Un conducto tan contemporáneo como un vídeo viralizado me sirve para constatar que sigue existiendo algo que creía llevaba mucho tiempo cogiendo polvo en el trastero de la historia. No me refiero tanto a los concursos de misses en sí como a ese trámite absurdo por el que se hace pasar a las aspirantes: las preguntas sobre asuntos de cierta profundidad con el fin de, suponemos, demostrar que no son sólo "una cara bonita".

La modelo Lara Doval.

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Ya hace casi un cuarto de siglo que Miss agente especial parodió con gracia este trance, que las jóvenes en cuestión tendían a rematar con el deseo de "la paz mundial". La casualidad quiso que la película llegara a los cines españoles casi a la vez que se producía un episodio que, desde la realidad más estricta, superaba el grado de delirio que puede permitirse un guion de Hollywood.

Elisabeth Martínez no podía sospechar la que le tenía preparada Boris Grigóryevich. Parece el comienzo de una novela de le Carré, pero en realidad describe el intercambio que Miss Melilla y el embajador de Rusia mantuvieron durante el concurso para elegir a Miss España en 2001.

El diplomático pregunta a la candidata qué es capaz de decir de su país en unas veinticinco palabras. El rostro de Martínez refleja el mismo terror que hubiera experimentado un estudiante de ingeniería al enterarse de que el examen final de carrera va a consistir en desfilar luciendo la próxima temporada primavera-verano.

Tiene que pedir que le vuelvan a formular la pregunta. Entre titubeos, consigue hilvanar:

"Sé que es un país donde vive gente maravillosa, que ha habido en el tema de política algunos cambios y no sé mucho más. Gracias".

Desde 2013 se celebra algo llamado Miss Universo España. Suena al chiste del mapamundi de Bilbao, pero es un concurso que sirve para elegir a la representante de nuestro país en Miss Universo, dado que Miss España ya no existe como tal.

Lara Doval participa este año desde la posición de Miss Catalunya. Le cayó, ahí es nada, el problema del descenso de la natalidad en España.

Quizá sea ese el camino para la supervivencia de los concursos de belleza: servir para subir nota en la EvAU.

La chica hizo lo que pudo. Sea por los nervios o por otro motivo irrelevante dado el contexto, se refirió cada vez a algo que sonaba parecido a "notabilidad".

"El tema de la baja de la notabilidad (sic) en España está afectando fuertemente a nuestra sociedad. Es algo que nos hace sufrir, y por lo que tenemos que luchar en contra".

El infortunio ha servido para algo. Hemos constatado que la preocupación por la salud mental y la exaltación de la empatía no hace parada en las misses. Qué linchamiento digital. Qué manera de humillar a una chica joven por patinar en aquello que no tiene absolutamente nada que ver con el objetivo que se había propuesto conseguir.

Hoy nos hemos levantado magnánimos. Estamos dispuestos a transigir con todas las cuchufletas que se quieran hacer desde la comodidad del ventajismo. Siempre y cuando vengan precedidas de una grabación de su autor desfilando en ropa interior.

A ver si así nos reímos todos.