"¿Y al rey quién lo ha votado?", suelen preguntar los republicanos españoles, que es como en este país llamamos a los comunistas nostálgicos de una Segunda República que, por supuesto, no sufrieron.
La respuesta jurídico-técnica es "todos los ciudadanos cada vez que depositan su voto en una urna en unas elecciones generales". Porque ese es el mayor ejercicio de legitimación posible del sistema nacido con la Constitución del 78 y, en consecuencia, el mayor ejercicio posible de rechazo de una imaginaria Tercera República.
No hay otro similar.
La respuesta corta es que el hecho de que no podamos votar a Felipe VI no es un privilegio del rey, sino de esos nostálgicos. Porque cuando uno no puede votar a quien realmente desearía votar, acaba votando a los restos. Y los restos son ellos.
Ojo pues con lo que piden nuestros nostálgicos, no vaya a ser que alguien les castigue concediéndoles todos sus deseos.
Todo esto, claro, es política ficción. Los motivos por los que en España la jefatura del Estado no está sometida a las urnas son claros y se llaman "guerracivilismo". Ese que Pedro Sánchez pretende resucitar hoy organizándole cien homenajes inversos a Franco, en la mayor operación de exaltación del franquismo de la historia de la democracia.
El caso es que acaban de hacerse públicos los resultados de un barómetro del Real Instituto Elcano en el que se valora, entre otras, la figura de Felipe VI.
De acuerdo con el estudio, el rey es el líder europeo más valorado de toda la UE, con un 5,5 de nota. El papa Francisco obtiene un 5, Olaf Scholz un 5, Ursula von der Leyen un 4,9 y Emmanuel Macron un 4,7.
El rey supera también ampliamente a Pedro Sánchez en popularidad internacional y es ya el español más conocido en todo el mundo por delante de Rafa Nadal, Picasso y Dalí. Para encontrar a Pedro Sánchez hay que descender hasta la novena posición.
Al rey lo aprueban además en prácticamente todos los países europeos salvo en Francia, por razones obvias y que tienen que ver con la rivalidad histórica entre ambas naciones.
Un dato especialmente significativo. Pedro Sánchez no está ni siquiera entre los españoles más citados por los jóvenes de entre 18 y 34 años.
Dicho de otra manera, el rey es más líder de futuro que el propio presidente del Gobierno.
O dicho de otra manera, tiene más futuro la heredera de Felipe VI, la princesa Leonor de Borbón, que el heredero del sanchismo, sea quien sea finalmente.
Ni siquiera cabe atribuir la buena imagen del rey y su alta popularidad a los sucesos de Paiporta, cuando el presidente del Gobierno huyó a la carrera, incapaz de dar la cara frente a las víctimas de la DANA, mientras los reyes se quedaban allí, aguantando un chaparrón que ni siquiera iba dirigido contra ellos.
Porque los sucesos de Paiporta tuvieron repercusión mediática local, pero no internacional.
De esa humillación, porque así es como lo vivió Pedro Sánchez, nacen todos los desplantes posteriores.
El enfado de Sánchez con el rey y la Casa Real por no haber huido en Paiporta por el burladero, como él. A Felipe VI, el sanchismo le reprocha hasta la valentía.
También, la no-comparecencia del Estado español en la ceremonia de inauguración de Notre Dame. Un error diplomático y en términos de imagen cuya responsabilidad asumió elegantemente la Casa Real, en parte para no echar más leña a las brasas del frágil ego de nuestro Gobierno.
O la no-comparecencia de Sánchez en el funeral de las víctimas de la DANA y esas imágenes de los reyes consolando uno a uno a los cuatrocientos familiares.
"Sánchez sacará el debate sobre la monarquía en cuanto los jueces le acorralen y se vea al borde del suplicatorio" me decían hace apenas unos días en el PP. Eso lo dicen mientras te relatan pavorosos ataques de ira del presidente en la Moncloa y que están ya en boca de demasiadas fuentes, algunas de ellas socialistas, como para pensar que son sólo un invento.
El hecho de que el rumor acerca de la monarquía haya salido ya de la Moncloa y llegado hasta la oposición me hace pensar dos cosas.
Una, que quizá la Moncloa quiera que el rumor se haga público.
Y dos, que la amenaza no va dirigida tanto a la Corona como a los jueces. "Ateneos a las consecuencias si me imputáis a mí o a los míos".
Felipe VI no debe la corona a Franco, sino a la Constitución, aprobada de forma mayoritaria en referéndum. Algo que, por cierto, no sucedió con la II República, cuya Constitución nunca se sometió a plebiscito. https://t.co/XyhAxvddgy
— Díaz Villanueva (@diazvillanueva) December 12, 2024
"No será capaz de plantear ese debate" dicen ahora quienes dijeron lo mismo antes de que Sánchez pactara con Podemos, le entregara la alcaldía de Pamplona a EH Bildu, indultara a los golpistas del procés, reformara el Código Penal al gusto de unos delincuentes que resultaron ser sus socios parlamentarios, amnistiara a esos mismos delincuentes, ocupara todas las instituciones españolas y se negara a suspender el pleno en el Congreso, apenas unas horas después de la DANA, para apropiarse de RTVE.
No consideran la posibilidad, muy real, de que Sánchez no pretenda convertir realmente a España en una república, sino que sólo pretenda beneficiarse del caos que generaría en el país el simple planteamiento del debate. Para él, la ruptura definitiva de la convivencia entre españoles valdrá la pena si le garantiza unos meses más en la Moncloa y su impunidad penal.
Pero supongo que esta vez sí tienen razón. De esto, concretamente de esto, no será capaz Sánchez. Seguro que esta es su verdadera línea roja: Felipe VI.
Quién iba a decir que tras una docena de 'últimas fronteras' cruzadas, Sánchez se iba a detener frente a la penúltima. Justamente frente a la penúltima.