"Están pasando cosas raras en el partido". Me lo cuentan un par de dirigentes del PP casi en el mismo tono con el que se cuentan las cosas fantasmales. Sánchez pasa por su peor momento desde que llegó a la presidencia –esto, en realidad, lo hemos escrito todos los días que ha gobernado– y la oposición... parece que también.
Cunde estos días en Génova una sensación extraña. En términos futbolísticos sería más o menos esta: Moncloa juega con uno menos, se han lesionado los mejores y, aun así, no hay manera de marcarles un gol. La cuestión es por qué. Qué está pasando para que, en el peor momento de Sánchez, no exista entre la gente una sensación de cambio de ciclo. Una percepción de final inminente.
El fiscal general imputado, las mil autopistas de la trama Ábalos-Aldama, la investigación a Begoña Gómez, la presión de Puigdemont... y al padre Feijóo no se le pone todavía cara de presidente del Gobierno.
Aprovecho la confesión freudiana de mis dos fuentes para preguntarles al respecto. Llevan los ojos alucinados de los poetas y necesitan desahogo fuera de la parroquia. Quieren hablar con un infiel. Me presto. Nos lanzamos al desahogo en el diván como método para bucear en las profundidades del partido.
–Es la ansiedad. Nos está pudiendo la ansiedad.
–¿La ansiedad? ¿Se trata de un asunto psicológico?
Me explican estos dos dirigentes ansiosos del PP que, efectivamente, es la ansiedad. Hacer oposición, en general, genera ansiedad. Porque van pasando los años y debes demostrar a los tuyos que estás ahí, que tienes opciones, que lo vas a conseguir.
En política funciona eso que los americanos pusieron de moda como el "caballo ganador". Son ciclos, sensaciones. Si parece que vas ganando, ganas. Y el parecer, el exhibirse, genera ansiedad. Todavía más cuando las cámaras te están mirando.
Comprendida esta premisa, me piden que tenga en cuenta la consecuencia: cuando sufres ansiedad, sufres también la perentoria necesidad de "parecer que haces algo". Eso es la oposición. Como no puedes hacer realmente nada, te pones a fingir.
Así se fraguó por ejemplo la querella contra el PSOE por financiación irregular que el juez acaba de archivar. Convocó el padre Feijóo a la plana mayor en fin de semana. "¿Y cómo vas a salir de ahí sin anunciar nada? ¡Tienes que anunciar algo! Se inventaron lo de la querella".
–Hombre, pero supongo que esas cosas se piensan un poco más, que no es un pim pam pum. Reconozco que a muchos periodistas nos dejó estupefactos, pero, oye, igual manejabais información confidencial...
–¡Qué va! No teníamos nada, sólo sabíamos lo del testimonio anónimo ese. Y con eso nos presentamos ante el juez. Un despropósito.
El problema de la querella era que, con toda la munición que ofrecían los informes de la UCO, se eligió el único aspecto del que no existía ningún indicio más allá del testimonio anónimo de un amigo de Aldama.
–Eso es como si tú mañana te tapas la cara y dices que has llevado un millón de euros a no sé dónde.
–Soy periodista, no tengo un millón de euros. Ni siquiera me llega para las bolsas que habría que reunir para meter todos esos billetes.
Sánchez pidió perdón en el Congreso por el caso de corrupción; la prueba evidente de que Moncloa asume que hubo corrupción en el corazón de su Gobierno. En los informes están las pistas de cómo se produjo esa corrupción. "Pero vamos nosotros y denunciamos por algo que no tenemos ni puñetera idea de si sucedió. Incomprensible".
Lo incomprensible –les pregunto– es cómo en un partido repleto de catedráticos de Derecho no hubo nadie que alzara la voz y se lo dijera a Feijóo: "Presidente, quizá no sea lo más acertado presentar esa querella". Pero... O no hubo nadie que lo dijera o alguien lo dijo y a Feijóo le dio igual, lo que sería todavía peor.
–¿Qué pasó?
–Es un misterio, un misterio...
Cada vez son más en Génova los que apuntan fuera de micro que esa querella ha supuesto un "balón de oxígeno para el Gobierno". Estos críticos, que cuando pueden hablar así, camuflados como "fuentes", son multitud... Estos críticos se sulfuran porque lo de la "financiación irregular" permite "a la Moncloa de los bulos" acusar al PP de "generar bulos". Con eso –inciden– hay que ser "exquisitos", hay que tener mucho cuidado.
La querella fallida es el segundo boca a boca a Sánchez en muy poco tiempo. Todavía está reciente el trauma por la aprobación –involuntaria, inconsciente pero aprobación– de la reforma que beneficia a los presos de ETA.
Les digo a mis fuentes freudianas que eso fue como cuando el Consejo de Ministros aprobó una ley que ponía violadores en la calle. La izquierda no puede fallar con el feminismo y el PP no puede fallar con ETA. "Es verdad, joder, es verdad, ¡es que nosotros no podemos fallar en eso!".
La reacción a esta serie de catastróficas desdichas también ha invocado la desesperación de nuestras queridas fuentes. "¡Y encima salimos diciendo que, de no haber votado nosotros a favor, hubiera salido adelante la reforma igualmente! ¡Pero qué coño le importa eso a la gente que nos vota! La cagamos y tratamos de echar la culpa a los demás. Menos mal que luego pedimos perdón sin paliativos".
El padre Feijóo subió a la tribuna fuera de sí. Llegó a orquestarse, al más puro estilo Podemos, la entrada de Marimar Blanco en pleno discurso del presidente, para forzar una ovación y dejar a Sánchez con la palabra en la boca.
–Estaba Feijóo irreconocible –les digo.
–¿Lo ves? Es la ansiedad.
–Pero él es un veterano, hombre.
Entonces dibujan un panorama humanamente comprensible. Llega Feijóo de Galicia, después de gobernar tropecientos años con mayoría absoluta, en una tierra donde la confrontación es de otra manera. Y se encuentra con un tipo que no aparenta duda ni debilidad jamás, sin importar el huracán que le rodea. "Esa resistencia saca de las casillas a cualquiera, incluso a alguien como Alberto".
Se despiden mis dos fuentes sin pagarme la consulta. Sin ni siquiera darme las gracias. Por eso he escrito esta columna, para cobrárselo de algún modo.