Once días después de la tragedia, con el paisaje urbano pintado aún con el marrón del lodo, con cadáveres en la morgue pendientes de enterrar, con médicos practicando autopsias, con decenas de desaparecidos por rescatar...

Once días después, con centenares de personas en alojamientos provisionales tras quedar sus hogares arrasados, con decenas de edificios sin agua potable y sin luz, con miles de profesionales y voluntarios llenándose de barro desde la salida del sol para arañar tiempo y facilitar la vuelta a una cierta normalidad...

Sólo once días después, con un país de luto, ha habido una manifestación en Valencia.

Fue una manifestación multitudinaria. Se dijo que sería una manifestación silenciosa, por consideración a las víctimas. Muchos acudieron con ese espíritu. Querían solidarizarse con los damnificados y expresar de forma respetuosa su malestar por la gestión de la catástrofe. 

Pero también hubo quienes fueron con ganas de saldar cuentas. Se gritó "asesinos". Lo que demuestra que ya hay quien ha juzgado y condenado sin que conozcamos, a día de hoy, más que las versiones interesadas de unos y de otros. Cuando aún no se ha puesto en marcha una investigación judicial sobre unos hechos complejos. Cuando, en fin, sólo han pasado once días.

El silogismo para algunos es fácil. Si los culpables de los atentados del 11-M no fueron, en el fondo, los terroristas, sino Aznar, por su política exterior ¿por qué no va a ser Mazón el causante de los cerca de 250 muertos que han dejado las inundaciones, y no una avalancha de agua superior al caudal del Nilo bajando de golpe por el barranco del Poyo?

La misma izquierda que reprocha a la derecha que introduzca en el debate político los asesinatos de ETA, es inclemente a la hora de echarle los muertos a la cara.

La manifestación del sábado fue una manifestación fake. El objetivo de quienes la han capitalizado no era respaldar a las víctimas, sino transformar el dolor y la indignación social -que es real, y que exige que se depuren responsabilidades- en combustible contra el PP, y conseguir que en el debate público deje de hablarse de que Valencia tiene un problema para que se hable de que Feijóo tiene un problema. 

Han tomado como rehenes a quienes acudieron con otro espíritu a la concentración.

En su manifiesto, los organizadores acusan a Mazón de haber puesto en riesgo "la vida de los trabajadores" para "no comprometer los intereses del empresariado y los beneficios del capital". Si no fuera porque hay más de doscientos fallecidos, la afirmación movería a la risa, pero en estas circunstancias resulta despreciable. 

Tras la manifestación del sábado hay, además, quienes sostienen que debe escucharse la voz del pueblo. Sorprende ese repentino interés por el pálpito de la calle. ¿Dónde han estado sus exégetas todos estos años?

¿Cuál es el verdadero pueblo? ¿El que obligó en Paiporta a Sánchez a tener que refugiarse, o el que agredió a una treintena de agentes a las puertas del Ayuntamiento de Valencia y vandalizó la fachada del Palau de la Generalitat

Y si fueron "grupos ultras perfectamente organizados" los que en Paiporta recibieron con palos y barro a la comitiva de autoridades, ¿cómo define el presidente del Gobierno a los violentos de la manifestación de Valencia? ¿Se esmerará también en su detención? 

Dentro de la enorme catástrofe que sufre Valencia ha surgido un rayo de esperanza. Las personas se están uniendo por encima de sus diferencias. Se ve cada día en las calles de Paiporta, de Catarroja, de Massanassa, de Benetússer, de Alfafar, de Chiva, de Utiel...

A quien la riada le arrancó su comercio no se le pregunta ni su credo ni su ideología para arrimar el hombro. A quien llega con un rastrillo o una pala desde cualquier punto de España no se le pide que explique a quién vota. Parecería inútil tener que decirlo, pero a tal grado de deterioro en la convivencia hemos llegado.

