Dani Alves es un violador: al menos esto lo tenemos claro. Me gusta escribirlo: "Vio-la-dor". Hay que nombrarlo porque las palabras se conquistan y por el camino se sangran. Dejan reguero. Antes a lo mejor hubiéramos dicho (la sociedad, las instituciones hubieran dicho) "abusador sexual", que a saber qué es. No te queda claro el nivel de intromisión, el nivel de violencia, el nivel de humillación, el nivel de desgracia que te genera el sujeto. Hoy decimos "violador". Bueno. Eso que nos hemos llevado de la torpísima y obtusa ley de Irene Montero que excarceló a otros violadores como él, aunque a veces les nominaran en plan soft.

Es cierto que cuando la terminología social pasa a ser terminología jurídica se da un paso. Pero ¿cómo de relevante es este paso? 

Yo digo que esto es una especie de victoria moral, un éxito cultural relativo, un ejemplo de didactismo. A efectos prácticos, poco más. 

Dani Alves, durante su juicio en la Audiencia de Barcelona.

Dani Alves, durante su juicio en la Audiencia de Barcelona. Gtres

La Audiencia ha considerado probado que el futbolista agredió sexualmente a la joven de 23 años y que lo hizo con violencia. Pienso en esa chica, cuando aquel 31 de diciembre de 2022 salió de casa con dos amigas y entraron en una discoteca a pasarlo bien a la caída del año. Pienso en el camarero al que Alves se acercó para pedirle que invitase a las tres chavalas a su zona VIP, como quien dicta al carnicero del barrio qué piezas prefiere llevarse hoy al plato, una vez vistas y seleccionadas desde el mostrador, aún relucientes y por masticar.

Alves es el tipo de hombre que piensa que pagando un reservado paga todo lo que hay dentro de él. Y lo peor es que, de alguna manera cruenta, esta sentencia no le ha quitado esa idea.

Si el violador no hubiese podido abonar los 150.000 euros solicitados como hizo, como realmente no le costó nada en absoluto hacer teniendo en cuenta su capacidad económica (no más que una llamada, no más que un insignificante movimiento de la cuenta bancaria, un scroll tonto, un match con sus propios privilegios), este fallo sería más duro. 

Y lo sería porque, a pesar del lavado de cara de la judicatura en la cuidadosa ¡y jabonosa! redacción del texto, allá donde nos enseñan que un "baile insinuante" no significa "carta blanca" para penetrar a nadie golpeándole contra el suelo (la verdad es que no teníamos ni idea, esperamos que a Carlos Vermut le sirva), la horquilla aplicada en este caso ha sido la menor.

4 años y medio de los 12 posibles (los mismos que pedía la víctima) y de los 9 que pedía la Fiscalía. 4 años y medio para el jugador que intentó obligar a una mujer a que le practicara una felación, el que la abofeteó e insultó y el que finalmente la giró para penetrarla con fuerza hasta eyacular en su interior. 4 años y medio.

Lo dice la abogada de la acusación: el violador no ha hecho ningún esfuerzo. Ni moral ni económico. 

¿Le importa, a Alves, que las feministas podamos llamarle "violador" llenándonos la boca? Quizás paga con gusto esa palabra, y en cash, si se ahorra casi cinco años a la sombra de los pinos de la trena.

¿Realmente afecta en lo esencial al agresor que en la calle le llamen "violador" (vio-la-dor), si la sentencia le está llamando "violadorcillo"? Esto es así porque se le ha condenado como a un violador de poca monta dentro de lo que permite el marco legal selladito por Montero. Hoy Alves queda descrito como un agresor que no es tan peligroso para la sociedad. Un delincuente guay. Un tipo que tampoco necesita reinsertarse tanto, porque está genial, vamos, le faltan dos flecos para la urbanidad y la civilización. Está a puntito de caramelo. Esto lo resolvemos en nada. Ya lleva 13 meses en la cárcel. Le quedan dos telediarios.

Esta sentencia es ridícula, miserable y meramente simbólica: no me extraña teniendo en cuenta lo que ha sido el feminismo institucional en los últimos tiempos. No me extraña, teniendo en cuenta con lo que se ha conformado. Lo que hoy jalea. Lo que hoy, tontamente, celebra. Esto es una victoria pírrica y espero que a Pam, esta noche, se le presente en sueños. 

¿Qué más da que podamos llamar "violador" a Alves si sigue saliendo tan barato violar? ¿Cuándo fue que la izquierda se contentó con las palabras y no con los números? 

Alves ha disfrutado de atenuantes por haber apoquinado. Por ser rico. Mañana será igual: los violadores con fajos volverán a la mansión. Y los violadores pobres a chirona. Yo quiero a todos dentro. 

Este es nuestro país. No hay nada nuevo que celebrar.