Algunas mamás hacen la compra en el supermercado más cercano, otras se esfuerzan por conciliar sus vidas analizando una propuesta fiscal para un cliente en su despacho de abogados y aún otras cuidan de su padre, que está enfermo. Todas celebran el Día de la Mujer, tan caótico, politizado y confuso ahora. Mientras, irrumpe la confirmación de que la Unión Europea financiará con mil millones de euros la compra de obuses para Ucrania y esto sí que no tiene duda, es así de claro: más dinero europeo para matar a más rusos.
Nos afanamos por llevar vidas normales. Los jóvenes celebran puestas de largo al cumplir la mayoría de edad, los ancianos celebran las visitas, cada vez más esporádicas, de sus hijos, tan ocupados con su propia existencia y sus exigentes necesidades, y las parejas siguen yendo a ver conciertos de Quique González, como el último, conclusión de gira, en Santiago de Compostela.
Pero la vida no sigue igual. No tanto porque Iglesias, el de siempre, haya censurado a Vargas Llosa su comportamiento con la ex pareja de ambos, que eso es asunto de ellos, sino porque a un puñado de miles de kilómetros, menos de 3.000 en línea recta, la gente continúa matándose.
Un combatiente en el frente ha confesado a un reportero de El País: “Matamos a todos los rusos que podemos para que no ataquen en otros sitios”. Esta siniestra táctica, espeluznante y quizá lógica, supone, según el soldado ucraniano, que sus compañeros y él mismo asesinan a 800 soldados rusos al día, si bien es cierto que ellos también sufren bajas muy notables.
Mientras los dos países en conflicto se disputan Bajmut, enclave que por sí solo no sirve para gran cosa, y lo hacen con toda crueldad, en ocasiones llegando al cuerpo a cuerpo, los vecinos de la Barceloneta pasean por la playa de la ciudad, en Valladolid siguen animando la remontada del Pucela en la LaLiga y en Sevilla se preparan para los primeros festejos de la Feria de abril, que nunca falla.
El mundo sigue discutiendo si Shakira tiene razón al respecto de clara-mente, pero eso a Miguel Ríos, que ya no está en edad de contenerse, le trae sin cuidado, y lo único que dice es que la canción es una mierda. Pero mientras debatimos el affaire de Piqué, o el potencial retorno del Premio Nobel de Literatura de 2010 junto a su antigua pareja, la UE prepara 1.000 millones de euros más para que los ciudadanos ucranianos maten rusos.
Sergei was almost halfway into a 19-year prison sentence for murder when he was recruited to fight with the Kremlin-backed Wagner group.
— CBS Mornings (@CBSMornings) February 6, 2023
He and fellow recruit Vlad told CBS News that those who refuse orders are made to dig their own graves, before being killed and buried. pic.twitter.com/yw8MJDmsPK
Hay tantas cosas que se podría hacer con ese dinero… y tantas otras que se hubieran podido lograr con las vidas de los cientos de miles de personas que ya perdieron la suya por esta guerra, tan estúpida como todas las anteriores. “I hope the Russians love their children too” (Espero que los rusos amen también a sus hijos), escribió Sting en su canción Russians, en 1985. Seguro, seguro que los aman tanto como los ucranianos a los suyos. Pero esta guerra no va de amor, sino de intereses. Y, por supuesto, no contempla solamente los de Rusia y Ucrania.
Las últimas intervenciones dialécticas de China, alineada con la posición de Putin, impulsan el temor no tanto a que se cronifique el conflicto actual, sino a que se expanda por medio mundo. En Europa ya sabemos muy bien qué puede acabar sucediendo. Esperemos que los rusos, y todos los demás países, amen a sus hijos lo suficiente para no dejarles un planeta devastado, quizá demasiado parecido a los que muestran las series de ciencia ficción sobre el fin de los días.