Dolorido, con una paliza encima de agárrate y no te menees, entumecido como Sancho Panza tras el manteo, subo la empinada cuesta de la calle Zurita más feliz que un chiquillo. El barrio madrileño de Lavapiés hierve de mestizaje y verano prematuro, sabe a falafel y huele a aceite de costo. “Cuando vengas a Madrid chulapa mía, voy a hacerte emperatriz de Lavapiés”. Poco más que escribir. 

Noche de viernes, entra en escena José Viyuela Castillo, 60 castañas, de Logroño, y no me quito de la cabeza a Filemón Pi. Al payaso le faltan los tres pelos del personaje dibujado por el maestro Ibáñez, pero a mí me recuerda mucho a Filemón. En el Teatro del Barrio te dejan meter la priva dentro. La obra agarrado al botellín entra mejor. La puerta del escenario acaba de cerrarse y el clown queda encerrado entre las tres paredes. Nadie se ha reído aún.  Durante unos pocos minutos la obra podría escorarse al drama y no pasaría nada. Hoy no. Encerrona es el título del tour de force en el que Viyuela juguetea con tu sorpresa. 18 euros.

'Encerrona', de Pepe Viyuela.

'Encerrona', de Pepe Viyuela. Andrés Rodríguez

Aplaudo a Pepe Viyuela hasta que ya no sé cómo poner las manos. Busco entre el público quien la dueña de aquella risa que me ha dado un abrazo. No la encuentro. Está todo oscuro. No me da tiempo a encontrarla porque otro aluvión de carcajadas se la lleva en volandas. El viernes en Lavapiés me sentí tremendamente vulnerable. ¿Por qué? “El circo es un sueño común nacido de la vulnerabilidad y el sobrecogimiento ante lo que no es posible explicar con palabras, algo que va más allá de la literatura, que escapa de la expresión verbal y conecta con impulso atávicos, con el movimiento y la danza, con la tensión del músico y el miedo a acabar, a terminar, a caer del trapecio” escribe Viyuela. 

La editorial Pepitas de Calabaza se está moviendo para dar visibilidad al circo. Acaban de reeditar la Biografía del Circo que el dramaturgo Jaime de Armiñán escribió en 1958. He tenido suerte y en la web profunda pude comprar una primera edición. Ahora tengo dos la original y la reedición. El libro me llega recomendado por Aránzazu Riosalido, directora del Circo Price, que este mes publica mano a mano con su amigo el payaso, también en Pepitas de Calabaza Mil Novecientos Setenta Sombreros una novela sobre la historia del circo madrileño.

Tras la función, Pepe Viyuela me ha pegado tal revolcón que camino haciendo eses. Me duele todo. ¿Cómo que entré sin dolores y ahora deambulo borracho de euforia? Llevo casi dos horas riendo con un tipo calvo, bajito, que gruñe, regaña, te hace cantar, se mete dentro de una silla, se enamora de una guitarra pero la guitarra se burla de él, que corre a cámara lenta… Me he tenido que quitar las gafas porque se me empañaban. He pasado la tarde del viernes en el Teatro del Barrio, una de las salas de teatro popular más combativas de la ciudad, compartiendo oscuridad con un centenar de desconocidos, contagiado por las risas de gente a la que ahora siento hermanada, zarandeado por las muecas, los saltos, las tonterías de un payaso. La capacidad de la risa para contagiarse es el condimento secreto del payaso. Pepe Viyuela es un médico de la risa. Es docto en absurdos. Es un chaman de la pena. Pepe Vihuela es historia viva del circo. Es la cabeza de cartel de un póster que nadie pega ya por las calles porque no hay carpa montada. Los que piensen que el circo está en decadencia porque el animalismo lo desterró que se lo hagan mirar. Basta un vistazo al Titirimundi o al Festival Internacional de Circo de Ávila.

Desconozco cuáles son sus dolores querido lector, si duerme poco, o mal, si aún conserva clavada aquella puñalada, ese disgusto, el luto por aquel amigo o si su corazón roto de amor no se recupera. Yo también tengo los míos, ¿y quién no? Pero lo que sí sé es que si una noche se deja llevar por este payaso tontorrón y sabio que ha compuesto una canción con letra “A, e, i, o, u”, puede que tire las medicinas, que beba menos o que deje de fumar. Encerrona es un mal título para el espectáculo de Viyuela porque debería llamarse “Curado”, pero claro, entonces no habría sala en España capaz de albergar un aforo tan inmenso de gentes necesitados de amor y risa. ¡Viva el circo! Larga vida a este payaso. Larga vida a Pepe Viyuela.