Pornhub, el gigante de la pornografía en internet, está en guerra. La plataforma ha decidido bloquear el acceso a sus páginas en los estados de EEUU que exigen verificar la edad de los usuarios. 

Luisiana fue el primer Estado en el que se aplicó esta ley. Pornhub quiso cumplirla y el tráfico cayó un 80%. Así que la compañía dijo que se acabó porque, ay, la privacidad de sus usuarios era lo más importante. 

Resulta que bastaba con exigirles que los menores no se pasearan por sus páginas para poner al descubierto su mayor vulnerabilidad. 

Montaje de una persona con un ordenador y el logo de Pornhub.

Montaje de una persona con un ordenador y el logo de Pornhub. iStock Omicrono

La industria pornográfica ha conseguido ser mainstream y estar forrada. Ha conseguido ganarse la fama de poderosa e intocable. Incluso ha logrado que se vincule su modelo de negocio con los discursos más liberales. Pero, pese a vender cuerpos, no ha conseguido lo más importante: ser sexy. 

Mientras personas de todo el mundo se dejan escanear sus esferas oculares a cambio de dinero por la empresa de Sam Altman, resulta que ningún usuario de pornografía se presta a subir su documento de identificación. Por mucho que lo intente, Pornhub no engaña a nadie como abanderado de la causa de la privacidad y la libertad de expresión. Por favor, que estamos hablando de la sociedad que está construyendo su estilo de vida sobre la venta de sus datos personales. 

Aquí, la simple y llana realidad es que casi nadie quiere ser identificado como consumidor de pornografía. Y ese es el gran fracaso de la industria pornográfica. 

Las leyes de Estados Unidos no serán las más eficientes. Cualquiera que tenga un mínimo conocimiento de cómo funciona una VPN puede saltarse el veto de acceso. Pero están sirviendo para poner las cartas sobre la mesa y para que quede patente lo vacíos que están los discursos que asocian la pornografía con la libertad. 

"Todas las mañanas me levanto y pincho en soft porn", dijo nunca nadie con orgullo. 

Por supuesto, todo el mundo tiene derecho a la intimidad y a la privacidad. Y el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Pero es un alivio empezar a reconocer que nos han engañado con la pornografía. 

Nos cuentan que el porno forma parte del desarrollo sexual sano de la persona, especialmente de los niños y los hombres. Quienes, como todo el mundo sabe, son medio animales que solo piensan con el pene. 

Y, por supuesto, cuando la industria necesitó expandir su nicho de usuarios, se lanzó también a la yugular de las mujeres con un marketing similar al de las compañías de tabaco en su momento. "Desnúdate y te empoderarás".  Y si quieres ganarte un dinerito extra, OnlyFans es la respuesta. 

¿Quieres saber si una industria de verdad te ofrece libertad? Mira a ver qué mensaje te cuenta sobre ti, sobre quién eres, sobre lo que te define y sobre dónde está tu dignidad. 

[Pornhub, acusada de recolectar datos de millones de usuarios de forma ilegal]

Tan extendido está el uso de la pornografía que es ridículo pensar que el rechazo a identificarse como consumidor se debe a una culpa cristiana que hay que deconstruir. 

Aunque ahora no esté de moda hablar de la conciencia, algo de eso hay en la reticencia a subir tu DNI a una plataforma de pornografía. Unir tu identidad a una web con una pestaña de "porno padre-hija" violenta algo en el ser humano. 

Aquí la realidad es que Pornhub ha conseguido un ejército de adictos, no de orgullosos empoderados. 

Los datos están ahí, para quien quiera consultarlos. Las mujeres que se meten en la industria del sexo quedan atrapadas en un bucle de arrepentimiento y problemas de salud mental. Y eso las que no son directamente víctimas de trata.

La mayoría de los hombres que consume pornografía siente vergüenza en cuanto termina el orgasmo. Los consumidores de pornografía tienden a estar menos satisfechos en sus relaciones, menos comprometidos y son más laxos con la infidelidad. 

Desde luego, para ser sano y liberador, no suena como el camino ideal a la felicidad. Afortunadamente algo hay en el ser humano que le recuerda que no está hecho para lo que ofrece el porno.

Para destrozarse la afectividad. Para sustentar un negocio basado en la cosificación de la persona y en generar dependencia desde la adolescencia. Para hundirse en una adicción que anula sus relaciones personales. Para tratar aquello pensado para la conexión con otro ser humano como un botón de liberador de químicos efímero. 

Llámalo conciencia o fallo en el marketing. Pero disfrutémoslo mientras dure y allá se hunda Pornhub.