A un mes del congreso del PP, Rajoy ha amagado su voluntad de perpetuarse al frente del Gobierno tres o más legislaturas sin reparar en la opinión de los españoles, ni en el parecer de sus compañeros, ni en la cultura de limitación de mandatos que inauguró Aznar, ni en sus compromisos adquiridos con Ciudadanos.
La intención de eternizarse de Rajoy, compartida por su séquito como ya ha explicitado Martínez Maillo, no sólo contraviene el juego limpio de un congreso en el que muchos militantes quieren que la limitación de mandatos esté en los estatutos como garantía de renovación, sino que no es bueno ni política ni estratégicamente para el PP. Hay que tener en cuenta que en el PP la jefatura orgánica decide al candidato.
Ambición ilimitada
Existen tan pocas dudas sobre la ambición de Rajoy -varias veces ministro y vicepresidente con Aznar y presidente del PP desde hace 13 años- como de que apoltronarse en un cargo no casa con la demanda de regeneración política de los españoles. El resultado al respecto del macroestudio de SocioMétrica que hoy publicamos no admite matizaciones. Un 68% de los españoles, incluido un 40% de los votantes del PP, no quiere que Rajoy vuelva a presidir su partido. Entre los votantes de Ciudadanos, este rechazo supera el 73%.
El problema no es ya que Rajoy pretenda hacer oídos sordos a este clamor, sino que su apego al puesto impedirá la regeneración del PP, convertirá en meros peones a los más jóvenes, y pasará factura a quienes los votantes de centroderecha señalan como alternativas: Soraya Sáenz de Santamaría (33%) y Alberto Núñez Feijóo (26,7%). Si el afán de poder de Rajoy es malo para el PP en lo político, en términos estratégicos puede resultar nefasto. Principalmente, porque pone en la picota el pacto de investidura con Ciudadanos justo antes del debate de Presupuestos Generales del Estado.
Ciudadanos
Ciudadanos pasó de la abstención al sí porque el PP asumió seis compromisos de regeneración entre los que estaba la limitación de mandatos, pero no porque este precepto sea imprescindible para la democracia, sino para ponerle fecha de caducidad a Rajoy. Así lo subrayó su secretario de comunicación, Fernando de Páramo, a este diario justo después de que Albert Rivera pusiese sus condiciones.
Es decir, aunque es verdad que Ciudadanos no puede exigir "retroactividad" en su ley de limitación de mandatos, la pretensión de Rajoy dinamita el espíritu del acuerdo. Y llueve sobre mojado porque de los grandes compromisos adquiridos Rajoy parece decidido a incumplir cuatro: quiere gobernar sine die, votará en contra de la creación de una comisión de investigación sobre Bárcenas, reformar la ley electoral y eliminar los aforamientos son tabúes, y la expulsión de los cargos imputados se cumple a medias.
Ciudadanos podría beneficiarse de que Rajoy acabe espantando a los votantes del PP. Pero más allá de cualquier cálculo electoralista, la vocación de perpetuarse del presidente del Gobierno y del PP no es razonable, ni positiva para quienes lo acompañen, ni buena para el conjunto del país.