Los Juegos de Barcelona, de cuya inauguración se cumplen hoy 25 años, supusieron la confirmación definitiva de Barcelona como gran ciudad europea y transmitieron al mundo entero una nueva imagen del país. España, sociedad atrasada y de viejas tradiciones a ojos del orbe, se destapó de la noche a la mañana como una nación moderna.
Existían dudas, dentro y fuera, de que España estuviera preparada para organizar un evento de esa envergadura. El examen se aprobó con matrícula. Los éxitos llegaron hasta en el terreno deportivo, con triunfos inolvidables como el de Fermín Cacho en los 1.500 o el oro de la Selección de fútbol.
Cataluña y España, unidas
Los Juegos generaron una corriente de entusiasmo que se tradujo en el surgimiento espontáneo de miles y miles de voluntarios en todos los rincones del país, lo que ayudó a visualizar el hermanamiento entre Cataluña y el resto de España. La entrada en el estadio olímpico del entonces príncipe Felipe portando la bandera y las lágrimas de su hermana la infanta Elena viven en la retina de millones de españoles.
Veinticinco años después del impulso que ayudó a transformar Barcelona, la ciudad todavía sigue aprovechando aquel tirón económico y turístico, pero ha perdido algunas señas de identidad que la confirmaron como la más cosmopolita de España y, lo que es peor, se ha deteriorado el vínculo sentimental que la unía al resto del país.
Problemas y tensiones
Hoy Barcelona se debate entre problemas identitarios y tensiones independentistas fomentados desde la propia Generalitat, y su Ayuntamiento está dirigido por un gobierno radical que no ha dudado en laminar la figura de Juan Antonio Samaranch apelando a la memoria histórica. Evidentemente, es una memoria sectaria y muy injusta que oculta al artífice del mayor evento que ha acogido Barcelona en su historia.
Por el bien de Barcelona y del conjunto del país, lo más conveniente sería recuperar los lazos perdidos, y ahí deberán hacer un esfuerzo los políticos. España debe de entender que tiene dos grandes capitales, y Barcelona tiene que recobrar su afán por liderar la modernidad con altura de miras. Barcelona'92 es la prueba de que juntos nos va mejor.