Hoy se cumple el primer aniversario de la toma de posesión de Javier Milei, un momento histórico para Argentina.

El presidente de Argentina, Javier Milei, hace un gesto durante la CPAC (Conferencia de Acción Política Conservadora) en Buenos Aires, Argentina, el 4 de diciembre de 2024.

El presidente de Argentina, Javier Milei, hace un gesto durante la CPAC (Conferencia de Acción Política Conservadora) en Buenos Aires, Argentina, el 4 de diciembre de 2024. Reuters

La decisión de los argentinos de elegir a un outsider, con un discurso radicalmente opuesto al statu quo peronista, plantea una reflexión sobre la relación entre los ciudadanos y sus gobernantes, y sobre el futuro de un país que, habiendo recuperado parte de la confianza, aún afronta una crisis profunda.

Si algo distingue a Javier Milei es que desde el primer momento trató a los ciudadanos como adultos. Les dijo que las cosas no iban bien y que se podían solucionar, pero que el camino hacia esa solución iba a ser difícil. Y le votaron.

Dijo que reduciría la inflación y lo está haciendo.

Dijo que bajaría los impuestos y los está bajando.

Dijo que privatizaría las empresas públicas deficitarias y lo está haciendo.

Dijo que eliminaría ministerios y lo está haciendo.

Dijo que tendría mano dura con la delincuencia y la está teniendo.

Otras medidas, en cambio, aún están en fase más incipiente. Como la de cerrar el Banco Central, el cheque escolar para que los argentinos puedan elegir libremente y en competencia la educación de sus hijos, o la dolarización.

Pero el balance de Milei no está nada mal tras un solo año de gobierno y tantos años de peronismo.

Javier Milei está haciendo algo tan revolucionario como cumplir aquello que dijo que haría si llegaba al gobierno, aunque no fuera fácil para los ciudadanos.

La elección de Milei no fue un fenómeno aislado. Fue, ante todo, la respuesta de una sociedad cansada de promesas incumplidas y de un ciclo político que se había perpetuado durante décadas.

La crisis económica, la inflación descontrolada, la pobreza creciente y la falta de confianza en las instituciones hicieron que muchos argentinos se volcaran hacia una opción como la de Milei. Un economista que, sin tapujos, planteaba soluciones aparentemente radicales.

Es importante incidir en que es economista. Los economistas, entre los que por formación y profesión me incluyo, somos organizadores por naturaleza. Gestionamos recursos escasos para maximizar el beneficio. En el caso del Estado, maximizar el beneficio social.

Javier Milei está aplicando la lógica económica para solucionar problemas. Y parece que le está funcionando.

Milei se presentó como un "adulto" en un país donde los ciudadanos han sido tratados como menores de edad. Con su estilo directo y su crítica feroz a las élites políticas, no sólo propuso medidas económicas drásticas, sino que también apeló a la necesidad de un cambio cultural en la forma de hacer política.

El voto a Milei fue, en muchos sentidos, un voto de castigo al sistema político tradicional. Pero también una apuesta por la libertad económica y la búsqueda de soluciones claras y tangibles para la crisis estructural que atravesaba la economía argentina.

Desde su llegada al poder, Milei ha puesto en funcionamiento varias reformas clave. Una de las más emblemáticas ha sido la de sentar las bases para la dolarización. Un proceso que, aunque todavía en su fase inicial, promete ser una de las medidas más trascendentales de su gobierno.

La dolarización buscará estabilizar la moneda, poner fin a la inflación crónica y restablecer la confianza en la economía. Este es un paso que muchos economistas han señalado como necesario para terminar con las distorsiones del sistema financiero argentino y para darles a los ciudadanos una moneda fuerte y estable.

Giorgia Meloni y Javier Milei, en el balcón de la Casa Rosada el pasado mes de noviembre

Giorgia Meloni y Javier Milei, en el balcón de la Casa Rosada el pasado mes de noviembre Reuters

En economía, el primer deber del político es ofrecer un marco estable, una suerte de terreno de juego, en el que se desarrolle la actividad económica. Milei lo está logrando y ya se ha visto reflejado en algunos indicadores, como el incremento del crédito concedido, que implica una confianza en que quien lo recibe lo va a devolver.

También en el mercado del alquiler, donde ya se ofrecen garantías de pago por parte de los inquilinos y de estabilidad de precios (ha sido la desregulación la que la ha logrado, por cierto, y no la hiperregulación).

Son dos síntomas de que está volviendo la confianza en la economía argentina.

A nivel fiscal, el gobierno de Milei ha adoptado un enfoque que ha sido tildado de "austericida" por algunos, pero que para otros es simplemente una medida necesaria para sanar las finanzas del Estado.

La reducción de subsidios a sectores no esenciales, la reforma del sistema impositivo y la simplificación de los trámites burocráticos han sido algunos de los puntos más destacados. Estos cambios no han estado exentos de críticas, especialmente de aquellos sectores que han visto afectados sus intereses inmediatos, pero han sido necesarios para frenar el déficit fiscal y poner las bases para un crecimiento económico sostenible.

