Cada 31 de diciembre, antes de la hora de cenar, es tradición en mi casa "bajar al bar de abajo". Así, tal cual. Algunos llegan colorados, otros de punta en blanco. Un niño azota compulsivamente la máquina de tabaco. Un hombre pide tiempo muerto con las manos.

Y mi abuela, que está frente a mí, desea que el 2025 le cure la tristeza y el dolor de espalda

Desfilan varios hombres con camisa blanca y pajarita. Un cromo repetido. Nada original.

Ellas apuestan por el pelo. Este año he visto ejemplares de cardado Terelu, corte chic Sonsoles Ónega y alguna que se atreve con un mullet, más conocido en mi pueblo como "mujer a la que le hace falta un hombre".

Las que ya no pueden hacer gran cosa con su cuero cabelludo, optan por pelo de zorro sintético al borde del cuello. Una siempre hace lo que puede con lo que tiene

Yo voy con mi camiseta roja de United Colors of Benetton. 1€ en el mercado.

Lo del rojo fue casualidad. No creo en las supersticiones ni en el fin de año. No como uvas, ni lacasitos. No fumo, no bebo. No brindo. Me limito a observar y a que todo esto pase cuanto antes: la llorera de borracho de mi primo, el discurso político de mi padre y el pato al horno de mi madre.

Hay varias cosas que han sido prohibidas en esta cena de fin de año. "Al payaso de Chicote no lo ve ni Dios en esta casa". Perfecto. "Y al saltimbanqui del Broncano y a la otra, tampoco". Se nos acaban las opciones.

El más atrevido opta por proponer la Televisión de Galicia. La autóctona. La de toda la vida. Venga, va.

Sale Gayoso, un mítico presentador compostelano, en conexión con Diego González, el cirujano gallego que opera en África en un autobús. Un tipo muy importante, decían en la mesa.

Pero como no nos va a enseñar ninguna cirugía a corazón abierto en prime time pues ponemos a la Pedroche, a ver si está embarazada, claro. Vemos si va vestida de princesa, como se rumoreaba. Y si coincide, ya si eso, dejamos lo importante para el final. Digo yo.

Cristina Pedroche y su vestido de Nochevieja.

Cristina Pedroche y su vestido de Nochevieja.

Será la fiebre de los gambones, de los pimientos rellenos de bacalao o de la política de cartón-piedra establecida bajo los cimientos de varios hombres y mujeres embriagados, que, como quien no quiere la cosa, nos encontramos haciendo zapping.

Con eso de que no bebo, tomo el mando de la televisión y decido.

RTVE. Broncano saluda a la Pedroche desde su humilde balcón. Debe ser que con la voz no es suficiente. Apenas le separan varios metros, pero empuña un megáfono. Primera metáfora en la cara. Lalachus se acerca al pueblo. Nos habla en catalán y en gallego. Riquiña, que decimos nosotros. Y ella, también.

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Antena 3. El Capitolio de los Juegos del Hambre. Pedroche aparece con un algodón XXL en la cabeza. Chicote, disfrazado del abuelito de Up pero con el degradado recién hecho, espera a su lado. Sus ojos bailan leyendo el teleprompter. Una mezcla de propaganda autoritaria y retórica persuasiva. Habla en términos colectivos. Un nosotros tramposo.

Desde producción parece que dan la orden. "Cristina, ahora di que hay que respetar a la infancia y que los niños son el futuro. ¿Vale?".

Pedroche aguza la vista, se le empapa la mirada. Está a punto de hacer historia con el mensaje más impersonal de la televisión española.

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La Sexta. Ay, me confundí de canal.

Click. 

RTVE. Su mensaje se acerca. Lalachus defiende la diversidad de cuerpos. Broncano desea para el 2025 una vivienda digna y accesible. Emocionan sus nervios y su nobleza. Parece que esté viendo a mis primos dar las campanadas. Brindan con champín y aceitunas de Jaén. Os quiero. 

Click. 

Telecinco. ¿Y Jorgeja

Click. 

Feliz año nuevo. En Antena 3, mientras la vaca de la Central Lechera Asturiana recorre la televisión de lado a lado, Unicef se frota las manos. Pedroche, la madre de las madres. Se despide un año más.

Click. Apago el televisor.

Despierto. 'Gorda' es tendencia en Twitter. 

Anoche ganó lo errático, la erre imperfecta de Lalachus, el sudor de las manos de David Broncano. Ganaron los buenos, los raritos, los folclóricos. Una España que se traba cuando habla, que se sube a los tejados y se cambia las zapatillas a última hora. 

Me siguen importando más bien poco las tradiciones de fin de año, pero creo que anoche, la televisión española, se arriesgó con algo. Algo natural, algo tierno.

Algo humano.