Breve, reñida y de implantación incompleta, la historia de la LOMCE representa en buena medida los males de la educación en España. Desde su aprobación en 2013, de espaldas a la comunidad educativa, la Ley Wert -como también se conoce- estaba abocada al fracaso porque se asentaba en una visión no consensuada sobre el sistema educativo.
Contestada ya desde su génesis, la reimplantación de las reválidas, la división de intinerarios formativos desde muy temprana edad, la evaluación de los centros y la subvención de colegios que segregan a los alumnos por sexos colocaron a todos los partidos de la oposición en contra de la primera ley educativa del PP llevada a las aulas; la LOCE de 2002 nunca llegó a implantarse.
El PP cede
Después de haber hecho de la defensa de este polémico modelo un fortín absurdo, el Gobierno ha cedido a la presión y ha pactado que sea "sustituida" justo en el curso que estaba llamado a culminar su implantación. El ministro Íñigo Méndez de Vigo daba este viernes la última palada al modelo, tras alcanzar un acuerdo con PSOE y Ciudadanos para constituir una subcomisión por el pacto educativo en el Congreso. La muerte anunciada de la LOMCE puede y debe convertirse en una oportunidad para España. De hecho, el objetivo de esta subcomisión parlamentaria será elaborar en el plazo de seis meses un diagnóstico con propuestas y conclusiones para preparar una ley de bases educativa.
Los socialistas exigían la completa derogación de la Ley Wert y el PP sólo admitía la modificación de aspectos sustanciales -como desechar las reválidas- pero se resistía a dar su brazo a torcer. Finalmente, el Ejecutivo se aviene a enterrar el modelo y sienta las bases de un acuerdo de Estado al que tienen que sumarse Podemos y el resto de grupos.
Una década
Aún hay que comprobar si la voluntad pactista del Gobierno es real o si simplemente ha cedido ante la imposibilidad de mantener la Ley Wert en minoría. En cualquier caso, que a la subcomisión que se encargará de gestar el nuevo modelo se hayan sumado todos los partidos políticos es esperanzador. Los expertos coinciden en que para evaluar los frutos de un modelo educativo hay que esperar una década desde su puesta en marcha. Según este criterio, España no ha tenido ningún modelo cuyas consecuencias en la formación de los escolares hayan podido apreciarse de verdad, sino que ha padecido sistemas que se interrumpían abruptamente cada cambio de Gobierno.
Es el momento de que todos los partidos sin excepción contribuyan a rescatar la educación de la lucha partidista y a las futuras generaciones del vagón de cola en todos los ránkines internacionales.