Dice Pedro Almodóvar que su última película es "la respuesta a los discursos de odio que oímos a diario en España".
Me vienen a la mente las palabras del filólogo Victor Klemperer en su libro LTI. La lengua del Tercer Reich: "En poquísimas ocasiones creo yo en el heroísmo cuando se presenta a voz en cuello ante la opinión pública".
El nuevo largometraje del director español es (entre otras muchas cosas, me imagino) un alegato en favor de la eutanasia. Almodóvar se ve un poco como un mártir de la cultura de la muerte tras recibir sus diecisiete minutos de aplausos en el festival de Venecia mientras pide el suicidio asistido en todo el mundo.
Pedro Almodóvar recibe una ovación de pie de 17 minutos en el Festival de Venecia, la más larga de esta edición
— EL ESPAÑOL (@elespanolcom) September 3, 2024
👉‘La habitación de al lado’, protagonizada por Julianne Moore y Tilda Swinton, se posiciona como clara favorita del público en una edición reñida. pic.twitter.com/LYQthOVpoA
Nuestro ministro de Cultura, Ernest Urtasun, ha felicitado al director por "una película conmovedora sobre el valor de la amistad, los cuidados y el derecho inalienable a una muerte digna".
Ay, la famosa "muerte digna". Ya decía Simone Weil que donde hay un grave error de vocabulario es difícil que no haya un grave error de pensamiento.
Se puede empatizar, comprender y compadecer a una protagonista que piensa, como han dicho durante la promoción de la película, que "el cáncer no me alcanzará si yo llego antes". No dudo que la trama que protagonizan Julianne Moore y Tilda Swinton será conmovedora y Dios nos libre de convertir el cine en catequesis.
Pero que también nos libre de convertirlo en propaganda. Y en propaganda al servicio de la idea de que lo único que el Estado le debe a los enfermos es la posibilidad de la eutanasia.
Detrás de ese discurso de empatía buenista con la muerte y el sufrimiento hay una fijación por desvitalizar el valor de la vida frágil. Hay un rechazo a mirar de frente la realidad de la muerte porque combate el postulado posmoderno por excelencia: que somos dueños de nuestro destino y que el transcurso de la vida obedece a nuestros deseos.
Cuando hablan de derecho a una muerte digna lo que hacen es decir que la única vida que debe ser vivida es aquella que cumpla con los criterios de autonomía y productividad modernos y que no se vea atravesada por la dependencia. Cuando hablan de la urgencia de eutanasia en un mundo que todavía no ha querido desarrollar los cuidados paliativos, convierten la ciencia en una mera fábrica: "Si no puedes arreglar el producto hasta devolverlo a su pleno rendimiento, tíralo".
Los enfermos de cáncer deberían saber que, por larga que sea la ovación a Almodóvar en Venecia, merecen también otro cine sobre su experiencia.
Almodóvar ha reivindicado también la acogida a los menores migrantes y ha hablado en contra del negacionismo del cambio climático. Demasiadas causas justas son las que tienen que pelear estos héroes posmodernos que unifican en su agenda cambio climático, aborto, eutanasia y animalismo.
Es fácil comprender que, con tantos frentes abiertos, uno se líe y acabe apostando por la muerte como solución al sufrimiento humano mientras se lleva las manos a la cabeza porque incumplimos los objetivos de desarrollo sostenible.