Voy a empezar por el punto más debatido sobre tu participación en el reto de Lily Phillips.

No creo que seas un violador, como dicen algunos, ni tampoco un victimario. No acabo de comprar el argumento de que te aprovechases de una situación de poder para ejercer dominación y subyugar y forzar a la otra persona.

Te abrieron las puertas de una casa y de una habitación en la que ambas partes sabían de antemano lo que iba a pasar. Los términos de la transacción estaban claros. Porque esto es lo que fue. Una simple transacción. Entrar, cumplir, salir

Lily Phillips.

Lily Phillips.

Acostarse con cien hombres en un día. No hace falta hacer los cálculos para ver la barbarie en ello. Todo, como no, filmado para proporcionar futuro placer a terceros que se esconden detrás de una pantalla y un perfil en OnlyFans.

Terceros que, con sus filias y peticiones, han convertido a Phillips en una mujer adinerada con varias personas en nómina

Me inquietan mucho las razones que han llevado a una chica de 23 años a hacerse esto a sí misma. Huele a autodestrucción envuelta en el disfraz de la falsa libertad sexual.

Igual que me inquieta, incluso más, la conformidad de su familia y su entorno con esta situación.

Pero en tu caso, más que inquietarme, que por supuesto, me llama la atención tu motivación. Principalmente, porque no la entiendo.

No comprendo el aliciente que tiene ser un figurante, una marioneta a disposición de una producción destinada a satisfacer a terceros.

No alcanzo a imaginarme qué se te pasó por la cabeza cuando viste el anuncio del reto y decidiste enviar tu solicitud para participar. Ni qué te llevó a la puerta de esa casa para tener cinco minutos de sexo con una estrella del porno online. ¿La desvirtualización de una fantasía sexual? ¿La ausencia de cualquier otra posibilidad de mantener relaciones? ¿Fue la gratuidad o la propia experiencia del reto? 

Hubo algunos que se apuntaron contigo al reto, pero que se echaron atrás en el último momento. Tal vez fueron los coletazos finales de una conciencia a la deriva. Tal vez fue la humillación de saberse uno más entre tantos. Tal vez fue el ver la situación como lo que es, la sordidez convertida en acción carnal.

De qué forma te han tenido que deformar el cerebro y la percepción de la realidad para que esto te resulte atractivo e incluso satisfactorio. Para que lo veas únicamente desde el punto de vista de una actividad consensuada entre dos personas adultas en la que no se hace daño a nadie (excepto, por supuesto, a vosotros mismos).

En la que no hay nada más detrás. 

Para que no te resulte inquietante pensar en el que iba por delante y que probablemente te encontraste en la escalera. O en el que iba después y viste al salir por la puerta giratoria, después de pasar cinco minutos con una chica que no se acordará ni de si tenías pelo o estabas calvo.

Tal vez fuiste tú uno de los que reclamó por haber estado sólo dos minutos en vez de los cinco prometidos en el mensaje.

Cómo se siente uno al saberse el 68. O el 94.

Me pregunto dónde quedó tu autoestima para que ni la vergüenza haya podido impedirte atravesar la puerta de ese dormitorio, maloliente y con las sábanas usadas y revueltas. 

En qué momento aceptaste la idea de la mujer como un mero recipiente, un objeto dispuesto para tu disfrute erótico. En qué momento aceptaste la idea de saberte una pieza más en la cadena de montaje sexual.

Dónde quedó el respeto a ti mismo. 

Kant defendía que el hombre no llega a ser hombre más que por la educación. Que la educación es la que nos convierte en humanos. Una educación intelectual, cultural. Emocional. Y a ti te han tullido emocionalmente. Te han convencido de que no hay problema aparente en la deshumanización y degradación del otro.

Como hay consentimiento, todo en orden.

Pero de lo que no te das cuenta es de que se ha destruido lo que te hace hombre, y en vez de humano, te han convertido en una especie de animal salvaje que no puede refrenar sus impulsos y deseos sexuales. Que no ve nada turbio en desfogarse, aunque sea cinco minutos, con una desconocida que se ha acostado ya con veinte, cincuenta o noventa y tres personas en las últimas doce horas.

Podrás preguntar "¿y qué pasa con ella, acaso no tiene responsabilidad?".

Por supuesto que la tiene. Carga con la otra mitad. Pero recuerda que nada se ofrece sin que tenga posibles interesados. Nada se pone a la venta sin que tenga compradores. Lo verdaderamente descorazonador es ver la cantidad. 

Volviendo a Kant, ¿crees que puede haber medio-hombres? 

Hombres que, por una educación fundamentada en una libertad malentendida y una voluntad viciada, no desarrollen su sensibilidad. 

Hombres que, por una dieta a fuerza de pornografía que les ha comido el coco y una absoluta ausencia de responsabilidad no lleguen nunca a entender la inseparabilidad entre cuerpo y mente. Entre carne y espíritu.

Hombres que se quedan a medio camino, como una especie de animal espiritualmente malherido. ¿Dirías que existen? 

Yo pienso que sí. Como mínimo, hay cien de ellos.