La vida desde una caseta en la Feria del Libro de Madrid es diferente. Resulta mucho más intensa y, también, más divertida. En especial para los editores, que querríamos que siempre fuera, cada día, Feria del Libro.

A la FLM va todo el mundo, los que leen y los que no. Los que devoran textos de las materias más complicadas y los que compran el producto de los influencers, muchos de los cuales firman su libro, pero ni siquiera lo han escrito. La Feria es, en el fondo, una especie de perfecto crisol humano que aparece cada año, durante tres semanas, en el Retiro madrileño.

Inauguración de la Feria del Libro de Madrid, en el Parque del Retiro de la capital, el pasado viernes.

Inauguración de la Feria del Libro de Madrid, en el Parque del Retiro de la capital, el pasado viernes. Alberto Ortega Europa Press

En la Feria los editores vemos de todo. Desde colas que envidiamos a otras que no tanto. desde autores que querríamos tener con nosotros a casi cualquier precio a otros que preferiríamos no haber contratado jamás aunque un día, aciago, lo acabáramos haciendo.

Notamos la incómoda frustración de los autores que no logran conectar con los lectores, y firman a nadie, o a casi nadie. Se trata de horas largas en las que se acumula la desilusión y el vacío. Es una experiencia dura para los primerizos, pero posiblemente necesaria, e incluso conveniente, para su crecimiento.

Sentimos, también, la alegría inmensa de autores que empatizan con sus lectores como si fueran de su propia familia. Muchos de estos encuentros parecen un ritual que, felizmente, se repite cada primavera. 

Entre estos últimos destaca Ramiro Calle, el gran profesor, el hombre que introdujo el yoga en España, el sabio de El Retiro. Calle, que firma su novedad La Ciencia de la Meditación, es el autor más cercano con sus lectores que yo haya conocido. Este año, en vez de repetirle algo así, le he trasladado lo contrario: "Ramiro, tus lectores: son ellos los geniales". Y también es así, esto también es verdad. Imagino que los lectores acaban tiñéndose, de algún modo, de alguna de las virtudes de los autores que admiran.

Los editores observamos también la desilusión del autor que escribió hace tres años un buen libro y que, sin embargo, ya no figura entre los destacados, en esa mesa/stand que cada editor muestra como su gran propuesta personal. Ahora hay otros autores que completan esa imagen de la editorial, otros títulos que conforman la nueva propuesta, repleta de escritores. Los nuevos aliados, que no estuvieron hace tres años y que, con suerte, también resultan reconocibles. 

A veces, en la Feria, brotan sorpresas notables y felices. El psicólogo y divulgador Ramón Nogueras escribió Por qué creemos en mierdas en 2020 y el libro apareció a la vez que la pandemia arrasaba el mundo. De hecho, salió a las librerías precisamente aquella semana tan amarga de marzo que probablemente todos recordamos.

En la editorial pensamos que sería una situación imposible y también irreversible para el libro -qué íbamos a pensar si los ciudadanos estábamos encerrados en casa-. Sin embargo, este fin de semana el autor firmará de ese libro la edición número 18, algo insólito para una propuesta seria en el ámbito de la Psicología.

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En la Feria también hay tiempo para celebrar el éxito de autores que un día tuvimos cerca, como David Jiménez, que acaba de publicar su novela Días Salvajes en Planeta. Kailas tuvo la fortuna de editar sus extraordinarios Hijos del Monzón y El lugar más feliz del mundo. El primero de ellos fue rechazado por numerosas editoriales, pero a nosotros nos encantó y continúa siendo uno de nuestros libros preferidos.

Lógicamente, no siempre es así. Pocas veces, pero sí alguna, a los editores nos ocurre que un autor a quien hemos mimado, defendido y promovido con su primer libro decide saltarse el cariño, y el contrato, y publicar, tras su éxito con nosotros, con otra editorial. A estos también los vemos en la Feria. Y, quizá sorprendentemente, también les deseamos, al menos íntimamente, felicidad en su nueva casa.

En ocasiones recibimos visitas inesperadas, y también majestuosas. María Luisa Moneo Tambo, de 104 años, acudió a la firma de la periodista Berta Álvarez Acal, autora de Recetas de Guerra. La anciana dejó su testimonio sobre la supervivencia durante los años 30 del siglo pasado en el libro que publica este mismo mes Álvarez Acal, que también es chef Le Cordon Bleu.

Pero este sábado ocurre algo incluso más insólito en la 301: acude José Luis Gutiérrez Muñoz. Este autor, víctima desde hace 20 años de esclerosis múltiple, a pesar de que solo puede mover su dedo meñique izquierdo nos visita para firmar La vida que no he vivido, su obra de memorias recién publicada, en la que escribe, entre otras cosas, de la alegría que persiste en su hogar, a pesar del avance de la enfermedad. 

Veinte años de existencia tiene también Kailas. Desde su caseta, rodeada por los libros y por los lectores, pasa la vida.