Ese sentimiento de hermandad es peligroso para quien necesita y vive del enfrentamiento

Lo más corrosivo de la manifestación del sábado, por tanto, es su intento de polarizar y de dividir incluso en la peor de las desgracias. No es casual que uno de los promotores fuera una entidad independentista. Frente a la defensa del "Estado en su plenitud", que reclamó el Rey, todavía hay quien preferiría la taifa en su ensimismamiento.     

Luego está la lucha por el relato. Las críticas al Gobierno de Mazón, lógicas y merecidas en algún caso, se han exacerbado desde el sábado, incluso en la prensa que podría considerarse cercana a la derecha.

No es la finalidad de este artículo entrar en el detalle para defender o criticar las decisiones de los políticos, ni determinar dónde empiezan las responsabilidades de las autoridades autonómicas y dónde acaban las del Gobierno central. Pero llaman la atención algunas cosas. 

Mazón lleva poco más de un año al frente de la Generalitat. Si una catástrofe natural como la que acabamos de vivir entraba dentro de los cálculos de los especialistas, como se está viendo estos días, ¿qué hicieron los gobiernos anteriores?

Es lamentable que las obras que han evitado en Valencia una tragedia mayor se construyeran en los años 60 y 70 del siglo pasado, caso del nuevo cauce del Turia o de la presa de Forata. Eso no habla bien de Franco, como se apresuran a señalar algunos nostálgicos -también en esos años se urbanizó la mayor parte de zonas inundables que ahora han sido anegadas-, pero habla muy mal de unos dirigentes que no han hecho nada en medio siglo

Zapatero paralizó en 2004 las obras para construir un embalse en Cheste que ahora podría haber minimizado el tsunami que engulló el área metropolitana de Valencia. Durante los casi siete años de Sánchez en el Gobierno, y pese a las advertencias de los alcaldes, se ha impuesto la tesis de que no hay que acometer la limpieza de los cauces de ramblas y barrancos, al considerarse una intervención dura y antiecológica. Que se lo expliquen ahora a los afectados por la riada.

Se cuestiona la tardanza de Mazón en incorporarse al gabinete de crisis de la DANA, sus confusas explicaciones y contradicciones. También su mala gestión de los recursos. Supongamos que son ciertas esas críticas. ¿Dónde ha estado la ministra del ramo ante la mayor catástrofe natural de la historia reciente de España? Han tenido que pasar diez días para que hablara en público. Diez días en los que preparaba su desembarco en Bruselas como vicepresidenta de la Comisión Europea.

Se reprocha al Gobierno valenciano que avisara tarde a la población mediante el sistema de alerta a los teléfonos móviles. Toda vez que el efecto devastador sobre edificios e infraestructuras no podía evitarse, advertir con tiempo a los ciudadanos sí podría haber salvado vidas. Ese es el gran asunto a esclarecer. 

Pero hay aquí dos cuestiones que aún no ha aclarado el Gobierno de Sánchez y que son claves. ¿Por qué el secretario de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán, telefoneó a la consellera de Interior para avisarle del alto riego de que reventara la presa de Forata y no la llamó para alertarla de la masa de agua que se precipitaba desde el interior de la provincia hacia la costa? De hecho, la alarma a los teléfonos móviles se envió por el peligro de que se derrumbara la presa, y no por la riada.

La otra cuestión capital es por qué la Confederación Hidrográfica del Júcar no dio información a Emergencias de la situación del barranco del Poyo hasta las 18:46 horas, a pesar de que tenía datos desde las 17:00 de que existía el riesgo de desbordamiento.

Los valencianos ya miran de reojo otros precedentes de catástrofes naturales, como el terremoto de Lorca o la erupción del volcán de la Palma, donde las ayudas no terminan de llegar. El Estado sigue arrastrando los pies tras años de reclamaciones. Ahora estamos en un caso en el que el territorio y sobre todo la población afectada es muchísimo mayor.  

A sesenta kilómetros de Valencia, junto al río Júcar, está la central nuclear de Cofrentes, que alberga el reactor más potente de España para generar electricidad. Ojalá no suceda nunca, pero en caso de accidente ¿sería mucho pedir al presidente del país que no le diga al presidente valenciano que "está listo para ayudar" y que "si necesita más recursos, que los pida"?