Los actos de celebración del 12 de Octubre han servido para romper definitivamente la incomunicación que ha existido en los últimos meses entre socialistas y populares. Si una imagen vale más que mil palabras, ver a los portavoces parlamentarios de los dos partidos cobijarse de la lluvia bajo el mismo paraguas, lo dice todo. Pues Antonio Hernando y Rafael Hernando habían sido hasta ahora enemigos íntimos poco menos que perpetuos.
Aunque el mal tiempo deslució el desfile militar, hubo una gran asistencia de invitados a la posterior recepción. El optimismo que se respiraba en los corrillos del Palacio Real presagia el inminente desbloqueo de la situación política. Aún hay riesgo de tormenta, como puede intuirse por la discusión que protagonizaron el presidente de la gestora del PSOE, Javier Fernández, y la presidenta balear, Francina Armengol. Sin embargo, quien pisó con más fuerza la moqueta regia fue Susana Díaz, confirmando simbólicamente que ha comenzado una nueva etapa en el PSOE.
Por fin, desbloqueo
La convicción general de que el bloqueo político toca a su fin creó una buena atmósfera que dejó en un segundo plano los problemas del país e hizo olvidar la ausencia del líder de la tercera fuerza política, Pablo Iglesias. El dirigente de Podemos hizo público un vídeo en el que justificaba su negativa a asistir a los actos oficiales con el peregrino argumento de que ser patriota es "estar con la gente". Son estos gestos demagógicos los que hacen a Iglesias invotable para la gran mayoría de los españoles.
El portazo de Podemos a la Fiesta Nacional es un gravísimo error que refuerza a los independentistas en un momento en el que arrecia su presión al Estado. Cuarenta ayuntamientos catalanes gobernados por los separatistas decidieron simular que el día era laborable como muestra de su desprecio a la celebración y ensayo general de una rebelión.
Tensión en Cataluña
Particularmente grave fue el caso de Badalona, donde los funcionarios rompieron la orden judicial que les obligaba a no abrir las puertas del consistorio. La acción generó tensión en la calle y protestas por parte de ciudadanos constitucionalistas, quedando así en evidencia la fractura social que se vive en Cataluña.
Esta desobediencia que podríamos denominar de baja intensidad se incardina en el propósito de los independentistas de ir ganando espacios para la impunidad, una estrategia que pretende ir envalentonando a la calle de cara a pulsos mayores. Iglesias, con su actitud irresponsable, se ha convertido en su aliado.
El paraguas que este miércoles ha unido a populares y socialistas debería emplearse en los próximos meses para proteger la Constitución y garantizar la convivencia. Son grandes los desafíos que afronta España y conviene estar juntos para superar las borrascas que se avecinan.