Existe un material más duro que el diamante. Es el que recubre la cámara de eco en la que convive la (en fin) "industria" del cine y la corte periodística que informa sobre ella.

Les da igual la porción de culpa que su moralismo de priapismo en el dedo índice tiene, por ejemplo, en el regreso de Donald Trump.

No dan síntomas de haber leído el reportaje de la revista New York sobre los nuevos jóvenes republicanos que piden no ser regañados ni la charla de Lorena Maldonado con Alaska del otro día en este mismo diario.  

Siguen a lo suyo. Sus entrevistas no han dejado de ser intentos penosos de transformar cineastas en analistas políticos. Las películas se juzgan en función de su encaje en el molde de la turra. Hablan en una jerga que hace tiempo que resulta incomprensible para el asistente medio a las salas.

La temporada de premios es su punto álgido del año. Temblamos ante los titulares que empiezan con "El emocionante discurso de…". Han conseguido que las entregas de galardones sean rehuidas por el cinéfilo reacio a la hiperventilación y la hiperglucemia.

Es este estado de cosas el que explica el formidable revuelo en torno al pasado tuitero de Karla Sofía Gascón. Críticas al Gobierno y a todos los partidos que lo sustentan, enlaces de OK Diario y Periodista Digital y comentarios sobre el multiculturalismo que suponen un misil en la línea de flotación de los mismos que han aupado su trabajo hasta las mismas puertas del Oscar.

En un clic a Variety, la de Alcobendas ha pasado de icono de la diversidad a ministra de Cultura viable en un gobierno de Vox (aunque, dado el tono, no cuesta imaginar a algún asesor de Santiago Abascal reproduciendo aquello que atribuían a Franco sobre Utrera Molina cada vez que alguien lo proponía para alguna responsabilidad: "¡Karla Sofía no, que es una exaltada!").

Caída del wifi generalizada en los prescriptores habituales. Se entiende que no esté resultando una digestión fácil.

Hubo algo de "lo nuevo de acaba de llegar, lo viejo no acaba de morir" cuando conocimos las nominaciones a los premios de la Academia de Hollywood. Emilia Pérez, el delirante ¿musical? francés ambientado en México sobre un narco que cambia de sexo obtenía trece candidaturas. Un hito para un filme no hablado en inglés. La respuesta de Hollywood a la segunda venida de Trump.

La actriz Karla Sofía Gascón.

La actriz Karla Sofía Gascón.

Pero hete aquí que su protagonista, que durante todo el ciclo que empezó la primavera pasada en Cannes se ha ceñido admirablemente al guion, empieza a no desentonar con una gorra de MAGA en la cabeza.

Parece demasiado bueno para ser verdad. Un remate de guion tan perfecto que cuesta atribuir a la casualidad.

Por eso no descartamos estar asistiendo a un ambiciosísimo experimento metacinematográfico ideado por Jacques Audiard y materializado por Karla Sofía Gascón. Un ejercicio de cinéma vérité en tiempo real sobre el funcionamiento de los mecanismos contemporáneos de creación de opinión. Emilia Pérez como la muñeca pequeña de la matrioska.

Permanezcan atentos a sus pantallas.