Sería impensable que el Santander y el BBVA controlaran el 95% del sector financiero sin que eso fuera motivo de escándalo, objeto de la inmediata intervención de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia y motivo de debate en el Parlamento. Y qué decir si Endesa e Iberdrola se repartieran el 95% del sector eléctrico. O FCC y Ferrovial ese mismo porcentaje en la construcción.
Si en cualquier sector una distribución así del mercado se vería como contrario a los fundamentos básicos del sistema de libertad de empresa, en el mundo de la comunicación tiene el agravante añadido de que supone una carga de profundidad contra algo tan primordial como el derecho a la información.
Un chiste, en relación a Podemos
Las cifras que hoy publicamos sobre el duopolio televisivo en España son más que alarmantes. Mediaset y Atresmedia se llevan el 94,8% de la publicidad del mercado de la televisión en abierto. Ambas han crecido más de un 5% el año pasado. Hablamos de compañías que operan gracias a una concesión administrativa -que otorga el Gobierno- y con el regalo añadido de no tener en el terreno comercial la competencia de Televisión Española, condenada a no emitir anuncios. Cabe recordar que Mediaset es fruto de la fusión entre Telecinco y Cuatro y Atresmedia de la fusión entre Antena 3 y La Sexta y que en ambas operaciones el Gobierno desoyó el criterio adverso del regulador.
Ese duopolio decide, en buena medida, a quién se ensalza y a quién se silencia, ya sea en el mundo de la política, de la cultura o del periodismo, con el grave riesgo de manipulación que eso entraña. Por ello, la amenaza que la Asociación de la Prensa de Madrid vio en las intolerables presiones contra periodistas por parte de Podemos es un chiste en relación a la situación del mercado televisivo.
La competencia en el mundo de la información es fundamental para reflejar la riqueza de relatos que conviven en la sociedad y garantizar la libertad de expresión. Hoy, las cadenas de Atresmedia y Mediaset nadan en la abundancia mientras el resto de medios -televisivos o no- luchan por su supervivencia. El Gobierno les ha allanado el terreno para que sigan haciendo caja. Y mientras ganan millones en cada ejercicio, la pluralidad se desangra. Al 95%.