Si Carles Puigdemont culminó su golpe de manera grotesca, al “asumir” la declaración de independencia emanada del 1-O y suspender inmediatamente su aplicación, la respuesta que Mariano Rajoy está dando al desafío sólo puede añadir esquematismo melodramático al desenlace de esta crisis.
El presidente del Gobierno ha requerido al presidente de la Generalitat, como paso previo a una eventual aplicación del artículo 155 de la Constitución -que permite suspender el autogobierno- mediante dos emplazamientos. Por el primero, Puigdemont debe aclarar antes del lunes si él o alguna autoridad de la Generalitat han declarado la independencia. Por el segundo, en caso de que la respuesta no sea fehacientemente negativa, se abre un nuevo plazo hasta el jueves para que rectifique so pena de activar -ya sí- el 155.
Seguir maniobrando
Una respuesta negativa por parte de Puigdemont no tendría consecuencias y, por tanto, permitiría al bloque independentista ganar tiempo y seguir maniobrando en pos de la mediación internacional que aún no ha logrado. Mientras, la Constitución sigue zozobrando en Cataluña.
Queda patente que Rajoy no quiere asumir el coste político de suspender al autogobierno catalán por muchos que sean los motivos para actuar de forma expeditiva en defensa de la legalidad. De hecho, este miércoles el diputado del PNV Aitor Esteban ha descartado taxativamente que la declaración unilateral de independencia -la famosa DUI- se haya producido y Rajoy ha replicado que “ojalá esa sea la respuesta” que reciba de Puigdemont.
Trampa y engaño
Rajoy ha respondido a la declaración de independencia tramposa -por imprecisa- de Puigdemont con un requerimiento igualmente engañoso, pues contempla una salida sospechosamente airosa al presidente catalán. Y lo peor es que esta fórmula ambigua es la que también parece preferir Pedro Sánchez. Ambos esperan que Puigdemont se cueza en la salsa de su fracaso y, acuciado por la CUP, convoque elecciones.
Pero no se frena un golpe de Estado con cálculos tacticistas ni demostrando debilidad, como ha subrayado Albert Rivera, único dirigente del bloque constitucionalista que desde el primer momento ha exigido sin matices la aplicación del 155 para adelantar los comicios.
Rajoy no necesitaba convertir la respuesta al desafío en una cuestión interpretativa si lo que quería es pasar por alto la rebelión: le bastaba con hacer como el 1-O, cuando pese a la evidencia afirmó que el referéndum no se había producido.
Burladero a los golpistas
Al sólo amagar con el 155, y mostrar su disposición a no utilizarlo, Rajoy ofrece un burladero a los golpistas y, hace un flaco favor a la figura del Rey, que pidió diligentemente a “los legítimos poderes del Estado” asegurar “el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones”. Los mandatarios catalanes, con Puigdemont a la cabeza, han desobedecido sistemáticamente la Constitución, han hecho del Estatuto un sayo para aprobar las leyes de desconexión y han burlado al Gobierno y los cuerpos de seguridad para celebrar un plebiscito ilegal y sin garantías.
Sobran pues las razones para aplicar el 155 en defensa de los derechos de los catalanes. Este 12-O, la celebración del Día de la Fiesta Nacional se verá ensombrecido por la débil respuesta de Rajoy al golpe de Puigdemont, que contrasta con la contundente defensa de la legalidad que pidió Felipe VI.