La muerte de Fidel Castro, el dictador que más tiempo se ha perpetuado en el poder, es la página que quedaba por pasar del siglo XX. Castro ha muerto en la cama y en la cima, después de haber puesto el régimen que fundó en manos de su hermano. Ese traspaso de poderes resume la historia de un fraude: la diferencia entre lo que Fidel Castro dijo que sería la revolución y en lo que realmente se convirtió. El gobierno del pueblo ha dado paso en Cuba a una suerte de monarquía hereditaria.
Castro logró su victoria sobre el dictador Fulgencio Batista enarbolando la bandera de la "justicia social" y la "democracia representativa", al tiempo que repudiaba tanto el comunismo como el fascismo. Pero una vez se asentó en el poder, aquellos propósitos se esfumaron para siempre.
Tótem del comunismo
Mito revolucionario y último tótem del comunismo, Castro ha sido un referente para la izquierda en todo el mundo. Su enorme carisma, su arrolladora personalidad, su hábil papel de ideólogo a la hora de señalar las contradicciones del capitalismo y su relato de lo que debería ser América por oposición a Estados Unidos, generó simpatías en todo el mundo, incluso entre quienes mantenían posiciones radicalmente contrarias a sus postulados.
La construcción de un enemigo exterior imbatible -el "imperialismo yanqui"-, le sirvió de coartada para justificar el hambre, las penalidades y la falta de libertad en su país. Es cierto que Castro mejoró durante años las condiciones de vida de los cubanos, dotando al país de una sanidad y de una educación impensables en otros países de su entorno. Pero el precio que hubo que pagar fue altísimo. Se impuso el partido único y derechos fundamentales fueron secuestrados, desde la libertad de expresión a la de movimiento. Los presos políticos llenaron las cárceles. Los homosexuales fueron perseguidos. Artistas e intelectuales críticos fueron depurados o tuvieron que huir del país.
El Che y las utopías
Lo que parecían medidas extremas y extraordinarias en los albores del régimen con el único objetivo de consolidar la "revolución", dieron paso a un estado de excepción que llega a nuestros días. Casi seis décadas después, miles de personas intentan cada año escapar de aquel paraíso que la izquierda quiso ver en Cuba. Sólo en el último año, lo consiguieron cerca de 60.000, una media de 164 al día.
La fascinación por Castro, ligada a iconos como Che Guevara y a la fe en las utopías, lleva todavía hoy a políticos como Pablo Iglesias a despedirlo como un "referente de la dignidad latinoamericana y de la resistencia soberana". Lamentablemente, ni la tragedia cotidiana de los balseros ni el testimonio desgarrador de los exiliados de esa dictadura hereditaria que es Cuba hacen mella en la particular mitología comunista de Podemos.
El futuro del castrismo
Muerto el dictador, queda pendiente el futuro del castrismo. Con la cesión de poderes a su hermano Raúl hace diez años, el régimen sentó las bases de su perpetuación. Sin embargo, la muerte del gran timonel abre un interrogante sobre las posibilidades de supervivencia de la dictadura.
El restablecimiento de relaciones diplomáticas con la Administración Obama en julio de 2015, un tímido pero esperanzador aperturismo en lo económico, podría favorecer la recuperación de cotas de libertad. En este sentido, la reacción de la comunidad internacional a partir de ahora, y especialmente del vecino americano, será crucial. Donald Trump ha respaldado, cuestionado y repudiado el deshielo de forma consecutiva, así que cuál sea su posición respecto de Cuba no deja de ser una incógnita.
Permanece la influencia
La UE va a dar carpetazo definitivo a la estrategia de "Posición común" impulsada en su día por Aznar, una vez comprobado que condicionar la normalización de relaciones con Cuba a que el régimen asumiera compromisos democráticos no ha surtido efecto. Ha triunfado la opinión de que quizá el mejor modo de ayudar al pueblo cubano sea colaborar a su desarrollo mediante las relaciones comerciales y dando voz a la disidencia. Pero lo cierto es que faltó constancia de la UE en la defensa dela "Posición común".
La muerte de Fidel Castro es el último día del siglo XX. Sin su figura no se entiende la Historia de la segunda mitad del siglo pasado. Y su influencia, muy presente en Latinoamérica, marcará aún los pasos del continente en los próximos años. La reciente historia de Venezuela, por ejemplo, no se entiende sin su influjo.
Entra en la Historia
Castro sobrevivió contra pronóstico a la caída de la Unión Soviética y del Muro de Berlín. Hugo Chávez le aportó entonces la gasolina suficiente para seguir tirando y la izquierda en el exterior la coartada intelectual. Ahora, al régimen ya no le queda ni eso. Sólo lo apartó de la cumbre la enfermedad.
El silencio que ha causado su muerte en Cuba contrasta con la algarabía en las calles de Miami -destino predilecto de los huidos del país- donde sí está permitida la libertad de expresión. Fidel Castro ha entrado en la historia. Ojalá lo haga también pronto su obra.