El problema de las primarias es que las carga el diablo. Lo sabe mejor que nadie Pedro Sánchez. Por eso quiere un PSOE de consenso, mientras los demás consensúen con lo suyo.
Lo de las primarias (que fue aquella moda por la que les dio a todos los partidos, incluso al PP, para tratar de sentirse jóvenes otra vez cuando el bipartidismo alcanzó la pitopausia) es un suicidio de donde sólo puede salir malparado el que tiene el poder. Porque siempre hay alguien sin nada que perder, como Pedro Sánchez en 2017, dispuesto a inmolarse contra el sistema.
Por eso, desde que Pedro Sánchez saliera secretario general de unas primarias, a Pedro ya no le gustan las primarias.
Así se explica lo que está pasando estos días en el PSOE: En Castilla y León y en Andalucía. El martes decían adiós Luis Tudanca (que era el barón desconocido del PSOE) en Castilla y León, y Juan Espadas en Andalucía.
El mantra interno del partido deja muy claro que la consigna por la que morir estos días es la de que se quieren "candidaturas de consenso".
Vaya, que al PSOE no le gustan ya las primarias. Le gustan las primarias de lista única, oxímoron capaz de acuñarse sólo en la cabeza retorcida de algún asesor político de esos que cobran más por exprimir el lenguaje hasta dejarlo como el café de recuelo que por asesorar sobre nada en concreto. Y todos los satélites de Moncloa con lo mismo.
"Así es como muere la libertad, con un estruendoso aplauso", que diría un clásico grecolatino llamado George Lucas. Pedro Sánchez, que sólo habla de libertad frente a la extrema derecha porque en su partido le gustan las cosas ordenadas. Sobre todo que no pongan en riesgo su autoridad.
Tudanca, aquel barón sanchista de primera hora, después de saberse que desde Ferraz le estaban haciendo la cama el pasado otoño, se fue donde Alsina y se quedó tranquilo diciendo eso de: "No quiero pensar que Pedro Sánchez pretende que los liderazgos se decidan de arriba abajo".
Y podría haberse convertido en el primer socialista rebelde (con causa y con poder), pero fuera del sistema hace mucho frío. Haber sido el primer barón que habló claro contra el cesarismo de Sánchez.
Ayer anunció, como Espadas, que da un paso al lado. Y dentro de unos meses veremos con qué les paga el partido esta mansedumbre de no oponer resistencia para poner a dos hombres de confianza de Sánchez.
Cuando un líder se sabe cercado, por la Justicia, por las encuestas, por la opinión interna, trata siempre de que en su entorno haya cohesión. Que nadie pueda discutirle el liderazgo (como si el liderazgo consistiera en los números y no en el carisma).
Por ahora el presidente puede quedarse tranquilo porque en Castilla y León y en Andalucía, en este reino de taifas federal que es el PSOE, vuelven a rendirle pleitesía.