El Frente Atlético lleva décadas llenando el fondo del Calderón (y ahora del Metropolitano) de distintivos y gritos fascistoides, pero no existe.
Ha protagonizado cientos de incidentes dentro y fuera de la capital, pero es una mera entelequia.
Ha matado a dos personas, pero es un vano fantasma de niebla y luz, como decía Bécquer. El Frente Atlético (o mejor, en terminología rajoyana, esa agrupación de fans colchoneros de la que usted me habla) no existe. El Frente Atlético son los padres.
Se armó tal follón con el lanzamiento de objetos del derbi, y tan cerca estuvo de suspenderse el partido definitivamente, que hasta una prensa acostumbrada a mirar para otro lado en este asunto ha quitado las telarañas a la pregunta: ¿ustedes van a hacer algo sobre este asunto?
Nadie del Atleti ha respondido públicamente, pero la respuesta que se ha filtrado guarda una maravillosa armonía con el contenido de mi primer párrafo: no podemos hacer nada, por la sencilla razón de que el Frente Atlético no existe.
Es una pena, chico. Nos encantaría acabar con esos cafres que han proyectado tan pésima imagen de nuestro club, pero entenderás que, al no existir, lo tenemos francamente difícil. Aseguran desde la cúpula rojiblanca que, por no estar reconocida por el club la agrupación, no pueden hacer nada. "Al no formar parte del listado de peñas, no hay solución en nuestras manos".
La gente es que se queja por todo, dado que, bien pensado, ¿qué más se puede pedir al eximio club de San Blas que el no reconocimiento de la existencia del Frente Atlético? ¿Existe acaso medida más taxativa para erradicarlo?
Hay unos negacionistas del Frente Atlético al frente (valga la redundancia) del Atleti, y no se me ocurre filosofía más atinada para borrarlo de la faz de la tierra. Que aprenda la OMS y excluya la malaria de su relación de enfermedades con vigencia en el mundo. Nada jodería más al mosquito anopheles.
El Frente Atlético son los padres aunque, como sucede con estos en la noche del cinco de enero, deje regalos. Algunas veces aparecen colgados del árbol de Navidad en la forma macabra de un muñeco negro con camiseta blanca (el himno oficial del Frente, caso de existir, debería ser Strange Fruit de Billie Holiday). Otras veces son dádivas sonoras, cantos guturales de armonías lúgubres. Algunos años, si te has portado especialmente bien, te dejan un cadáver, pero no existen. Son reyes magos del nuevo fascio y, por tanto, simples mitos.
¿Cómo se lucha contra un mito? Los pobres Cerezo y Gil Marín están atados de pies y manos ante su enemigo invisible. El Frente Atlético es como la plaga desconcertante de la película El Incidente de Shyamalan, que va matando silenciosamente, sin dejar rastro. ¿Quién sigue el rastro de un fantasma, especialmente si quien le ha nombrado fantasma he sido yo mismo?
Al aturdido alcalde Martínez Almeida le sucede tres cuartas partes de lo mismo. Tuvo ayer una comparecencia pública sobre este tema, y las palabras Frente Atlético no salieron de su boca. Pasa como cuando ves El Padrino, en ninguna de cuyas larguísimas tres entregas se escucha la palabra Mafia. Claro. ¿Para qué nombrar lo que no existe?
Al alcalde se le nota que es indio en muchas cosas, entre otras cosas porque no lo oculta, pero sobre todo porque no sabe decir Frente Atlético. Lo ha intentado hasta tratando de camuflar el término igualando las vocales (franta atlátaca, frente etléteque…), pero no hay manera. Los más conspicuos logopedas han tratado de extraerle las palabras de la boca, pero no hay forma, y lo aplaudo sin remilgos.
Es la mejor estrategia. Dicen que nada hace más dichoso al demonio que la negación de su existencia, pero es mentira. El daño que se le hace al Frente Atlético a base de ignorar que forma parte de este mundo (y aún más: de la grada del Metropolitano, donde se le ve jornada tras jornada) es incalculable.
A cambio, Almeida ha mostrado una firmeza conmovedora contra "las personas" que la liaron parda el domingo. "Las personas". El propio Atleti se ha puesto a su vez tremendamente serio con las personas, o con la persona (por algo se empieza, que nadie se ponga tiquismiquis). Han detenido a uno. Muy requetebién.
Un tuitero cachondo insistía en que el Frente Atlético no existe, por supuesto, pero tal impedimento filosófico no impidió que, al ir a apaciguar los ánimos, Koke saludara a uno que estuvo en su boda. Esperemos que no hayan detenido a ese por error.
El Frente Atlético son los padres y, como tales, se reúnen con los jugadores para regañarles cuando pierden, en las propias instalaciones del club. En la grada van encapuchados, que es una manera fetén de reflejar externamente su inexistencia. Ahora ha anunciado el Atleti que prohibirá que la gente acceda a su estadio encapuchada, lo que plantea un conflicto metafísico del copón: no existir y tener cara constituye un desafío existencial de agárrate y no te menees. A ver cómo se las apañan.
En el club confían en que lo harán muy bien. En el Atleti, como pasa con los padres, tienen idealizado a su inexistente Frente. El Frente Atlético no existe pero, como se supone que también sucede con los padres, manda. No existir y mandar. No se nos ocurre una más bella alegoría del mundo.