Con el asesinato de Laura Nieto Navajas, de 26 años, a manos de su pareja en Seseña, ya son doce las víctimas mortales por violencia de género en lo que llevamos de año. De continuar tan espeluznante progresión -nada menos que dos homicidios cada semana- 2017 se cerraría con más de un centenar de mujeres asesinadas, un balance inadmisible que obliga a preguntarnos qué está fallando.
En 2016 hubo 300 muertes violentas de todo tipo. Es de todo punto inadmisible que hasta un tercio de los homicidios registrados puedan acabar produciéndose en el ámbito de las relaciones de pareja. La prevalencia de los asesinatos de mujeres nos retrotrae a cifras de 2003, lo que hace pensar que la ley y los protocolos de actuación vigentes son insuficientes o ineficaces; o ambas cosas a la vez.
Revisar el protocolo
Resulta frustrante pensar que en catorce años no hemos avanzado como se esperaba contra esta lacra. Todos los partidos se han comprometido a sacar adelante un gran pacto nacional contra la violencia de género que estará condenado al fracaso si no se afronta desde una perspectiva multidisciplinar y global con dos objetivos. En el corto plazo hay que atajar esta sangría, aplicando medidas urgentes. En el medio y largo plazo tienen que dar sus frutos las iniciativas educativas y de concienciación social.
Por ello hay que revisar el protocolo de actuación previsto. Cuando una mujer denuncia a su pareja por maltrato se activa un automatismo coercitivo contra el supuesto agresor. Sin embargo, una vez pasado este primer estadio, ni el apoyo psicológico a la denunciante está totalmente garantizado ni en todas las ocasiones hay pisos puente disponibles para ellas y sus hijos, víctimas propiciatorias de los maltratadores. Las mujeres se sentirían mucho más seguras si supieran que las denuncias generan mecanismos de protección hacia ellas en lugar de medidas de represión contra el agresor.
Sensibilizar y educar
A largo plazo, y los partidos deben liderar este reto, hay que actuar en la educación, en el ámbito laboral y, de forma significativa, en la preparación de las personas implicadas en la lucha contra esta lacra. Laura Nieto fue acribillada por un guardia civil adscrito a la Unidad Central Operativa con su arma reglamentaria. Su experiencia como agente no lo convirtió en una persona comprometida con este fenómeno. Y esta horrible insensibilidad no es exclusiva de los hombres. De hecho, hace un año una juez preguntó en su interrogatorio a una mujer violada si había cerrado bien las piernas.
Es imprescindible que, desde todos los ámbitos, los agentes sociales implicados en la formación de valores y en la educación se pregunten qué pueden aportar para erradicar cualquier atisbo de violencia de género. La solución pasa también por combatir las actitudes y comportamientos machistas que tanto contaminan la convivencia. Todos tenemos una responsabilidad porque todos podemos aportar nuestro grano de arena.