Dani Alves la perdona. El exjugador del Barcelona, en su primera declaración pública desde hace cinco meses tras ingresar en prisión acusado de una violación, ha hablado para decir que está tranquilo. Que su conciencia también lo está y que perdona a la mujer con la que tuvo sexo en una discoteca y quien, según él, miente.
Uno puede imaginar que semejante argumentario responda a una estrategia (extraña, pero estrategia al fin) relacionada con su voluntad de abandonar el centro penitenciario de Brians 2. Pero también puede uno intuir la indignación de la mujer al ser perdonada por su presunto agresor.
Si lo que ha pretendido el futbolista con esta línea de actuación en El programa de Ana Rosa es construir una imagen de bondad al perdonar a su supuesta víctima, y con ello contribuir a un ambiente que permita una próxima liberación, ese parece un escenario lejano, y probablemente estas declaraciones no ayuden a que ocurra.
A la falta de credibilidad que se le ha atribuido desde el inicio por sus continuados cambios en la narración de los hechos se suma lo poco creíble que resulta eximir de toda responsabilidad a alguien que te ha arruinado la vida de manera supuestamente injusta y gratuita. Él nunca ha hecho daño a nadie, asegura el jugador, "y a ella aquella noche tampoco". Sin embargo, sus frecuentes incoherencias al referirse a aquella jornada no parecen sostener con solvencia este discurso.
En todo caso, dentro de las muchas opciones que tiene uno para destrozarse la vida, la escogida por el futbolista de la selección brasileña ha resultado del todo certera. En Navidad, cuando jugaba para el Pumas, ganaba unos 300.000 euros mensuales correteando por la banda derecha del club mexicano. Después de su visita a la discoteca Sutton del 30 de diciembre pasado, y tras los hechos de los que se le acusa, ha perdido su libertad, le ha abandonado su mujer y vive desde entonces rodeado de rejas.
Resulta extraño imaginar a un gran deportista, como ha sido Alves, en una cárcel. Pero, sin embargo, le ha sucedido a un buen número de ellos.
Carlos Monzón, excampeón del mundo de boxeo, fue condenado a once años de cárcel por matar a su segunda mujer.
Otro boxeador, el mítico Mike Tyson, fue condenado a seis por violación.
Al excapitán de la selección francesa de rugby, Marc Cécillon, le condenaron a catorce años por asesinar a su pareja.
El conocidísimo exjugador de fútbol americano O. J. Simpson permaneció nueve años en prisión por secuestro y robo a mano armada.
Pero hay muchos más casos. Entre ellos el de Boris Becker, que fue condenado a dos años y medio por delitos económicos. O Ronaldinho, que pasó algo menos de medio año en la cárcel por falsificar un pasaporte.
El otoño traerá la liberación o la condena definitiva del defensa brasileño después de que la Audiencia de Barcelona acordara mantener la prisión preventiva el pasado 12 de junio al apreciar riesgo de fuga permanente. Alves, posiblemente uno de los mejores laterales que haya tenido el club catalán y la selección de su país, no disfrutará de ningún espacio de libertad antes del juicio.
Tras los meses de verano puede que también llegue algún sosiego para la joven de 23 años que lo acusa, si considera que se ha hecho justicia. Eso que siempre quiso, y lo único que buscó en todo momento, según declaró a la Policía. La chica nunca quiso notoriedad, ni tampoco dinero, sólo justicia. El futbolista brasileño, en todo caso, con la conciencia tranquila y sus noches en paz, la perdona.