"Los españoles deben pedir perdón por la conquista de América".
Esta afirmación se repite machaconamente cada 12 de octubre por españoles y extranjeros. Hace unos días era la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum, la que exigía disculpas a los españoles por la supuesta empresa colonizadora y exterminadora de España en México.
Ayer mismo, Sheinbaum nos instó a utilizar el 12 de octubre para comenzar a disculparnos.
Quienes no estamos dispuestos a asumir las habituales falacias esgrimidas contra España, contestamos a Sheinbaum. Yo recordé que México era un gigante, el centro del Imperio. Cuando dejó de ser un virreinato español, la mitad de su territorio fue robado y esquilmado por Estados Unidos.
"Por lo que sea", y ya hemos visto las recientes reuniones y halagos de Claudia Sheinbaum a Joe Biden, el Gobierno mexicano prefiere asumir la leyenda negra antiespañola que enfrenta a pueblos hermanos y que pretende avergonzarnos de nuestro origen y legado común.
Pero sin Hernán Cortés y los miles de guerreros de pueblos nativos que lucharon junto a ochocientos españoles contra el Imperio azteca, México no existiría.
Pero Hispanoamérica no sólo se construyó con armas, sino también con las alianzas que los pueblos nativos hicieron con los españoles contra otras comunidades nativas sanguinarias o contra imperios con prácticas antropófagas como el azteca.
No me llevó ni me llevará hoy a la sorpresa que estas palabras sean caricaturizadas por gran parte de mis pares de izquierdas como "un discurso colonialista y fascista".
A todos ellos quiero hacerles saber que fue Emilia Pardo Bazán la primera persona que utilizó la expresión "leyenda negra" para describir el relato mendaz que exagera o inventa abusos e injusticias, y que oculta los grandes hitos y el desarrollo ocurridos en la época del Imperio español.
Porque al hispanismo, desde coordenadas políticas como las mías, se suele llegar por el hartazgo ante la constante exigencia de que pidamos perdón y nos avergoncemos de nosotros mismos. Y luego una se queda por el compromiso político de la aproximación a la verdad histórica y para triturar las ideas que dañan a España y la ponen al servicio de intereses que no son los nuestros.
Algo que comenzó a atisbar Emilia Pardo Bazán, enorme escritora y referente feminista que para los más sectarios dejará de serlo por esta causa.
Aquello que Emilia atisbó se nos presenta hoy perfectamente claro. Y es que la defensa de la patria, de la comunidad y del legado hispano debería ser una causa en España que trascienda a izquierda y derecha, porque hablamos de nuestra propia existencia como nación política y de nuestro peso en el mundo.
Sin embargo, cada 12 de octubre, se da la misma letanía entre españoles. La misma batallita originada fuera de nuestras fronteras y asumida ya hace décadas gustosamente por los españoles, siempre tan prestos a la división y disputa.
A la derecha habrá que recordarle que la Hispanidad se defiende para trabajar por los intereses de nuestra patria y de las gentes que la conforman. Por la consolidación de los lazos hispanos en forma de bloque geopolítico capaz de defender sus propios intereses y dejar de ser así meros peones instrumentales del imperialismo estadounidense.
A las izquierdas hay que exigirles que despierten y dejen de asumir relatos antihispanos que nos han subordinado culturalmente y que nos mantienen esclavos de ese imperialismo estadounidense al que dicen enfrentarse mientras integran cada falacia vertida sobre España para dividirnos internamente y separarnos de nuestros aliados históricos y naturales. Esos países hispanos con los que sí que tendríamos algo que decir no sólo ante Estados Unidos, sino también ante China y Rusia, si es que pretendemos ser o pintar algo en un mundo multipolar como el actual.
Por eso, en el día de la Hispanidad, quiero animar a conocer la historia de España y a combatir valiente y denodadamente la leyenda negra. Una leyenda negra elaborada y difundida originariamente por potencias extranjeras, enemigas geopolíticas de España, que ha servido para que hoy una parte nada desdeñable de la ciudadanía española se odie a sí misma en tanto que odia y calumnia a su patria.
Un cuento fantástico hoy acogido y promovido por nuestro Gobierno a través del Ministerio de Cultura de Ernest Urtasun, que fue capaz de comparar las atrocidades del colonialismo belga con la labor civilizatoria integradora del Imperio español.
Porque ni todos los imperios han sido ni son iguales, ni el español, aun con injusticias que deben ser condenadas, tuvo nada que ver con el colonialismo abrasivo y depredador del siglo XIX, pues allá donde llegó hace quinientos años se replicó a sí mismo. No dispuso colonias para explotar a sus gentes y sus recursos naturales, sino que reprodujo en los nuevos territorios, virreinatos de la Corona y no colonias, sus instituciones e infraestructuras, integrando en todo ello a las poblaciones nativas.
Porque la Hispanidad era mestizaje y mismo estatus jurídico para los hispanos de ambos hemisferios. Véase la aprobación de los matrimonios mixtos por Isabel la Católica en 1550. Algo que no sucedería hasta siglos después, en 1967, en Estados Unidos.
Véanse las Leyes de Indias y la prohibición de la esclavitud de los indios decretada en 1493.
Véanse las universidades, los hospitales o las gramáticas de idiomas nativos realizadas por orden de la Corona.
Todo ello da fe del desarrollo, de la riqueza económica y cultural, y del legado construido conjuntamente por los hispanos, y que hoy se pretende que sea enterrado.
La leyenda negra es, además, una narrativa utilizada hoy por los nacionalismos fragmentarios que pintan a España como colonizadora y opresora de "otras realidades nacionales". La leyenda negra les sirve para afirmar que España fue y es opresora fuera y dentro sus fronteras.
Y así lo defienden grupos nacionalistas de todo signo político, y especialmente desde las izquierdas, como si fuera posible trabajar por los derechos de la clase trabajadora española tolerando estas opciones nacionalistas fragmentarias que enfrentan a los trabajadores y que pretenden acabar con todo atisbo de soberanía nacional, convirtiendo a España en una suerte de confederación de miniestados con nulo peso geopolítico y capacidad de decisión sobre los asuntos que nos atañen.
Por eso, combatir la leyenda negra hoy no es cosa de nostálgicos imperiófilos, sino de cualquier ciudadano que pretenda defender los intereses de España y de la comunidad hispana de la que somos parte.
Con estas amenazas internas y externas, defender la Hispanidad es una cuestión de supervivencia que, además, funda y fundamenta nuestra existencia.
La Hispanidad es un bloque geopolítico potencial capaz de hacer frente a un imperialismo estadounidense que trata a Centroamérica y Sudamérica como el patio trasero de sus experimentos neoliberales. Patio trasero en el que imponer, violencia mediante, gobiernos títeres. Son sus razones geopolíticas y económicas las que obligan a las naciones hispanas a permanecer enfrentadas. Las mismas razones que deberían unirnos.
Defender la Hispanidad es también una cuestión cultural, porque somos una comunidad de más de veinte países con una tradición y una lengua compartidas. Porque los hispanos de ambos hemisferios llevamos cinco siglos ya soportando calumnias y una narrativa falaz sobre nosotros mismos.
Por todo ello, celebremos hoy la Hispanidad y defendámosla siempre. No se puede construir nada que merezca la pena viviendo acomplejados y desmemoriados.