El Congreso de los Diputados cada vez se parece más al plató de Broncano. Broma fácil, descalificación rápida y nada que trascienda de los dos milímetros de profundidad. A fin de cuentas, ambos se financian con dinero público y compiten por la atención de los españoles.
Lo importante esta semana no era la cuota de audiencia que hiciera en RTVE David Broncano y si superaba a Pablo Motos o no. Lo importante, que es todo lo que se les suele pasar por alto a los españoles, es que Edmundo González, presidente electo de Venezuela, tuvo que huir del país (que es una perfecta democracia, según Rodríguez Zapatero) porque su vida corría peligro después de ganar las elecciones.
Así se las gasta el régimen de Maduro, implacable con los demócratas.
Venezuela, desde finales de julio, es un agujero negro en el que van desapareciendo todos los que no dijeron "¡sí, bwana!", al dictador. Y ya van dos décadas ominosas en Caracas.
Que en España el Ejecutivo no quiera reconocer la victoria de Edmundo González en Venezuela, cuando hasta la ONU ha concedido el robo de aquellos comicios, da una aproximación de lo descentrados que están Pedro Sánchez y los suyos sobre la realidad.
Firman tres expresidentes españoles una carta pidiendo la "detención" de Maduro y Zapatero ni está ni se le espera. Ha tenido que ser el PP y no el Gobierno el que con sus votos, los de Vox, los de Unión del Pueblo Navarro, Coalición Canaria y hasta los del PNV, ha presentado una moción para que el Congreso de los Diputados, plaza mayor de España, reconozca a Edmundo como presidente de Venezuela.
Y a mí me da lo mismo si a Edmundo le reconoce el Congreso si no lo hace la Moncloa.
Los gestos son importantes, más en este tiempo sin formas, pero no debemos olvidar lo poderoso de los actos. Es el Ejecutivo quien puede y debería jugar el papel principal a favor de la libertad en Venezuela. Es España, por su pasado (y si comprendiera su futuro) y por los vínculos con Hispanoamérica, quien debería liderar internacionalmente el apoyo a un país desplumado por la dictadura.
La salida del país del presidente electo dejó a los caraqueños y sus compatriotas con la moral en horas bajas, como si se les hubiese ido el caballo blanco que representaba la esperanza y ahí se equivocan los venezolanos en su trance ya demasiado largo.
No olvidemos que Edmundo González fue un candidato de un único motivo. La fuerza moral, el liderazgo e incluso la valentía de quedarse a riesgo de la represión los ejerce una mujer, como tantas veces en la historia. María Corina Machado, que tiene apellido de poeta y un semblante heroico como el de La Libertad guiando al pueblo.
María Corina Machado, como una María Pacheco o una Mariana Pineda transatlántica. Porque su valor inspira a este lado y al otro del océano, se lo reconozca la Moncloa finalmente o no.