Cuando en 2012 Luis de Guindos aseguró que el rescate bancario no costaría “ni un euro” muchos sospechaban que el ministro de Economía no decía la verdad. Lo que nadie podía imaginar entonces es que la factura de esa mentira iba a ser tan elevada como ahora se ha demostrado. El libro blanco sobre la crisis financiera del Banco de España ha desvelado que la reestructuración de cajas y bancos ha costado a los españoles la friolera de 60.613 millones de euros. En concreto, las ayudas ascendieron a 76.400 millones, de los que hasta ahora sólo se han recuperado 4.139 millones. Con suerte, si la venta de los activos propiedad del FROB cumple las expectativas, el dinero restituido podría ascender a 12.198 millones. El agujero de la los bancos y cajas de ahorros aumentó la deuda pública española en 50.312 millones.



El balance del Banco de España, que debe servir de documento base a la comisión parlamentaria de investigación sobre el rescate bancario, no sólo cifra el altísimo coste de la reestructuración. También confirma el fallo estrepitoso del propio regulador a la hora de supervisar, inspeccionar y buscar soluciones a la crisis.

Relato autoindulgente

El relato que hace el organismo presidido por Luis María Linde pone el énfasis en que la reestructuración de entidades como Bankia, Catalunya Banc, Novacaixagalicia y Banco de Valencia cumplió el objetivo de salvar el sistema financiero español del colapso. Sin embargo, resulta autoindulgente a la hora de explicar qué falló para que el que presumía de ser uno de los mejores sistemas financieros del mundo viera comprometida su solvencia tras la caída de Lehman Brothers. 

El Banco de España admite que “faltaron instrumentos supervisores”, atribuye al contexto internacional la aplicación de “políticas monetarias laxas”, reconoce que la política económica para contrarrestar los desequilibrios causados por estas políticas “fue insuficiente” y advierte de que aún no hay “esquemas para identificar riesgos financieros de carácter sistémico”. Pero no hace autocrítica pese a que ha quedado demostrado que el regulador siempre fue a rebufo de los acontecimientos.

Préstamos temerarios

Es verdad que la crisis financiera era global y que en España se vio agravada por dos recesiones consecutivas. Ahora bien, no se puede obviar que el regulador implementó reglas excepcionales de tolerancia ante la morosidad y permitió que las cajas, controladas por los políticos, concedieran préstamos de manera temeraria. Es decir, no hizo bien su trabajo como no lo ha hecho tampoco ahora ante la crisis del Banco Popular.

El informe del Banco de España sobre el rescate financiero desvela que, además de volatilizar 198.000 empleos, la reestructuración bancaria ha costado muchísimo dinero a las arcas públicas. Esta evidencia da argumentos a quienes -demagógicamente- apuestan por disparar el gasto público para “rescatar personas en lugar de bancos”. También pone sobre la mesa la necesidad de valorar fórmulas de retorno a los ciudadanos del dinero empleado y demuestra que el ministro Luis de Guindos mintió a todos los españoles.