Arrancar la campaña en la Casa Blanca de la mano del presidente de los Estados Unidos de América le ha puesto en bandeja el sarcasmo a los simpatizantes de Pedro Sánchez: "Pedro Sánchez reuniéndose con Joe Biden, y Feijóo en Badajoz, confundiendo Extremadura con Andalucía".

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Ya habrán visto el vídeo. Feijóo, efectivamente, confundió el jueves Extremadura con Andalucía. El presidente del PP supo sortear el lapsus con gracejo, pero también es cierto que el timing de la visita de Sánchez a la Casa Blanca parece diseñado por el peor enemigo de los populares. Claro que el PP tiene fácil respuesta: "Es de justicia que sea un presidente del PSOE el que arregle lo que Zapatero estropeó en 2003, cuando no se levantó al paso de la bandera de Estados Unidos, y un año después, cuando retiró a traición las tropas de Irak".

Y estarían en lo cierto. 

Pedro Sánchez en la Casa Blanca bajo un retrato de Abraham Lincoln.

Pedro Sánchez en la Casa Blanca bajo un retrato de Abraham Lincoln. EFE

Pero también sería cierto que Pedro Sánchez está enmendando lo que Mariano Rajoy no supo o no quiso enmendar porque eso de la política internacional, como todo, le parecía "un lío". Podemos discutir sobre los motivos, las intenciones y los incentivos de Sánchez, y ese debate será legítimo. Pero lo cierto es que hoy, a 13 de mayo de 2023, la posición internacional de España es la mejor desde los tiempos de José María Aznar. Y a caballo regalado no se le mira el dentado, señores del PP: ustedes recolectarán lo sembrado si ganan las elecciones generales de finales de año. 

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El PSOE ha dividido la campaña electoral en tres fases. La primera, la fase de maceración del electorado, pretendía solidificar el voto de los convencidos y de los votantes más rocosos del PSOE. De ahí las visitas de Sánchez a localidades o barrios de rancio abolengo socialista y sus vídeos (preparados, en efecto) con militantes del partido. De ahí también las propuestas sobre la vivienda, destinadas a tocar la fibra del votante socialista y convencerle de que este PSOE sigue siendo el de Felipe González

¿O es que creen casual la semejanza del lema de las "180.000 viviendas" con los "800.000 puestos de trabajo" del PSOE de los años 80? Eso es un dog whistle de manual. Es decir, un "silbato para perros", un mensaje emitido en una frecuencia que sólo puede ser percibida por determinados oídos. 

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La segunda fase, que grosso modo es la que se inició hace una semana y en la que estamos inmersos ahora, va dirigida a los jóvenes. Ahí encajan las propuestas sobre el Interrail y el aval para las hipotecas de los jóvenes.

El PSOE calcula que aproximadamente el 21% de los jóvenes no sabe a quién votará el 28 de mayo. La probabilidad de que acaben en la abstención es muy alta. Y esa sería una mala noticia para el PSOE, pues los socialistas son el partido más votado en la franja de edad entre 18 y 24 años, con un 22,6% de intención de voto. Todos los demás partidos, incluido Sumar, están por debajo del PSOE en este sector demoscópico.

Ahí encaja también, por cierto, ese vídeo promocional del PSOE que parece rodado por la productora Little Spain y cantado por C. Tangana, los "modernos" oficiales de este país, y que demuestra que, en el terreno estético, los socialistas siguen a años luz del PP. 

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La tercera fase, que empezará a finales de la semana que viene y que ocupará los diez últimos días de campaña, será la de la arremetida final. Ahí el PSOE bombardeará a los electores más desideologizados y desmovilizados con actos masivos, buzoneos, llamadas telefónicas, Facebook y Twitter.

Será la fase "emocional" y más abiertamente populista. Y ya sabemos lo que quiere decir eso en el PSOE: "necesitamos tensión". El PSOE dibujará una España progresista amenazada por las hordas retrógradas de la extrema derecha y apelará a las tripas de los españoles con el mensaje "sé quien quieres ser y resiste la arremetida de esa extrema derecha que pretende devolverte a la cueva (si eres hombre) y a la cocina (si eres mujer)". 

La estrategia es meridiana. Primero, fortificar las posiciones. Segundo, enardecer a las fuerzas de choque. Tercero, bliztkrieg contra el enemigo. 

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Sin embargo, dos chinas se han colado en los zapatos del PSOE. Ya lo decía el boxeador Mike Tyson antes de saltar al cuadrilátero: "Todos mis rivales tienen un plan hasta que les suelto la primera hostia".

La primera 'hostia' es la de ETA, que ha pillado a Moncloa en fuera de juego y que ha obligado a ministros y candidatos a huir a la carrera cuando se les plantea la cuestión de las listas de EH Bildu.

La segunda, la batalla campal de Barcelona entre vecinos de la Bonanova, okupas, Desokupa y mossos d'esquadra, que ha desviado el foco de la atención mediática a terrenos que no le convienen nada al socialismo. 

Porque la de la okupación es una de las hogueras de voto más fieras de todas las que hoy arden en España. Y a la vista está que el PSOE ha calculado mal el impacto de la polémica (y de su seguidismo de las tesis de Podemos en favor de la okupación).

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La okupación, la idea de que un delincuente puede hoy entrar en tu casa y quedarse a vivir en ella mientras el Gobierno le defiende, la policía le protege, los jueces le amparan y tú eres obligado a pagarle los suministros, los impuestos y, por supuesto, los destrozos, es sin duda alguna uno de los mayores símbolos posibles del despotismo y la arbitrariedad de un Estado contra sus ciudadanos.

Y el PSOE, que es un maestro de la manipulación emocional, debería saber que el debate sobre la okupación es de una visceralidad extrema y que apela a los instintos nucleares del ser humano. Esos que dicen que cualquiera que amenace a su familia, su clan o sus propiedades es un tirano y debe ser derrocado. El de España es el único gobierno europeo que parece desconocer lo que otros tienen meridianamente claro.

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Oído en las cercanías del cuartel general socialista: "Estamos en un punto en el que no nos importa tanto que nos voten a nosotros como que voten a cualquier partido de izquierdas. Como si escogen a Yolanda Díaz. Nos da relativamente igual. Lo que necesitamos no es ganar, sino que el bloque de la izquierda supere al de la derecha". 

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La política de bloques, en resumen, es la nueva normalidad y el PSOE ha asumido ya que tanto ellos como el PP no volverán a gobernar solos nunca más, salvo contadas excepciones. Que esas contadas excepciones sean fortalezas del PP (Galicia, Madrid, Andalucía) no es tan buena noticia como parece porque confirma que el PSOE ha conquistado un terreno del que ha expulsado a los populares: la posibilidad de sumar con una amplia baraja de partidos de izquierdas y nacionalistas.

Y esa es la condena de Feijóo. Porque sin una mayoría absoluta o cuasi absoluta estará condenado a un gobierno con Vox que reproducirá el tormento de Pedro Sánchez durante los cinco últimos años. 

Con la diferencia de que la oposición que harán el PSOE, Podemos, Sumar, ERC y Bildu a un gobierno del PP con Vox no será, ni por asomo, el tipo de oposición que ha hecho el PP al gobierno del PSOE con Podemos, ERC y Bildu. Habrá turbulencias, habrá calle, habrá mucha televisión y habrá muchos editoriales.

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Anteriores entregas de Maldades de campaña:

Día 1 de campaña: La campaña empieza en Barcelona con la tradicional pegada (de mamporros)