Nunca le he escuchado a ningún número uno la frase "así ya es suficiente". No creo tampoco que nadie se la haya oído decir jamás a Rafael Nadal, Fernando Alonso, Mireia Belmonte, Carolina Marín o Pau Gasol.
O a Elon Musk.
"Es un genio del marketing", decían hace unos meses de Musk en un medio español, "pero cuando rascas un poco encuentras promesas siempre a futuro, como la de colonizar Marte". Vamos, que es todo propaganda y promesas a futuro (como si fueran posibles las promesas "a toro pasado"). La prensa española ha descubierto que es el departamento de marketing de Musk el que hace volar sus cohetes.
Poco antes, en ese mismo artículo, habían llamado a Musk "cantamañanas".
Observen el triple mortal. Elon Musk es un cantamañanas que sólo satisfará las expectativas generadas si logra colonizar Marte. No llegar a Marte, no. Eso no basta. Sino colonizarlo. Ahí es nada.
Porque poner "sólo" el pie en Marte, la mayor proeza de la historia de la humanidad, sería para él, en el mejor de los casos, empatar. Si Musk no monta una colonia de 1.000 o 2.000 colonos espaciales, fracaso total según la prensa española.
Y lo interesante es que, muy probablemente, Elon Musk piense lo mismo.
Por eso Elon Musk pone cohetes en órbita y los periodistas españoles escriben de Elon Musk. Porque cada uno sabe cuál es su capacidad.
El director de cine judío Ernst Lubitsch reconoció en cierta ocasión que algunas de sus películas no estaban al nivel que él se exigía a sí mismo.
Luego añadió que, en cambio, todas las películas de los directores mediocres están a la altura que estos se exigen a sí mismos.
La paradoja de los mediocres, efectivamente, es que siempre dan lo mejor de sí mismos. Y eso es lo peor que se puede decir de ellos: que siempre cumplen.
Vi UniverXO Dabiz, el documental de Netflix sobre el cocinero Dabiz Muñoz, este domingo.
En un momento de UniverXO Dabiz, Dabiz Muñoz valora una de las nuevas propuestas gastronómicas de su equipo. "¿Esto es lo mismo que me enseñaste el otro día? Está menos cremoso. ¿Lo has hecho con Termomix? ¿Pero el otro día lo hiciste con varillas, verdad? ¿Y por qué no lo hacemos con varillas? ¡Cómo me la queréis colar!".
Cuando trabajas para alguien que es capaz de distinguir, varios días y cientos de propuestas y experimentos gastronómicos después, una crema hecha con varillas de una hecha con termomix, estás jodido.
Pero la alternativa es estar siempre a la altura de las expectativas. Es decir, muy lejos de la excelencia.
En UniverXO Dabiz nadie, ni siquiera los más cercanos a él, parecen entender la lógica del cocinero. La mayoría, incluida su psicóloga, tratan a Dabiz como si el problema lo tuviera él. Yo creo que el problema lo tienen ellos. Pedirle a Dabiz Muñoz que se tome las cosas con calma, que disfrute de la vida, que se relaje, que delegue, que se quite la ansiedad de encima, es como decirle a alguien que se ha agobiado "tú si te agobias no te agobies".
Ah, vale, haberlo dicho antes. Si llego a saber que era tan fácil, no me agobio.
"Decide qué quieres hacer con DiverXO", le apremia su equipo, que es como pedirle a Velázquez, Vermeer o Hopper que decidan entre el arte y el vacío.
Yo, que soy ateo, creo que el mandato divino a la humanidad ("creced y multiplicaos") no es una simple orden de fecundidad, sino que lleva aparejada la misión de someter la tierra. Es decir, la de crear. La conexión del ser humano con Dios no se consuma adorándolo, sino imitándolo. ¿Por qué si no nos habría creado a su imagen y semejanza?
¿Para preservar en formol su creación, como si fuéramos conservacionistas de museo?
¿O para hacerla crecer exponencialmente?
El sentido de la vida es la creación. La creación de vida, de arte, de riqueza, de información, de belleza. Y de gastronomía, claro.
Dabiz Muñoz, que no sé si es ateo, se ha tomado a pecho el mandato divino. Y el resto del mundo, claro, piensa que está loco. Que no lo gestiona bien.
Eso, que está loco, lo piensan los que, a pesar de todo, reconocen que es un genio.
Los que ni siquiera le conceden eso le llaman, adivinen, "cantamañanas". Y luego lo escriben en redes sociales y en artículos de prensa.
