Trece años después, el 11-M sigue sumando motivos de interés y turbación que confirman que el mayor atentado perpetrado en España no puede ni debe considerarse un capítulo cerrado.
Los partidos políticos y la gran mayoría de los medios se parapetaron en su día en la sentencia judicial para pasar página. Y ahí siguen. Sin embargo, han surgido elementos cuya valoración sólo puede servir de acicate para continuar buscando la verdad de un caso lleno de lagunas, mal investigado y peor instruido.
Antes de que acabe el año, sólo 8 de los 18 condenados seguirán en prisión, de lo que se podría concluir que mientras el cumplimiento de las penas contribuye a cimentar la verdad oficial, el sufrimiento de las víctimas sigue ahí.
Hace tres años falleció la muchacha que entró en coma el día de los atentados y hoy publicamos la historia de Mónica, una mujer que pasó seis meses hospitalizada con graves secuelas y que abortó cuando estaba ingresada: como ella dice, su hijo también fue una víctima aunque no fuera registrada como tal en las estadísticas. Su testimonio, aunque cargado de esperanza, demuestra hasta qué punto el 11-M es una herida abierta.
Un 'Caso Dreyfus'
Fuera de nuestro país no ha habido tanto interés por darle carpetazo al asunto y han surgido voces discrepantes, relegadas aquí a un segundo plano o directamente censuradas. El cineasta francés Cyrille Martin ha producido un documental en el que se pregunta si el único condenado como autor material de la matanza, Jamal Zougam, ha sido un chivo expiatorio. Tras repasar los interrogantes no resueltos del 11-M lo compara con el caso Dreyfus.
También la madre de Zougam ha roto 13 años de silencio para, en una entrevista con EL ESPAÑOL, explicar por qué cree que su hijo fue condenado a 40.000 años de cárcel: “No tenían a otro”.
Las familias de las 193 víctimas mortales no merecen que la sociedad española les dé la espalda cerrando en falso el 11-M.