Venezuela vive en la alarma, la angustia y el sobresalto diarios. Este domingo, la rebelión en un cuartel militar en Valencia sacudió el país y provocó nuevas manifestaciones espontáneas contra Nicolás Maduro en varias ciudades.
Las informaciones, como en cualquier régimen de corte totalitario, son confusas y llegan con cuentagotas, pero se habla de al menos un muerto y varios detenidos. Sin embargo, hay quienes ven en esta escaramuza la sombra del Gobierno, a quien conviene la tensión para legitimar la política de mano dura. Aún está reciente el extraño caso protagonizado por el policía Óscar Pérez, que atacó con un helicóptero varios edificios oficiales y huyó del país.
Más represión
El episodio de rebelión militar, calificado por el Gobierno de "ataque terrorista", añade en cualquier caso más fuego a la olla a presión en que se ha convertido Venezuela desde que Maduro decidió enrocarse en el poder a cualquier precio. Hasta ahora lo está consiguiendo a base de represión -los detenidos se cuentan por miles y los muertos entre los opositores superan ya el centenar- y gracias a un autogolpe consistente en suprimir el Parlamento en un simulacro de votación.
Ni las protestas, ni la deriva económica del país, ni los intentos de mediación, ni las críticas y sanciones de la comunidad internacional han logrado detener a este Tirano Banderas. Su última víctima ha sido la fiscal general, Luisa Ortega Díaz, a quien le han sido confiscados sus bienes y se le prohíbe salir de Venezuela.
Riesgo de confrontación
Maduro se permite además jugar con la vida de los líderes opositores. Después de detener de madrugada y sin garantía alguna al alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, y a Leopoldo López, ambos han sido devueltos a su situación de arresto domiciliario. Para justificar su detención se habló de supuestos planes de huida, de los que no se ha aportado ninguna prueba.
En una sociedad hastiada y crispada como la venezolana, chispazos como los de este domingo aumentan el riesgo de confrontación. La situación podría acabar en un baño de sangre pues Maduro, cada vez más aislado, se aferra a los militares. Suya es toda la responsabilidad de lo que ocurra.