Así cayó el muro de Berlín y así cayeron las acciones de Aena, con una comunista traspapelada anunciando por error el fin de una era. Y si la primera vez sirvió para certificar la tragedia, la segunda, ya se ve, sólo podía servir para anunciar la farsa. La farsa que se consuma cada vez que se anuncia un cambio histórico en nuestro país y la farsa que es nuestra particular perestroika.
Una perestroika que tomará las múltiples formas que tome, con o sin cambio constitucional y con o sin cambio de "modelo productivo", pero que lo hará en la mismísima dirección de siempre. Hacia poniente.
Si con Fukuyama podíamos ver en la llegada de los televisores y los McDonald's a Rusia el símbolo de la victoria occidental, nosotros podemos ver en la proliferación de empanaderías argentinas el de nuestra más profunda derrota.
Vivimos una argentinización en ciernes que sólo limita, o al menos disimula, el hecho de que seamos todavía súbditos de la Unión Europea y de sus políticas monetarias.
De ahí que, puestos a elegir entre el gentil despotismo bruselense y el peronismo de la izquierda quincemesina, los españoles hayan preferido quedarse con lo mejor de los dos mundos y estén ya esperando entusiasmados la próxima aprobación de la Ley de Cuidados, "en coherencia con la Estrategia Europea de Cuidados".
Y aplaudiendo, mientras tanto, la promesa de ver reducida su jornada laboral sin ver afectado su sueldo ni su productividad. No hace falta decir que con una inflación como la que venimos sufriendo, trabajar menos horas y cobrar lo mismo es perfectamente posible y nos dejará mucho más tiempo libre para gozar de nuestro progresivo empobrecimiento.
Y es, de hecho, incluso conveniente. Porque cuando logremos empobrecernos lo suficiente, podremos tener a dos trabajadores para hacer lo que en otros países o en otros tiempos haría uno solo, mejorando así, y mucho, las lamentables cifras de paro.
La inflación, es sabido, es la mejor aliada de la argentinización.
Y el sueño húmedo aquí es ir construyendo una nación de ratas peleando por un churro con música de Linkin Park de fondo. Donde los churros, la música y la consecuente mala leche se financian con fondos europeos y se parten y reparten desde el Ministerio de Cuidados de la muy honorable señora Pam.
Porque cuanto más pobres, más necesarios son los cuidados.
Sumar defiende que Yolanda Díaz y Pedro Sánchez utilicen el Falcon a la vez que prohíben los vuelos cortos a los ciudadanos:
— Wall Street Wolverine (@wallstwolverine) October 25, 2023
“Las responsabilidades de un jefe o una jefa de Estado justifican que hayan situaciones excepcionales”.
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Es la misma lógica que en la política de alquiler, donde no se reduce el precio, pero sí la oferta, y donde la poca oferta y los pocos recursos que quedan van quedando en manos del Gobierno. Parque público de alquiler y ayudas concedidas con criterios lo más opacos y arbitrarios posibles en función de los sucesivos intereses electorales.
Un sistema de reparto de cuidados, que es necesariamente un sistema clientelar, donde el ciudadano depende cada vez más del Estado y de la generosidad de sus gobernantes, incluso para tener un techo bajo el que dormir y la pastillita para conciliar el sueño.
Viendo la magnitud de los problemas que tenemos, el nerviosismo de nuestros políticos con el ascenso de Milei allende los mares sería un tanto sorprendente, pero es tan sintomático como lo de las empanadas. Hay por aquí una cierta "envidia de pena" que ha llevado a tantos líderes izquierdistas a cruzar el charco para aprender de los ministros del 139% de inflación. Y una cierta envidia de Milei por la claridad del diagnóstico y la radicalidad de su oposición, mientras aquí vemos la decadencia sin saber ni poder combatirla.
Por eso Sánchez aprovechó para acusar a Ayuso de apoyar al candidato "ultraderechista" y por eso aprovechó Ayuso para insistir en que espera un cambio en Argentina. Pero sin citar a Milei, porque ni Ayuso se atreve todavía a tanto.
Pueden estar tranquilos. Todavía es pronto para un Milei, y no será Ayuso. Falta todavía mucha pobreza y mucha red clientelar por construir. Pero todo llegará.