"El mundo, Europa y España necesitan más Teresas Ribera y menos negacionistas del cambio climático".

Pedro Sánchez en la COP29.

Pedro Sánchez en la COP29. Reuters

"Las más de doscientas personas que han perdido la vida a consecuencia de esta Dana me llevan a decir hoy alto y claro que el cambio climático mata".

Son palabras de Pedro Sánchez esta semana, y condensan el mensaje esencial: si el cambio climático es el causante de más de doscientos muertos, y hay quienes niegan el cambio climático, estos son encubridores y cómplices (y tal vez causantes) de la tragedia.

Precisamente esta semana, la teocracia iraní ha anunciado que trataran la negativa a llevar velo como un problema de salud mental.

Así que mientras los ayatolás de allá disfrazan de médicos los asuntos religiosos, los de acá convierten en religiosos los asuntos políticos.

La razón está clara. Si eres un creyente nada se te puede reprochar, aunque pospongas las obras hidráulicas, renuncies a limpiar los cauces y se te olvide mirar los registros del barranco del Poyo en unos momentos críticos.

Pero si recibes el anatema de "negacionista", ya puedes hacer y decir lo que quieras, que estás condenado al infierno. Es decir, a ser expulsado de la política.

Entonces, si se trata de ser creyente debe de haber unos dogmas y unos mandamientos, y así es. El dogma es "dedicarás todos tus esfuerzos a eliminar las emisiones de CO2, aunque sea imposible de conseguir, los costes sean inasumibles, disminuya la prosperidad y, puesto que tú no estás sólo en el mundo, no serviría en definitiva de mucho".

Los mandamientos son más ambiguos y flexibles, con cierto margen para los gustos y supersticiones de cada uno (no irás en coche, no entorpecerás la vida de los ríos) pero, a semejanza de los de la Iglesia católica, se resumen en uno: no harás políticas de derechas.

Porque el cambio climático convertido en religión permite a cierta izquierda liberar, simultáneamente, su aversión al capitalismo y su propensión a controlar y expandir el poder.

Esto, aparte de la chapucería, es lo que explica la resistencia a adoptar medidas preventivas ante las catástrofes naturales. Canalizar barrancos y construir presas es como ponerse a repartir preservativos en Sodoma y Gomorra: lo que hay que hacer es no pecar, es decir, votar a la izquierda.

Este es el objetivo último, y fíjense que el "negacionismo climático" funciona de manera idéntica al "negacionismo de género". Es un talismán que permite expulsar a la derecha del ágora. "El feminismo es nuestro, bonita" explicó claramente Carmen Calvo, y de este modo las diputadas de Ciudadanos fueron expulsadas del Orgullo entre lluvias de orines mientras un dulcinista del PSOE les mostraba su culo peludo.

La cuestión ya no es controlar el relato, sino el catecismo. Esa es la razón por la que Pedro Sánchez, en lugar de dar explicaciones sobre el papel del Gobierno en la ausencia de prevención previa, en el deficiente seguimiento del barranco del Poyo durante la riada, y en la dosificación posterior del ejército, acudió a Azerbaiyán sin propuestas concretas para el futuro.

En su lugar clamó, como era de esperar, penitenciagite, mirando hacia la derecha.

El caso es que existe el cambio climático y existe la violencia contra las mujeres, pero un diagnóstico absurdo, ya sea mediante el apocalipsis climático o el heteropatriarcado, sustituye por supersticiones la adopción de políticas eficaces.

Considerar a los ríos seres vivos puede que sea muy "verde" y que aplaque a la pachamama, pero dificulta la realización de las obras hidráulicas necesarias para minimizar las consecuencias de riadas.

Y si Europa apuesta por el decrecimiento, descubriremos en breve que nuestro mayor problema no era, en definitiva, el cambio climático.

Por cierto, es imposible dejar de pensar que los que nos observan desde fuera patrocinan con generosidad esta religión que nos puede llevar a la ruina.

Aparte de ellos, sólo hay un campo en que estas religiones provocan réditos reales: el político. De esta forma religiosa perdió el PP las elecciones de 2023: su pacto con Vox evidenciaba que habían incurrido en el pecado nefando del negacionismo de la violencia contra las mujeres (mientras tanto María Guardiola, que no se enteraba de nada, afirmaba que sí, que el mayor problema de Extremadura es la violencia contra la mujer).

Esta es la razón por la que la religión ha sustituido a la agenda política: es muy conveniente para los sumos sacerdotes.

Pero lo que conviene a los ciudadanos es entender cuanto antes que cada vez que un político emplea el término "negacionista" está ante un charlatán religioso, un predicador que les va a despojar de su dinero y su prosperidad para mantenerse en el poder.