Se cumplen 45 años del estreno de La vida de Brian. Una película de Monty Python que dejó escenas memorables que hoy serían censuradas. Como aquella en la que un grupo de activistas contra los romanos discuten el género de uno de sus miembros en las gradas del Coliseo.

"Quiero ser una mujer. Desde ahora quiero que me llaméis Loreta, es mi derecho como hombre", dice Stan. Y abunda: "Quiero tener hijos. Los hombres también tienen derecho a tener hijos si quieren".

"No me oprimas", le replica luego Stan a un compañero que le asegura que no puede tener hijos porque no tiene matriz.

"No puede parir, pero sí puede tener el derecho a parir", apunta Judith.

"¿De qué sirve defender su derecho a parir si no puede parir?", pregunta uno de los activistas.

"Es un símbolo de nuestra lucha contra la opresión", contesta otro.

"Es un símbolo de su lucha contra la realidad", sentencia el primero.

Quién iba a pensar que una parodia de lo absurdo rodada a finales de los años 70 iba a ser el pan nuestro de cada día en 2024. A España concretamente llegó la inefable Ley Trans, aprobada hace un año, que ha dado lugar a casos como el que sigue, que recogió el pasado lunes el Diario de Sevilla.

Francisco es una militar sevillana de 41 años que ha decidido registrarse como mujer simplemente porque dice sentirse mejor hablando con mujeres que con hombres. Su reclamación es poder cambiarse en los vestuarios femeninos, para ponerse las botas militares, porque "no podía seguir utilizando un vestuario contrario a mi género".

Lo más llamativo de la soldado Francisco, que no ha modificado su nombre de varón, es que su aspecto es el de un hombretón. Luce barba, mide más de 1,90 y viste con ropa masculina. Además, le gustan las mujeres y, por lo tanto, ahora es lesbiana.

O sea, sigue la famosa teoría inductiva pero a la inversa. Si parece un pato, nada como un pato, y grazna como un pato, entonces probablemente sea una oca.

Casos como el suyo, que ni siquiera requieren de informes médicos que acrediten una disforia de género, dejan en evidencia la disparatada Ley Trans aprobada por el Gobierno de Pedro Sánchez, en una reductio ad absurdum, convirtiendo una legislación estatal en una chirigota de chichinabo. Nunca mejor dicho.

Apunta al hilo de la frivolización de lo trans Douglas Murray en su libro La masa enfurecida que "es difícil persuadir a la sociedad que altere casi todas sus normas sociales y lingüísticas para darles cabida. La sociedad puede tolerarte, puede desearte lo mejor. Pero el hecho de que te guste ponerte pantalones de mujer no es razón para obligar a todo el mundo a que utilice unos pronombres nuevos. Ni para modificar los baños públicos".

Teresa Giménez Barbat, en su reciente libro Contra el feminismo, escribe que "el feminismo hegemónico ha permitido unas leyes tan injustas que ignoran ferozmente los derechos, las libertades y la presunción de inocencia de la mitad de los ciudadanos. La balanza se decanta tan exageradamente al otro lado que hemos conseguido que algunos hombres incluso piensen en cambiar su sexo registral sin ser trans".

Con esta afirmación de la que fuera eurodiputada coinciden, según el CIS, el 44,1% de los hombres y el 32,5% de las mujeres españolas. Todos ellos opinan que se ha llegado tan lejos en la promoción de la igualdad que ahora se está discriminando a los hombres.

¿Acaso la soldado Paco no ha sido más lista que nadie acogiéndose a las ventajas legales, penales, administrativas, laborales y etcétera que hoy tiene ser mujer en España sin renunciar a los beneficios naturales que conlleva ser hombre amparándose en una surrealista legislación y todo lo que le cuelga?