No busquen en Madrid lo que se encuentra en Andalucía. El fracaso de la izquierda es patente en el color azul que ha teñido el sur de España con el triunfo del Partido Popular en todas las capitales andaluzas menos Jaén, donde gobernará sin embargo con Vox.
La pérdida de poder para el socialismo (considerando que con las diputaciones provinciales está en juego el control de casi 2.800 millones de euros) es evidente.
La pérdida de control territorial de la izquierda en todo el país es incontestable.
El Partido Popular le ha arrebatado al PSOE, sobre todo, la joya de la corona. Andalucía fue un feudo de la izquierda durante 40 años. Y el mensaje de esta cita electoral es claro: el histórico granero de votos del socialismo se ha secado, incluso en las capitales y las diputaciones. El efecto Moreno Bonilla se ha extendido a los ayuntamientos y el Partido Popular ha conseguido así ganar mucho terreno en el centro político.
Lo que ha ocurrido en Andalucía apuntala una tendencia que ya no se encuentra sólo en Madrid y que es clave en tiempos de multipartidismo: el PP es capaz ya de arrastrar votos de la izquierda desencantada.
Esto, unido a la orfandad en la que se encuentra el voto feminista y al hundimiento de Podemos como un socio útil para el PSOE dibuja un panorama mortal para el socialismo, que le deja en bandeja la victoria en las generales a Feijóo.
El Partido Popular puede decir ya que cuenta con más de una fórmula territorial de éxito más allá del fenómeno Ayuso. La suma de votos con la que el PP ha conseguido aventajar al PSOE es el escalón que aúpa ya a Feijóo a la calesa con la que entrará en la Moncloa.
La misma Moncloa que se empeñó, erróneamente, en presentar estas elecciones como una carrera nacional con Ayuso como la principal contrincante a batir. Ahora, con la aplastante victoria de la presidenta de la Comunidad de Madrid, intentarán cambiar el discurso y volverse prudentes: España no es Madrid, Feijóo no es Ayuso y en las autonómicas y municipales se vota en clave local.
Estos argumentos saltan por los aires ante la caída de los bastiones andaluces. El PSOE ni siquiera podrá colgarse la medalla de Barcelona con vistas a la cita de las generales.
Este vuelco electoral también permite diagnosticar que las multicoaliciones de la izquierda tienen fecha de caducidad (y que huelen a rancio cuando expiran).
De cara a las generales, los resultados de Andalucía avisan de que lo que ha pasado en España este 28-M no es un giro electoral que pueda resolverse con una campaña de comunicación ingeniosa. Lo que ha ocurrido no es reversible con un eslogan más inteligente y un par de candidatos carismáticos.
Es una transformación social que requerirá una reflexión muy sincera. No sólo del PSOE, sino de la izquierda en su conjunto.
Lo que ha vivido Andalucía es el eco del trabajo de Moreno Bonilla. Pero también es el producto de una buena gestión, de una buena campaña y de una buena propuesta. Si el Partido Popular mantiene el impulso de estos resultados, la izquierda se verá (todavía más, si es que eso es posible) contra las cuerdas.