"No leo nada de lo que se publica sobre mí" le dice a Dabiz el chef peruano Gastón Acurio en un momento del documental. Sabio consejo. ¿Lee Elon Musk la prensa española? Si la leyera, Musk no construiría cohetes. Hablaría de quienes los construyen. Por eso no hay que leer a los que no saben de lo que hablan. Porque esos nunca te empujan hacia arriba: tiran de tus pies hacia abajo, donde están ellos.
Aunque yo, en realidad, entiendo las críticas españolas a Dabiz Muñoz. La envidia es el tributo que la mediocridad le rinde al talento. El español medio cree que cualquiera que haya llegado, no ya al nivel de mejor chef del mundo, sino medio paso más allá que él, es un estafador o un vendemotos. Al español medio no se la cuela un tío con cresta. Por el precio de un menú de DiverXO, él se zampa 200 kebabs y le sobra para el omeprazol.
El resto del mundo es por lo visto gilipollas y no se entera de nada. El que se entera es él, que no es capaz de cuajar una tortilla sin que le explote como si fuera Semtex.
A mí no me da ninguna pena Dabiz Muñoz. Tampoco me la dan quienes trabajan en sus restaurantes o comparten su vida con él. Me dan envidia. Aunque entiendo la preocupación por la posibilidad de que el tipo reviente un día. Yo no la descartaría, desde luego.
Pero ¿qué se supone que ha de hacer Dabiz Muñoz?
¿Conformarse con estar al nivel que se exigen a sí mismos quienes nunca serán el mejor chef del mundo?
¿Quienes jamás supondrán una diferencia para nadie, en nada, en ningún aspecto relevante o irrelevante de sus vidas?
En un momento del documental, Dabiz Muñoz dice algo así (cito de memoria) como "una cosa es tener tres estrellas Michelin, y otra cosa es ser un referente mundial".
Esa es la clave.
Yo sólo he estado dos veces en un restaurante de Dabiz Muñoz. Las dos veces, en RavioXO. En pocos restaurantes he disfrutado tanto. Por no decir en ningún otro. Las dos veces salí pensando que me gustaría invitar a alguien que no conozca RavioXO para que sea tan feliz en él como lo fui yo. En mi cabeza, ese casting sigue en pie. Descartados los coñazo de los morrofino, y descartados también los morroguarro de los 200 kebabs, sólo se me ocurren buenas personas.
Las que disfrutan con el trabajo de quienes han dedicado su vida a crear. Las que han entendido el mandato divino en su sentido más profundo.
Hay una escena de En tierra hostil en la que el protagonista, el sargento William James, artificiero del Ejército de los Estados Unidos durante la guerra de Irak, disfruta de unas semanas de permiso en su ciudad. Un día está desactivando bombas en Ramadi, con una DANA de adrenalina fluyendo por sus venas, y a las 24 horas está en su casa, en Estados Unidos, paseando al perro.
En esa escena, James recorre los pasillos de un supermercado en el que suena una insufrible, pero muy plácida, música de ascensor. Frente a una estantería kilométrica repleta de docenas y docenas de marcas de cereales, el soldado se queda paralizado. En Irak su trabajo consiste en desactivar bombas trampa, en tomar decisiones de vida o muerte en sólo unos segundos.
Pero en el supermercado es incapaz de escoger una simple caja de cereales.
La directora de En tierra hostil consigue en esa escena que el espectador comprenda que el infierno en la tierra es el supermercado, no la guerra. Que los verdaderos muertos en vida vegetan en sus zonas de confort, no en Irak. Por eso la película empieza con la frase "la guerra es una fuerza que nos da significado".
Hay otra escena muy similar a esa en La noche más oscura, la historia de la caza de Osama Bin Laden. Cuando Maya, la agente de la CIA que ha perseguido al terrorista durante años, se sube al avión vacío que la llevará de vuelta a casa, con su misión cumplida, llora. Y el espectador puede sentir el vacío.
La guerra, por supuesto, es sólo una metáfora. Puede ser el arte. La exploración espacial. El periodismo. O la gastronomía.
Quien entiende esas escenas entiende a Dabiz Muñoz y entiende lo que le da significado a su vida. Dabiz Muñoz es un motor civilizacional. Como Fernando Alonso. Como Elon Musk. Como Velázquez.
PD: Lean el comentario de Ibericus al pie de este artículo, porque dice algo muy interesante. ¿De dónde nace la ansiedad de Dabiz Diverxo? Nace de la constatación de que el universo de la creación es infinito, mientras que su biología es finita. Por eso, en el documental, Dabiz es incapaz de conformarse con lo conseguido. Porque le queda el infinito. Un infinito que sólo ve él y que le agobia (claro que le agobia) porque su tiempo terrenal tiene fecha de caducidad y un día, sólo 24 horas.