Cinco varones, no especialmente jóvenes, en la barra de un bar tomando una caña, podría representar lo que era España hace un tiempo, pero no es la España de hoy. Cuatro de los cinco ponentes y el redactor de la ponencia social del PP cometieron este martes la torpeza de fotografiarse de esa guisa después de presentar el documento.
Pero si las formas no eran las mejores, tampoco lo es el fondo. La ponencia social que el PP debatirá en su congreso nacional resume a la perfección el espíritu de ese cónclave. El informe no habla del aborto, ni de custodia compartida, ni de muerte digna, ni de gestación subrogada... Es decir, orilla cualquier cuestión polémica que pueda suscitar controversia.
El documento en cuestión pone el foco en el problema del envejecimiento poblacional, pero con generalidades y sin arriesgar tampoco ninguna medida concreta para atajarlo. Es verdad que la ponencia marca las líneas generales, y que luego pueden admitirse enmiendas, pero la redacción habla poco en favor de sus promotores. Y sorprende que sean hombres en su práctica totalidad: cuatro varones por una mujer. Quizás por ello, tampoco se aportan soluciones a cuestiones como la violencia de género, la igualdad o la conciliación, que considera "retos a futuro".
¿Paella sin arroz?
Llegados a este punto, cabría preguntarse si puede llamarse "ponencia social" a un texto así, carente de todo, de la misma forma que sería difícil denominar "paella" a un plato que no incluyera el arroz entre sus ingredientes. Con el agravante de que los populares no celebran un congreso desde hace cinco años, y después de éste de febrero, pasarán otros tres, como mínimo, antes de que puedan rearmarse ideológicamente.
El portavoz del PP en el Congreso, Rafael Hernando, aseguraba este martes que su partido "funciona de forma democrática hace mucho" y "no con el cachondeo de otros", en una clara alusión a Podemos. Pero debería de existir un término medio entre la inanidad y el acuchillamiento recíproco.
Y sin Faes
Un partido en el que no hay debate está muerto. Recientemente, Faes, el principal laboratorio de ideas con que contaba el PP, optó por desvincularse de la formación. No hay atisbo ahora mismo de que el principal partido español pueda alumbrar un proyecto con un pensamiento estimulante y atractivo, con soluciones específicas y originales a problemas acuciantes.
Tras ver la "ponencia social" del PP, uno se puede imaginar perfectamente a qué van los compromisarios al congreso: a reelegir a Rajoy, a aplaudir y a no abrir ningún tipo de polémica. De las primarias, la limitación de mandatos o la destitución de cargos imputados por corrupción, ya sabíamos que no había nada que esperar. Pero ni siquiera ha existido sensibilidad para los temas sociales.