El secretario general de CCOO, Unai Sordo (i), y el secretario general de UGT, Pepe Álvarez (d).

El secretario general de CCOO, Unai Sordo (i), y el secretario general de UGT, Pepe Álvarez (d). Europa Press

Columnas LA CAMPANA

Pepe Álvarez y los jetas destructivos que sólo aspiran a gestionar el rencor

Este mismo Pepe Álvarez de UGT que ahora reclama un "reparto justo" es el mismo que se declaró reiteradamente a favor del derecho de secesión de una región rica.

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"Este país tiene mucho dinero, lo que pasa es que está mal repartido. Nosotros queremos que se reparta la riqueza".

Esta afirmación de Pepe Álvarez, líder de UGT, provoca inmediatamente dos preguntas.

1. ¿Cuál sería el reparto bueno?

2. ¿Quién tendría que hacerlo?

La respuesta de la segunda pregunta parece obvia para Álvarez: debe encargarse del reparto el gobierno del cual él es leal sindicalista vertical.

De hecho, Pedro Sánchez acaba de hacerlo y han tocado treinta y dos millones de euros para los sindicatos, una partida notablemente superior a la de 2023 y 2024 (diecisiete millones) y muy notablemente superior a la de los últimos gobiernos del Partido Popular (8,8 millones).

El secretario general de CCOO, Unai Sordo, la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, y el secretario general de UGT, Pepe Álvarez, durante la firma del acuerdo de subida del SMI de 2025.

El secretario general de CCOO, Unai Sordo, la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, y el secretario general de UGT, Pepe Álvarez, durante la firma del acuerdo de subida del SMI de 2025. Alejandro Martínez Vélez Europa Press

No es de extrañar que ambos sindicatos se hayan manifestado ya preventivamente contra este último partido, que repartía tan mal.

El caso es que para repartir la riqueza primero hay que apropiarse de ella y, como esto está feo, en estos casos la rapiña siempre se disfraza de virtud: hay que hacerlo porque actualmente la riqueza "está mal repartida".

El proceso se complementa luego atizando el resentimiento y la envidia contra aquellos a los que se proponen desplumar.

Por eso ahora la vicepresidente Yolanda Díaz ha declarado que el mayor enemigo de España son los fondos de inversión, y la exministra Ione Belarra, látigo de Mercadona, ha propuesto que los malvados empresarios entreguen la mitad de sus beneficios a los gestores del reparto. Es decir, a ellos.

No es muy sofisticado, pero funciona bien desde el tiempo de los kulaks, aunque es obvio que si los fondos de inversión desaparecieran de España colapsaría la economía, y que la única prosperidad que puede proporcionar ordeñar a los productores de riqueza hasta dejarlos secos es la de Díaz y Belarra.

"En cada generación hay un selecto grupo de idiotas convencidos de que el fracaso del colectivismo se debió a que no lo dirigieron ellos", sentenció el gran Javier Pérez-Cepeda. Porque en todos los países en que los apropiadores/repartidores (esos que no entienden la necesidad de crear riqueza antes de repartirla) llegan al poder, el resultado es el mismo: la riqueza se seca y el país se hunde.

Bueno, pero antes hemos fastidiado a los ricos, ja, ja.

En todo caso el relato es a bote pronto convincente porque no nos es difícil aceptar que idealmente debe de existir un ideal de justicia. Si así fuera conviene recordar que los actuales líderes de los sindicatos son los menos fiables para señalarlo.

Este mismo Pepe Álvarez que ahora reclama un "reparto justo" es el mismo que se declaró reiteradamente a favor del derecho de secesión de una región rica, es decir, de que esta se excluyera unilateralmente del perímetro de reparto.

Luego, ambos sindicatos se manifestaron a favor de los encarcelados por dar un golpe de Estado, entre otras cosas, para eludir la redistribución.

Y más tarde, cuando un niño y su familia estaban siendo acosados por los nacionalistas en Canet, se unieron a ellos (a los acosadores) contra la sentencia que obligaba a impartir un 25% de la enseñanza porque, al parecer, en esto no era necesario un reparto equitativo.

Los actuales líderes de estos sindicatos no parecen las personas más indicadas para asesorar sobre la justicia de una situación.

Pero, de nuevo, ¿cuál sería el reparto justo? ¿La igualdad de resultados?

Imaginemos que Pepe Álvarez llega al poder y (salvo en Cataluña) toma una medida radical de redistribución: ordena  expropiar y repartir la riqueza nacional a parte iguales.

Ahora la igualdad es total, y cada español tiene, digamos, 200.000€.

Al día siguiente, Rafa Nadal dice lo siguiente: los españoles que deseen verme jugar el próximo año deberán ingresarme 1€.

Diez millones aceptan el trato y la cosa queda así: cuarenta y siete millones tienen 200.000€, diez millones tienen 199.999 €, y Rafa Nadal tiene 10.200.000 €.

La igualdad de Pepe se ha volatilizado. Pero ¿cuál es el problema? ¿Ha ocurrido algo legal o moralmente inaceptable? ¿No han actuado todos libremente?

Este es el "enfoque dinámico" que propone Robert Nozick para responder a la pregunta del reparto justo. Entre otras cosas, pone de manifiesto que la igualdad y la libertad no son estrictamente compatibles (para conseguir la igualdad permanente sería necesario extinguir por completo la libertad).

Por su parte Pepe, Díaz y Belarra se aferran al enfoque estático (tomar una foto de la realidad y comprobar que hay desigualdad) por una razón elemental: los convierte en generosos repartidores de dinero ajeno y les permite crear redes clientelares para alcanzar y mantenerse en el poder.

Inevitablemente, la visión estática acaba asumiendo la falacia de suma cero, que concibe la riqueza como una tarta inmutable (venida de no se sabe dónde) que los ciudadanos se deben repartir. Uno sólo puede acrecentar su porción reduciendo las raciones de los otros.

Y por eso acaba estigmatizando, paradójicamente, al que hace bien las cosas.

Por eso, sea cual sea su visión de la justicia, les propongo un punto de partida. No encomienden la política a los jetas destructivos que ignoran la creación de riqueza y sólo aspiran a gestionar el reparto y la envidia.