Apenas tres semanas después de que un lobo solitario armado con un explosivo de fabricación casera se inmolara en la puerta de un concierto en Mánchester, el yihadismo vuelve a cebarse con el Reino Unido. Los atentados del sábado noche contra el London Bridge y el Borough Market, que han costado la vida a siete inocentes y herido a medio centenar -entre ellas un español-, confirman que el terrorismo low cost debe ser considerado una amenaza prioritaria en toda Europa.
No se trata de ser alarmistas, sino de ponderar con rigor las nuevas formas del terror para combatirlas del modo más eficaz. Desde que en 2016 un yihadista atropelló con un camión a más de 200 personas en Niza, este tipo de ataques sorpresivos parecen haberse puesto de moda entre los radicales. De hecho, pocos meses después del ataque de Niza, un fanático arrolló a los visitantes de un mercado navideño en Berlín; en marzo, otro yihadista atropelló a decenas de peatones en el puente de Westminster; y sólo un mes más tarde, un atentado con camión desataba el caos en Estocolmo. El ataque perpetrado el sábado por los tres terroristas abatidos emula este patrón, empleado desde hace décadas en Israel y otros países de Oriente Medio, África y Asia.
Ataques baratos
Para un fanático decidido a convertirse en mártir en el nombre de Alá, lanzar un vehículo contra la multitud y atacar con hachas y cuchillos indiscriminadamente resulta más fácil y barato que planificar atentados con bombas y armas de fuego. Sin embargo, en términos de propaganda criminal, estos ataques resultan igual de eficaces y generan una sensación de vulnerabilidad especialmente acusada en sociedades abiertas y multiculturales.
La premier británica, Theresa May, quiere librar con todas sus consecuencias la batalla contra el yihadismo en internet -para acabar con las páginas de propaganda, adiestramiento y reclutamiento- y dar más poder a la Policía para, entre otras cosas, aumentar las horas que un detenido por terrorismo puede estar bajo arresto. Es normal que trate de lanzar un mensaje de firmeza y tranquilidad. Sin embargo, cabe preguntarse si no habla desde la frustración o -lo que sería peor- si está cayendo en la tentación de comprometerse a un endurecimiento de las leyes, sin el debate preceptivo en el Parlamento, pensando en que este mensaje mejora sus opciones de cara a las elecciones del jueves.
El problema del 'brexit'
Puede que Theresa May tenga razón cuando advierte de que en Europa ha sido demasiado tolerante con el extremismo. Pero debe concretar qué medidas quiere adoptar para acabar con esa supuesta tolerancia porque tan importante es revisar los protocolos y estrategias de lucha contra el terrorismo, como propone en caliente la lideresa conservadora, como proteger los valores de libertad y los derechos civiles europeos.
Los últimos ataques se han producido en Reino Unido, pero es toda la UE la que debe afrontar con valentía la amenaza creciente de los atentados low cost, por lo que es crucial que los países intensifiquen y mejoren su cooperación en inteligencia. Una vez más, el brexit va en sentido contrario a los retos que Europa tiene por delante.