A expensas del desarrollo de una investigación que se adivina turbulenta para el PP y sus cómplices mediáticos, la operación Lezo se ha cobrado ya su primera víctima política. No por esperada -además de anhelada y celebrada en Génova-, la dimisión de Esperanza Aguirre como concejal y portavoz del PP en el Ayuntamiento de la capital de España deja de ser trascendente. Más aún en un partido acostumbrado a ir a rebufo de los escándalos, con problemas flagrantes para diferenciar las responsabilidades penales de las políticas y cuya cabeza visible, Mariano Rajoy, tiene que declarar como testigo en el caso Gürtel.
Es verdad que a la veterana lideresa, ex ministra de Cultura con Aznar y ex presidenta de la Comunidad de Madrid durante nueve años, no le quedaba otra salida que renunciar a su sueño de jubilarse algún día como alcaldesa de todos los madrileños. El ingreso en prisión de quien ha sido su mano derecha durante toda su carrera, Ignacio González, y su propio modo de entender la política no le daban más opción que la de una digna despedida.
El precedente
Ella misma dejó clara su pauta hace un año, cuando abandonó la presidencia regional del PP después de que la Guardia Civil registrara la sede de este partido en busca de pruebas de financiación ilegal. Aguirre apeló entonces a su responsabilidad “in vigilando” e “in eligendo” para hacer pedagogía pública, así que ahora no tenía más remedio que ser congruente.
Aguirre ha dicho sentirse “engañada” y “traicionada” por González, a quien promocionó como sucesor al frente del Gobierno regional cuando la sombra de la corrupción se cernía insistentemente sobre él. Pero lejos de caer en la tentación de intentar convertir su ingenuidad en una tabla de náufrago, ha subrayado que se va “por no haber vigilado más”, “por no haber vigilado todo lo que debía” y por “no haber descubierto antes -incluso- que la Guardia Civil” la trama corrupta investigada por el magistrado Eloy Velasco y la UCO.
Recado a Rajoy
Al poner el acento en que debió anticiparse a la actuación de los jueces, y defender la obligación de los políticos de asumir “todas sus responsabilidades sin dilación y sin excusas”, manda un recado a Rajoy, que nombró tesorero a Luis Bárcenas tras el congreso de 2008, que recibió sobresueldos y que dirigió campañas electorales cuya financiación está siendo investigada.
Esperanza Aguirre deja bien claro que en política los jefes son responsables de los comportamientos de sus subordinados, incluso cuando éstos traicionan su confianza. El matiz sólo puede resultar inflamable en un partido cuya cabeza visible es un experto en flotar como un corcho mientras ve pasar los cadáveres de todos aquellos que un día pudieron hacerle sombra.