A Podemos se le había ocurrido excluir de su Ley de Bienestar Animal el listado de "perros potencialmente peligrosos" porque consideran que no hay que discriminar a los animales por su raza. Dicen que los peligrosos son los dueños.
Por eso la ley obliga a hacer un curso a todo aquel que quiera tener un perro. Porque se trata de educar al dueño, no al perro.
Pero la realidad es tozuda y no perdona. Hace unos días, dos staffordshire terrier americanos atacaron a un matrimonio en Texas. Él murió desangrado y ella se encuentra en estado crítico. Anteayer murió una persona en Valencia atacada por un pitbull que había recogido de la calle unos días antes.
El hecho es que los perros muerden, y que unas razas son más peligrosas que otras.
A finales del siglo pasado hubo una campaña mediática muy importante para concienciar a la población de la peligrosidad de algunas razas. No faltaba el día en el que no se diese la noticia de una agresión de un perro. Resultado de aquello fue la Ley de 1999 sobre la "tenencia de animales potencialmente peligrosos" que existía en casi todos los países de Europa, menos en España.
Ahora, veinte años después, los de Podemos quieren ser pioneros en lo contrario y hacer una ley de "dueños potencialmente peligrosos".
Hay expertos que dicen que la raza ha de colocarse en un lugar secundario porque lo determinante es el adiestramiento que haya recibido el perro. No es verdad. Si uno habla con adiestradores y pide consejo para comprar un perro, lo primero que le dirán es que hay unos perros mucho más difíciles de educar que otros.
Es como la diferencia que hay entre un cuchillo de untar mantequilla y una motosierra. Uno se lo podrías dejar a un niño para que juegue, el otro no. Pues lo mismo con los perros. La raza importa, ¡y tanto que importa!
La raza importa más que el dueño, porque un dueño incapaz de educar un perrito faldero no es lo mismo que un dueño incapaz de educar a una bestia asesina.
No hay que ser experto para saber que hay perros que muerden más que otros. Al dueño no lo puedo conocer en la calle por mucho que su cara se parezca a la de su perro, ni aunque haya aprobado el cursillo digital propuesto por Ione Belarra. Pero sí puedo saber que a ciertos perros no nos acercamos ni mis hijos, ni mi perro, ni yo.
Si alguien va por la calle con un pitbull, prefiero pedirle el bozal y la correa que el carnet de buen educador de perros. Y es para eso para lo que servía el antiguo listado de razas peligrosas. Para prevenir tanto la mala educación del dueño como la de su perro.
Porque el "perro-cojín" se hará pis donde no deba, ladrará y molestará si está mal educado. Pero el american staffordshire terrier además, matará a mi hijo, a mi perro, o a mí.
Lo que le pido a la ley es que obligue al dueño de determinadas razas a que su perro vaya con correa y bozal por la calle, y que no frecuente lugares públicos reservados para niños. Y lo que espero es que no tenga que pasar como con la ley del 'sí es sí', y que el argumento para derogarla no sea el sufrimiento gratuito causado a las víctimas.
El problema es que la ideología siempre encuentra su límite en la víctima.