La masiva renuncia de los síndicos del 1-O tras haber sido apercibidos de multa por el Constitucional ha dejado sin órgano electoral el referéndum de Puigdemont. La espantada de los encargados de proclamar el resultado, que han entrado en razón después de que el Tribunal Constitucional les avisara de que tendrían que pagar 12.000 euros cada día si insistían en organizar el 1-0, supone el descabezamiento de un procés herido de muerte tras la macrooperación de la Guardia Civil del miércoles.
Sin embargo Puigdemont, que minusvaloró la fortaleza del Estado, no para de improvisar arreglos de última hora para intentar sacar adelante la convocatoria. Tras la redada de la Guardia Civil, el presidente de la Generalitat -acompañado de todos sus consejeros- llamó a la movilización en la calle y aseguró que el 1-O no se paraba. En su desesperada huida hacia adelante, publicó al día siguiente el mapa de mesas electorales y, en una nueva declaración oficial -ésta vez en solitario- anunció que el referéndum seguía adelante.
"Planes de contingencia"
Pues bien, lejos de apearse de una posición cada vez más insostenible, el presidente de la Generalitat vuelve a recurrir a sus “planes de contingencia” para tratar de remediar el descabezamiento del 1-O. Ahora, sin fedatarios que supervisen el censo, nombren a los apoderados, validen los sufragios y certifiquen el resultado de la consulta, pretende que los síndicos cedan el relevo a “otros entes de observación”.
Pero como los miembros de la sindicatura fueron designados por el Parlament, sólo la Cámara podría nombrar a sus sustitutos. Cualquier otro apaño vulneraría la propia ley del referéndum. Y hay que tener presente que el Parlament ha cerrado sus puertas hasta después del 1-O.
Disfraz de legalidad
Después de promover un referéndum ilegal y sin garantías, el presidente de la Generalitat no puede pretender llevarlo a cabo sin el disfraz de legalidad que Junts pel Sí y la CUP le habían confeccionado.
Si el próximo 1 de octubre los catalanes partidarios de la ruptura tienen que imprimirse las papeletas en casa, salir a la calle con cajas de cartón a modo de urnas, votar sin censo, a la intemperie, sin mesas constituidas, y los supervisores de todo eso son voluntarios amigos de los propios organizadores, el ridículo será total.
Agua por todos lados
Los independentistas pretendían demostrar que eran capaces de organizar un referéndum con todas las garantías y, a una semana de la fecha fijada, ya es un esperpento. Puigdemont no puede parchear más un proceso que hace agua por todos lados.