Estaba Yolanda Díaz charlando con un diputado de Esquerra en el patio del Congreso. Era un día de sol y andábamos unos cuantos periodistas mirando. Ella le decía a él que por qué ya no le traía jabones de aquella tienda de Barcelona. Llevaba Yolanda (a ella le gusta que le llamen así) un libro en la mano. De portada blanca y letras oscuras, en mayúsculas, fácilmente distinguibles: Cómo Shostakovich me salvó la vida (Antoni Bosch Editor).
Yo sabía apenas un par de cosas de Shostakovich, que había escuchado en casa a mis hermanos músicos. Que Stalin le jodió la carrera y que, pese a todo, persistió en la búsqueda de un espacio de libertad que le permitiera seguir componiendo a pesar de la URSS.
Me quedé con las ganas de preguntarle a Yolanda por qué Shostakovich. Tenía la cosa cierto interés. Cómo la primera vicepresidenta con carné del PCE desde la República se disponía a leer (o lo había hecho ya) un tomito acerca de cómo trataba el zar rojo a los artistas que pretendían ser libres.
Pronto me hice con el libro. Stephen Johnson, el autor, relata "cómo la música de Shostakovich se fue gestando bajo la época del Terror de Stalin y cómo logró dar forma a los miedos y esperanzas de un pueblo castigado por la guerra y la historia". Seguro que fue un absurdo prejuicio por mi parte, pero no me esperaba un libro así en manos de Yolanda. Sí lo imaginaba en las de alguien de PP o Vox.
Suelo fijarme en los libros que llevan los diputados al Parlamento. Llevar un libro hoy al Congreso es algo revolucionario. Porque el diputado sabe que el votante presume una sideral falta de lecturas en todos ellos. Entonces, algunos, ¡los audaces!, se lanzan… y procuran que se vea. Recitan para sus adentros lo de Celaya y las "armas cargadas de futuro".
Suárez Illana, por ejemplo, iba todos los miércoles a su butaca con un tocho sobre las víctimas de ETA. Abascal los sube a la tribuna: casi siempre sobre Historia de España. Y de ahí mi prejuicio. Todos los libros que había visto hasta lo de Yolanda revestían una conexión ideológica con sus propietarios. No había ni rastro de una secuela estilo Julio Anguita, que devoraba las obras completas de José Antonio. Hasta que me topé con la vicepresidenta.
Instalado por fin en la cafetería del Congreso, ante uno de esos pinchos tan baratos, me puse a imaginar. Pongamos que Yolanda esté pensando realmente en quitarle la caspa a Podemos y hacer una alianza nueva (no un partido) que trascienda las viejas herencias del XIX. Pongamos que Yolanda esté pensando realmente en alejarse de la deriva puritana con la que nos castiga Pablo Iglesias. Pongamos que Yolanda esté pensando realmente en armar una estructura que no maltrate a los disidentes.
Para todo eso, nada mejor que la biografía de Shostakovich. De hecho, tras ver la entrevista de Yolanda con Évole, creo percibir en ella cierto síndrome Shostakovich. Si el compositor fue aupado por las autoridades oficiales, Yolanda fue ungida por el dedo de Iglesias. Y cuando los dos estaban en la cúspide, cayeron atacados por el poder oscuro.
Yolanda está padeciendo escala siglo XXI los sufrimientos de Shostakovich: un varón poderoso le dice continuamente cómo tiene que actuar, cómo tiene que hablar, a quién tiene que empoderar. Yolanda es la Lady Macbeth de Shostakovich, la ópera férreamente censurada por el Partido. Yolanda languidece en Canal Red; Shostakovich fenecía en el Pravda.
Yolanda quiere crear sin tutelas, dibujar sus propias listas electorales, escribir sus eslóganes y alumbrar un tiempo nuevo. Yolanda, por fortuna para todos, lo tiene mucho más fácil de lo que lo tuvo Shostakovich, aunque el concepto que ostenta de sí misma quizá le haya llevado a imaginarse en la piel del compositor durante la lectura del libro.
Pablo Iglesias lleva razón en una cosa: no se puede aparecer como "moderado" y tener carné del Partido Comunista. No es que Yolanda deba romper con Podemos si desea aparecer como savia nueva. Debe ir más allá, debe romper su carné del PCE. Si no, estará engañando a los militantes comunistas en particular y a los electores en general. Porque la Yolanda de hoy no propone un programa comunista, pero no se puede decir "nueva" y "de consenso" si paga la cuota del PCE.
Si Yolanda de veras sueña con componer su propia música, debe hacer lo que le habría gustado al músico ruso. Entonces ella, igual que el autor del libro, podrá decir tras las elecciones: "Shostakovich me salvó la vida".