Decir que las normas de Derecho político son difíciles de comunicar no es lo mismo que afirmar que saltárselas no tiene consecuencias.
Se afirma con demasiada ligereza que las formas ya no importan a nadie y que ni un solo voto se moverá de su sitio en defensa de normas como, por ejemplo, la mayoría de tres quintos necesaria para la reforma de una ley orgánica.
Es mucho más fácil captar la atención del gran público lanzando mensajes como "hay que hablar de las relaciones sexuales durante la menstruación" o "la política está secuestrada por el consenso del 78" que con la defensa de principios generales del Derecho como la proporcionalidad o el control interno de la contratación pública.
Sobre esta evidencia se ha construido la llamada "nueva política", desde Moscú hasta Washington, de norte a sur y de izquierda a derecha.
Es algo transversal que comparten muchos partidos políticos. Jarosław Kaczyński, presidente de Polonia y fundador del partido Ley y Justicia, indicaba esto a sus hermanos menores del oeste de Europa, remedando una supuesta frase de Gandhi: "Primero os ignorarán, después os insultarán, luego se reirán de vosotros, y después ganaréis".
Kaczyński les aconsejaba, primero, buscar el insulto. Así se colocaban en la escena y en una posición de víctima, que siempre es mucho más rentable que la de verdugo.
Después, que tratasen de encontrar una posición más banal, la burla. Porque el miedo tiene un techo muy bajo, sobre todo en las sociedades occidentales, y no es rentable.
Y, por último, la victoria vendría sola, como fruta madura.
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Esta era la estrategia que algunos partidos han convertido en manual do it yourself, como las instrucciones de montaje de un mueble.
Es la estrategia de épater le burgeois.
Pero no todo es comunicación. Las sociedades maduras con tradición democrática acaban penalizando el abuso del mensaje.
La comunicación es sólo una de las patas del taburete político. Una de las tres patas. Sin la comunicación, el mueble no se sostiene. Hay que seguir el manual y montarla bien. Pero ningún mueble se aguanta sobre el equilibrio de una sola pata. Hacen falta otras dos. Las más difíciles de comunicar, pero que dan solidez al taburete. Son el equipo de gobierno y las políticas públicas.
Durante los últimos años hemos visto y sufrido las consecuencias que tiene el descuido del equipo de gobierno. Pedro Sánchez pensó que con mucha imagen y poco equipo podría mantenerse durante toda la legislatura. O incluso diez años.
Pero este lunes lo vimos de nuevo. Sánchez no consigue desembarazarse de sus socios de Galapagar. Y con un equipo Frankenstein es muy difícil ganar elecciones.
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También hemos sufrido estos dos últimos años la falta de políticas públicas. Porque las 'leyes eslogan' no ganan elecciones. Las leyes que sólo tienen de interesante el título, como la del 'sólo sí es sí' o la ley trans, resultan inaplicables y provocan inseguridad y desconcierto.
Esto se paga electoralmente. A un alto precio.
No todo es comunicación. La Comisión Europea nos lo va a recordar de nuevo. Está preparando su informe sobre el Estado de derecho y volveremos a salir mal parados.
La patada a seguir que se ha hecho con la renovación del Consejo General del Poder Judicial no da igual, por mucho que lo afirmen los entusiastas de la comunicación. Las formas importan, y mucho. Benjamin Netanyahu ha sido forzado a dar marcha atrás en su reforma del Poder Judicial. Emmanuel Macron tiene las calles en llamas por su reforma por decreto.
Si hay una ley vieja que debería redescubrir la nueva política es que cuanto más madura es una sociedad, más valora las formas.