Hay un rumor de sables en Europa, pero como ya no hay sables, hay rumor de burócratas. Burócratas de muchas lenguas que hablan de guerra como quien habla de los tipos de interés.
Esgrimen un bolígrafo en Bruselas y apuntan la necesidad de fabricar más armas, de que los críos vuelvan a hacer la mili, y ponen Europa patas arriba como si el siglo XXI nos lo hubiesen embargado y volviéramos al siglo XX en un instante. Hay un rumor incierto mientras nos cercan las guerras que otros libran por nosotros.
Guerra en Ucrania: aquellos aliados nuestros que son las puertas orientales de Europa. Ucrania, que no podía perder, como dijo Borrell, porque Europa dependía de ello. Y aunque ya no abra telediarios, ni los cierre, va perdiendo. Guerra en Israel…
Y ahora, Ursula von der Leyen mentando todos los días la posibilidad de una guerra en Europa como para poder decir aquello de "eso ya lo dije yo", que es con lo que se conforman los políticos de su gestión.
Y mientras tanto hablan, sin hablar, alegremente de una Tercera Guerra Mundial. Aunque nadie se atreva a ponerle nombre.
Y aquí estamos, tanto dinero en traductores, en embajadas, en relatores, en derechos humanos en Cataluña, para hablar a la ligera de guerra. Es lo que tiene confundir la diplomacia con el chantaje, la diplomacia con la debilidad.
En Dinamarca proponen recuperar el servicio militar obligatorio, incluidas las mujeres, y en España sólo hay que escuchar a un ministro socialista diciendo que algo no ocurrirá y echarse a temblar. Como cuando el de Sanidad y Fernando Simón vaticinaron al comienzo de la pandemia que habría tan sólo "un caso o dos".
Por eso cuando Margarita Robles dice que no habrá mili obligatoria en España, pienso en los pies planos de mis hermanos… Pero de una guerra no salvan los pies planos, ni a sus hijos tampoco.
Europa, hablando a la ligera de un conflicto mundial, como se hablaba durante la pandemia de vulnerar derechos, con esa parsimonia. Desde que la política no consiste en salvaguardar el presente para asegurar el futuro de las próximas generaciones, todo se acelera. Y España funciona igual, más indignada por las guerras de nuestros antepasados que por las de nuestros descendientes.
Europa, calmada durante ochenta años consecutivos, es como un volcán. Algunos se olvidaron de que lo excepcional, lo valioso, es la paz. Por eso hablan hoy de ella con esa futilidad. Pero ver a los políticos hablar superficialmente de guerra da más miedo que el famoso botón nuclear.