El CIS andaluz ha elevado la temperatura de la caldera socialista justo cuando todas las miradas están puestas en Susana Díaz. El desplome de siete puntos del PSOE en Andalucía -que aun así volvería a ganar los comicios con dos puntos de ventaja sobre el PP- complica la carrera por el liderazgo, al convertir cualquier movimiento en clave sucesoria en una decisión de alto riesgo.
El dilema es crucial para el conjunto del partido y no sólo para la federación andaluza. El PSOE se arriesga a cerrar en falso la peor crisis de su historia si -en su próximo congreso- asume el mando un dirigente incapaz de unir y situar al partido en disposición de volver a ganar. Sin embargo, resulta impensable que el PSOE aspire a recuperarse internamente y a gobernar España si pierde el histórico bastión andaluz.
El "agujero de Ferraz"
Es verdad que el barómetro andaluz prueba que Susana Díaz volvería a ganar incluso en el peor momento del PSOE, pero ninguno de los escenarios posibles a partir de ahora resulta cómodo. La propia Susana Díaz ha expresado en su entorno el temor a dejar la Junta de Andalucía para entrar en el "agujero de Ferraz", expresión que refleja por sí sola hasta qué punto puede resultarle ardua la tarea de "coser" el PSOE.
Acuciada pues por los sondeos, Susana Díaz se debate entre dos fuegos. La aclaman los barones para que intente coger las riendas, pero está comprometida a presidir una comunidad de nueve millones de habitantes cuya gobernabilidad no parece fácilmente compatible con las obligaciones de la secretaría general de una formación fracturada como el PSOE.
Sánchez, 'relanzando'
Si los socialistas estuviesen cohesionados, este dilema no existiría. Pero en la situación actual, con Patxi López ya en la casilla de salida y Pedro Sánchez en camino -acaba de anunciar que "relanza" su candidatura-, el congreso por aclamación que hubieran deseado la presidenta andaluza y la vieja guardia está descartado.
En cualquier caso, el problema no es que el barómetro andaluz puede emperorar las peores dudas de Susana Díaz, sino que el jarro de agua fría que supone podría acabar helando a todo el partido.