En cuanto a la lucha contra la inflación, el principal problema estructural de Argentina, Milei ha buscado contener los precios con políticas monetarias restrictivas y una estricta disciplina fiscal. La tasa de inflación anual, que en diciembre de 2023 era del 211%, ha experimentado una notable reducción, situándose en el 193% en octubre de 2024.

Más destacable aún es la disminución de la inflación mensual, que pasó del 25% en diciembre de 2023 al 2,7% en octubre de 2024, el nivel más bajo en tres años.

Milei dijo que no habría déficit y no hubo déficit. Esto, en cualquier país, pero en Argentina mucho más, es revolucionario. Aunque aún queda mucho por hacer en este frente, los primeros resultados, como la desaceleración de la inflación, empiezan a generar cierta expectativa en un país que ha vivido años de hiperinflación.

El riesgo país ha descendido a menos de 800 puntos básicos, su nivel más bajo desde julio de 2019, lo que refleja una mejora en la percepción de la solvencia argentina por parte de los mercados internacionales.

Una de las características más definitorias de la presidencia de Javier Milei es su manera de comunicarse con los ciudadanos. Lejos de tratar a la población como si fuera una masa a la que se debe consolar con promesas fáciles, Milei ha optado por un discurso que apela a la responsabilidad individual.

La idea de que los argentinos son adultos capaces de tomar sus propias decisiones y que, como tales, deben asumir las consecuencias de esas decisiones, resuena en un país donde la tentación de la "protección social" ha sido una constante.

Milei no es un populista. No les dice a los votantes lo que quieren escuchar, sino precisamente lo que les es difícil o doloroso escuchar, y eso le hace creíble.

Milei bebe de las fuentes del liberalismo clásico, como Hayek, Friedman o Von Mises. Su objetivo es reducir el tamaño y el poder del Estado para ampliar la libertad individual desde el respeto a los proyectos de vida ajenos y en la defensa de la vida, la libertad y la propiedad.

Su programa económico se asemeja al de líderes como Ronald Reagan y Margaret Thatcher, que promovían la disciplina monetaria, la reducción del gasto público, la liberalización de los mercados, las privatizaciones, la apertura exterior y la reducción de impuestos para fomentar el crecimiento y la productividad.

Este enfoque no ha sido fácil de digerir para muchos sectores, especialmente para aquellos que se sienten amenazados por la reducción de los subsidios. Sin embargo, la lógica que subyace es la de tratar a los ciudadanos como adultos capaces de entender que la solución a los problemas económicos de Argentina pasa por asumir sacrificios y reformas estructurales.

A pesar de los avances logrados durante este primer año, los retos para Milei y para Argentina siguen siendo colosales. Uno de los mayores desafíos será estabilizar la economía y reducir la inflación de manera sostenida.

La dolarización, si bien es una solución valiente, traerá consigo tensiones económicas, especialmente en un contexto de altos niveles de deuda, y una transición que podría generar incertidumbre transitoria.

Otro desafío es la reestructuración del sistema político. Aunque el gobierno de Milei ha buscado implementar reformas económicas, la política argentina está plagada de intereses y estructuras profundamente arraigadas que se resisten al cambio. La reforma judicial, la descentralización del poder y la lucha contra la corrupción serán clave para transformar un sistema históricamente ineficaz e incapaz de brindar respuestas rápidas y eficientes.

Finalmente, Milei tendrá que lidiar con la fractura social que persiste en el país. Si bien el presidente ha logrado gran parte de su apoyo en sectores urbanos y entre las clases medias, y si bien mantiene un elevado nivel de apoyo popular, el país sigue profundamente dividido. Mantener el consenso en torno a reformas profundas y radicales, en el buen sentido de la palabra, será una tarea difícil.

Apunto cinco claves para entender el presente y futuro del gobierno de Milei.

1. Está devolviendo la confianza a un país que hace mucho tiempo la perdió.

2. Está haciendo lo que dijo que haría y sus decisiones están teniendo las consecuencias que dijo que tendrían. Está siendo más estable y previsible en su acción de gobierno que durante su campaña electoral.

3. Trata a los ciudadanos como adultos, con respeto, hablando claro de la gravedad de la situación económica, sin paliativos ni edulcorantes, y precisamente por eso se está ganando el respeto de los ciudadanos.

4. El programa de austeridad no ha recaído sobre los ciudadanos más pobres, sino sobre la estructura del Estado, buscando eliminar privilegios y prebendas que beneficiaban a sectores específicos en detrimento del bienestar general.

5. Todavía le queda mucho camino por recorrer, y de ese camino dependerá en buena medida el futuro de los liberales en el mundo, cuyos ojos están puestos en Argentina.

Se podría aplicar a Milei lo de Margaret Thatcher: "No soy una política de consenso. Soy una política de fuertes convicciones".