollete: "Es posible, pero ¿no es un exceso barroco la celebración andaluza por antonomasia? Por momentos podía parecer una coronación canónica... pero laica".
Y va a más: "La liturgia laica de la grandeur andalucista construye una sacralidad republicana en torno al estatuto y al autogobierno andaluz. En un contexto de reacción centralista, tampoco se debería pasar por alto".
Para finalizar con: "La referencia al abuelo jornalero y el contenido andalucista del discurso no fueron casuales ni contradictorios. Eran el pegamento que fundía una versallesca demostración de fuerza personal con la reparación simbólica de la dignidad andaluza. El poder y el poderío".
Ojo a lo del "poderío", que debe ser esa cosa que le atribuían a Lola Flores, y que todos estos andalucistas subrayan ahora orgullosos como una palabra fetiche: es como el "empoderamiento" para el feminismo.
Mas ¿por qué hace esto Juanma?: un tío que nació en Barcelona, que ha hecho carrera política en Madrid, que ha sido diputado por Cantabria y que, en fin, de andaluz tiene lo justo pa’ ir tirando.
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Evidentemente todo responde a una estrategia electoralista: si le ha ido bien enarbolando la blanca y verde y festejando a Blas Infante, tan bien que hasta la izquierda le ha votado, ¿por qué va a cambiar el rumbo? La guerra cultural que la den otros: él se la regala a la izquierda y se centra en la gestión.
Además, mientras Sánchez sea el máximo representante del Estado, el gobierno andaluz, ante la falta de entendimiento y beneficio propio por la polarización, va a reclamar la máxima autonomía: grosso modo, va a aislar Andalucía frente al Estado.
Si Sánchez saca una bandera de España del tamaño del césped del Bernabéu, Moreno contrarrestará con una andaluza de las dimensiones de la finca de Bertín Osborne.
Probablemente, cuando Feijóo llegue a la Moncloa, se producirá por ensalmo un cambio en las políticas culturales en el gobierno de Moreno Bonilla. Y eso que no es precisamente el líder del PP nacional lo que se dice un jacobino. Entonces hablará, como acuñó Antonio Burgos, del "orgullo de ser español de Andalucía".
Lo peor es que el gallego tarde en tocar poder y ya para entonces Moreno Bonilla, como su paisano Blas Infante, se nos haya convertido al islam.