A veces se obran milagros. ¿Quién hubiera dicho que la cándida Mónica Oltra iba a salir hecha añicos tras el interrogatorio de Gonzo y, unos pocos días después, el corrupto Zaplana, con plumas y cacareando?
Salvados no es juez, La Sexta no es juez. Será su señoría la que dicte sentencia llegado el momento... que ya va siendo hora tras ocho años de instrucción en el caso de Eduardo Zaplana. Pero si nos hubiéramos de guiar por el veredicto de las cámaras, la ex vicepresidenta valenciana sería condenada y el expresidente valenciano, absuelto y con indemnización.
Unos lo atribuirán a la inspiración de Gonzo -aunque no siempre lo parezca, los periodistas somos humanos y tenemos nuestros días- y otros a la solidez de un político que tiene más conchas que un galápago, que ha sido alcalde de su ciudad, presidente de su Comunidad, ministro de su país y portavoz del Gobierno y del grupo parlamentario de su partido.
La comparación con Oltra era inevitable por tantas cosas, pero aquí hemos venido a hablar de Zaplana, el hombre que presuntamente iba al matadero y resucitó increíblemente ante los mismísimos ojos de la audiencia de La Sexta.
De entrada, habló de su salud ("queremos seguir viviendo") y de su situación personal ("no es el mejor momento de mi vida, sin cuentas y con los bienes embargados"). Quizás en otro hubiera sonado a plañidera.
Después defendió a la clase política también de forma convincente: "No hay más corruptos que en cualquier otra actividad; la corrupción va ligada a la persona, no a la profesión".
Alguno pudo pensar que al llegar el turno del 11-M empezaría a flaquear. "Sigo pensando que hay espacios de oscuridad", dijo. Y al sacarle la hemeroteca, salió incluso airoso: "Uno tiene que hablar todos los días y seguro que alguna yerra".
Cuando el entrevistado empezó a hacerle preguntas al entrevistador -"son retóricas, no para que las conteste, claro"- uno ya veía inclinarse la balanza. "¿Usted conoce [la cárcel de] Picassent? Sería recomendable. Lo digo por el término enfermería al que aludía", repuso justo después de que Gonzo recordara que buena parte de los nueve meses de su estancia en prisión los había pasado en esa dependencia.
La instrucción de miles de folios y grabaciones se la fumó en dos caladas. Primero negó con aplomo que hubiera distraído dinero: "En la vida. Jamás. No he podido amañar ningún contrato porque no tenía capacidad resolutiva". Después desmintió que su supuesto testaferro, Fernando Belhot, hubiera gestionado un solo euro de su patrimonio, y explicó que la transcripción del audio en el que sale pidiéndole dinero "en billetes de cincuenta" está manipulada.
Como ese argumento apela a un acto de fe, y sólo estarían dispuestos a creerlo quienes dieran crédito a su palabra, Zaplana lo remató con una de sus dos grandes frases de la noche: "Estoy aquí, [en La Sexta] porque estoy convencido de mi inocencia. Nos conocemos". Claro, ¿quién iba a estar tan loco de meterse en la boca del lobo, de exponerse a la trituradora de fachas y peperos?
Zaplana había recordado ya que la jueza instructora no le había aceptado ni una sola diligencia, y eso confirmaba sus temores iniciales: "El día que me detuvieron, ya estaba sentenciado para ir a juicio".
A esas alturas de la entrevista, a Gonzo sólo le quedaba preguntar a su invitado si todo era una "conspiración" y él una víctima más de "las cloacas del Estado". La respuesta fue la antesala de un final apoteósico: "Mire, yo he sido ministro. Yo no me lo creía, no me podía imaginar según qué cosas. Parece que sí existían, o que han existido, o que alguno quería que funcionaran".
Porque fue justo en la despedida cuando dejó la mejor frase de la noche, como si todo lo hubiera organizado David Copperfield. A la sugerencia del periodista de si aceptaría un indulto del Gobierno, fue tajante: "Si fuera cierta la acusación del fiscal, no merecería el indulto". Para alguien a quien la Fiscalía Anticorrupción pide 19 años de prisión y multa de 40 millones de euros, no me dirán que no es extraordinario.